Quién paga los platos rotos

Escuchamos que los millonarios están dispuestos a pagar más, pero la sofisticación de los métodos de recaudo van más lentos que las técnicas de evasión fiscal

Los impuestos a las grandes fortunas generan sólo el 6% de la recaptación fiscal en los países de la UE | iStock
Los impuestos a las grandes fortunas generan sólo el 6% de la recaptación fiscal en los países de la UE | iStock
Barcelona
22 de Octubre de 2024

Según un informe de IntermónOxfam correspondiente al año 2022, los impuestos a las grandes fortunas generan solo el 6% de la recaudación fiscal en los países de la UE, y el 5,8%, los de patrimonio. Por otro lado, después de muchos años de negociación para implantar la tasaGoogle, entró en vigor en 2021, pero tres años después se la están repensando en un período de moratoria. Si las grandes fortunas y las tecnológicas cotizan con una parte muy pequeña de los impuestos, ¿quién los paga? Los impuestos al consumo y al trabajo de las clases medias europeas multiplican por trece los ingresos que generan los patrimonios; eso significa que ocho de cada diez euros que llegan a las arcas de los estados europeos recaen sobre la espalda de las clases medias.

 

Los impuestos a las grandes fortunas generan solo el 6% de la recaudación fiscal en los países de la UE

En junio de 2021, la OCDE anunciaba un acuerdo a 130 países para implantar un impuesto mínimo a las empresas más grandes del mundo de al menos el 15% de sus beneficios; entre ellas se incluyen como mínimo las grandes plataformas tecnológicas, GAFA -Google, Apple, Facebook y Amazon-. El objetivo de este impuesto es que las empresas multinacionales paguen sobre el beneficio que obtienen en el país donde venden y no allí donde han inscrito su domicilio fiscal. Según datos de la Comisión Europea, mientras las grandes empresas convencionales tributan el 23,5% de media -las del IBEX en España el 28,2%-, las tecnológicas en el mejor de los casos lo hacen con una aportación del 9,5% -2,14% en nuestro país-.

Tasa Google, sí y no

Google controla aproximadament el 90% del mercat de cerques a Internet | iStock
Las empresas tecnológicas tributan, en el mejor de los casos, el 9,5% | iStock

Los esfuerzos para implantar la tasa Google han fracasado una vez aprobada en España en 2021. Se trataba de recaudar el 3% de la facturación global de las tecnológicas, en concreto por los servicios de publicidad en línea, por los de intermediación, y por la venta de datos generados por los usuarios. Pues bien, las previsiones apuntaban a unos ingresos del orden de los mil millones el primer año, pero la primera recaudación no superó los 166 millones; en 2022, llegó a los 278 millones y en 2023, 620 millones. ¿Qué pasará este año con la tasa Google? Pues que el impuesto queda en el limbo, como consecuencia de la moratoria decretada por la OCDE, cuya duración se desconoce. Entre la OCDE y la Unión Europea acabarán de decidir cuándo y cómo se aplica: Tasa Google, tendente a 0 euros de impuestos en Europa.

 

Si las grandes tecnológicas logran escaquearse cuando se habla de los impuestos, las grandes fortunas, por su parte, aportan menos de la décima parte a las arcas de los países europeos: los impuestos sobre el patrimonio representan, como decíamos, el 5,8% de la recaudación fiscal en la UE, según datos de Intermón Oxfam. ¿Cómo lo hacen? La sofisticación en la persecución de los fraudes permite la siguiente dualidad: la reducción del número de delitos contra la hacienda pública en un 80% en la última década en el estado español, según anunciaba hace poco el ministerio correspondiente, y paralelamente que el número de millonarios y multimillonarios se dispare, pero su aportación a la fiscalidad se mantenga al mismo nivel; más fortunas, pero similar porcentaje del global de los impuestos.

Presión fiscal

Aumenta el porcentaje de las rentas del capital sobre las del trabajo a escala mundial y a medida que la brecha se agranda, se mantiene la paradoja: igual aportación fiscal de los ricos, mayor carga fiscal sobre la espalda de las clases medias. Hay dos explicaciones. La primera es que las nóminas son fácilmente accesibles al control fiscal y las clases medias obtienen la mayoría de sus ingresos fruto del trabajo; en el ámbito europeo representan el 50,6% de la recaudación de los países. Las clases medias –y los grupos sociales más débiles, si viven dentro de la economía formal– pagan entre el 31 y el 35% de los impuestos sobre sus ingresos anuales; la aleatoriedad de los ingresos de las clases altas y la capacidad de encontrar soluciones fiscales creativas dificulta hacerles pagar lo que les corresponde. No es cuestión de aumentar la presión fiscal; en Alemania, por ejemplo, es un 10% superior a la española y, en cambio, la renta es un 45% más elevada.

En Alemania, la presión fiscal es un 10% superior a la española y, en cambio, la renta es un 45% más elevada

El problema, por tanto, no se sitúa en si se debe subir o bajar la presión fiscal, sino que se trata de que una parte de la sociedad no aporta su parte alícuota y esto hace que cada vez paguen más las clases medias; a la hora de hornear el soufflé, se ha inflado de una parte y la otra ha quedado cruda. La segunda explicación por la que la presión fiscal recae sobre las clases medias es que estas dedican una proporción mayor de su presupuesto familiar a comprar bienes y servicios básicos. Las tasas al consumo, como el IVA, se mantienen en un 27,3%, según datos de Eurostat; en el caso español se asemejan mucho: las tasas al consumo, el 25,77%, mientras las rentas del capital se sitúan en el 14,9% y el impuesto de patrimonio el 8,72%. Si aprobar los presupuestos generales representan el fundamento de una política seria, la cantidad recaudada es su contenido; ya puedes negociar presupuestos si no hay dinero recaudado.

La sociedad de consumo se ha conseguido a partir de dos piezas clave. La primera, la expansión económica desde 1800 gracias a las nuevas tecnologías aplicadas y a las empresas que han permitido la creación de puestos de trabajo que remuneran mensualmente a los cada vez más trabajadores. Y la segunda, el intervencionismo más grande del Estado en crear servicios para los ciudadanos a cambio de impuestos. Sin esta segunda aportación -por la salud, la educación, las comunicaciones, los ajustes a la vivienda…-, las cuatro revoluciones industriales no habrían ni de lejos conseguido el estado del bienestar.

Es verdad que los gobiernos socialistas, como el actual en España, realizan esfuerzos importantes para mejorar la fiscalidad de las clases medias, al contrario que los partidos de la derecha; esto no se puede negar. En España se ha obtenido la mejor recaudación fiscal de la historia, pero el porcentaje de aportación de las clases medias no disminuye. Se diría que las clases medias, bastante apaleadas, financian el estado del bienestar de todos. Por eso, en las circunstancias actuales, cuando algunos partidos y grupos sociales continúan abogando por reducir impuestos, urge incidir en enfocar el tema hacia el cumplimiento de la obligación fiscal alícuota. Oímos cada comienzo de año, cuando se celebra la Cumbre de Davos, que los millonarios y multimillonarios de todo el mundo están dispuestos a pagar más, pero la sofisticación de los métodos de recaudación va más lenta que las técnicas de evasión fiscal.