La Unión Europea ha implementado, con dotaciones financieras importantes, el fondo Next Generation para la recuperación post-covid de los paisos europeos. Seleccionar adecuadament los proyectos de recuperación y transformación implica imaginar el futuro desde toda su complejidad, parte de la cual proviene del sector agroalimentario. En este aspecto el Gobierno catalán ha presentado un conjunto de propuestas muy encaminadas para el impulso de este sector, entre los cuales destaca la modernización del Canal d'Urgell. Aun así, existe un gap destacable entre la importancia del sector agroalimentario desde un punto de vista estratégico, económico, social, territorial y vital y la conciencia que la sociedad catalana tiene de esta importancia. Este desconocimiento o inconsciencia ha provocado a veces decisiones desafortunadas. Hoy es hora de decisiones de futuro, hay que evitar errores que lo comprometan. Intentaré explicarme.
Catalunya es un país con seria dificultad para la agricultura, el 50,5% del terreno tiene más de un 20% de pendiente y muchas comarcas tienen una pluviometría insuficiente, cosa que dificulta una agricultura competitiva. Como consecuencia, Catalunya cultiva solamente el 26% de su territorio, este dato -en términos por habitante- es la mitad de Europa y del mundo. En el mismo sentido, Catalunya tiene una baja tasa de autosuficiencia alimentaria, entre el 40 y 45%. Estas características han configurado el sistema alimentario catalán -abusando de simplificación- de manera dual. Hay una agricultura potencialmente competitiva y una agricultura en dificultad que resiste con estrategies, a menudo imaginativas, de valor añadido y diversificación productiva.
Pero a pesar de esto Catalunya se ha convertido en el segundo clúster alimentario de Europa. ¿Cómo se ha producido este "milagro"? Por un lado aprovechando las posibilidades del regadío, hoy el 30% de las tierras cultivadas de regadío aportan el 70% de la producción. En segundo lugar, comprando la tierra y el agua que no tiene en forma de cereales y soja, produida en los países que tienen en abundancia, para alimentar a la ganadería intensiva, a la vez integrada con la industria cárnica. La integración ganadera catalana ha sido clave en el sostenimiento de la población en el territorio. En tercer lugar la tecnología, con el IRTA como núcleo central de una red colaborativa con universidades y sector privado. En cuarto lugar la calidad, cada vez más reconocida y, finalmente, una opción decidida por el mercado global hasta lograr una balanza comercial exterior alimentaria equilibrada, incluso con un ligero superávit (tasa cobertura 104%). Hoy el sector agroalimentario es el primer sector industrial de Catalunya y el tercer exportador. A la vez, en cuanto que sector anticíclico, ha sido decisivo durante el covid al sostener una cuarta parte de la economía catalana, tal como lo fue en la pasada crisis 2008-2012.
"Hoy el sector agroalimentario es el primer sector industrial de Catalunya y el tercer exportador. A la vez, en cuanto que sector anticíclico, ha sido decisivo durante el covid al sostener una cuarta parte de la economía catalana"
Aun así, el escenario sobre el que se sustenta este modelo está cambiando rápidamente a partir de varios vectores. Por un lado el incremento de demanda (proveniente del incremento de la población, la mejora de la dieta y el impulso de la bioeconomía) que pone en tensión los recursos básicos de agua, suelo agrario, energía y biodiversidad. En segundo lugar, el cambio climático. En tercer lugar la revolución tecnológica con dos líneas principales de desarrollo que le afectan: las TIC y la biotecnología. En cuarto lugar, un imparable proceso versus la oligopolización del clúster agroalimentario global. Y, finalmente, unas tendencias de demanda más exigentes (calidad, saludable, sostenible, de proximidad, etc). Para abordar todo ello la Unión Europea ha propuesto Green Deal, hoy en proceso de debate, pero que acabará suponiendo cambios muy importantes en todos los sectores, pero de una forma singular en la producción alimentaria y el conjunto de la bioeconomía versus formas más sostenibles.
Muchos de los cambios que propone Green Deal suponen, en las condiciones actuales, una reducción destacable de la producción. Por ejemplo, no produce lo mismo un campo de cultivo convencional que uno de agricultura ecológica. Los ministros de agricultura de la UE ya han señalado el riesgo: "Hay que evitar tener una agricultura sostenible en base a importaciones insostenibles". Es un llamamiento a la responsabilidad dirigida a los países europeos. Algunos datos nos pueden ilustrar, para cubrir la demanda mundial la producción de cereales se ha multiplicado por 3,5 los últimos 60 años. Este incremento se ha producido en parte con mejoras tecnológicas, pero en otra parte se ha hecho talando bosques. Desde 1990 se han deforestado 178 millones de hectáreas (56 Catalunyas).
A pesar de todo, es posible equilibrar producción y demanda de manera más sostenible y evitar la deforestación (una causa importante de cambio climático). Se puede reducir o eliminar la producción de agroacarburantes. Se puede reducir el consumo de los productos más exigentes en recursos tales como la carne (la UE ya lo señala). Pero, sin duda, habrá que producir de una manera más eficiente. La FAO ya ha puesto nombre: intesificación sostenible. ¿Cómo? Con la ayuda de la tecnología, la agroecología, el regadío y la agricultura de precisión.
Pero, en el si del nuevo marco estratégico, algunas de las fortalezas del sistema alimentario catalán suponen debilidades:
- Con una mirada a largo plazo, el clúster cárnico-ganadero se encuentra dentro de una tormenta perfecta. Desde diferentes vectores, entre ellos el medioambiental, se pone en cuestión el consumo de carne, la opción vegetal gana importancia y a medio plazo la carne de cultivo celular puede convertirse en una seria alternativa. Estamos hablando de la primera industria del país y una herramienta clave de equilibrio territorial. Será necesario avanzar en una gestión medioambientalmente avanzada y reforzar la información objetiva sobre impactos. Con la mirada en el largo plazo, una posible reorientación productiva tendría que contemplar, a nivel industrial, avanzar en los desarrollos de la producción por cultivo celular y, a nivel de actividad primaria, habría que pensar en reforzar la producción vegetal.
- Dado el bajo nivel de autosuficiencia alimentaria de Catalunya, un objetivo estratégico relevante es la mejora de este grado de autoabastecimiento. Pero, para conseguirlo, hay que rehuir de falsos dogmas. Hay que decir, hay que confiar en la tecnología y avanzar versus la agricultura de precisión. Por otro lado, hay que optimizar los potenciales de regadío dentro de límites medioambientalmente razonables. Hablar de soberanía alimentaria y de agricultura de proximidad significa indefectiblemente tomar las opciones de regadío y tecnología. Dos herramientas que nos ayudarán en la lucha contra el cambio climático, contrariamente a la imagen que erróneamente se ha defendido desde algún entorno ideológico.
- El impulso de las energías renovables, una opción de la que desde siempre he sido defensor, surge ahora como competidora en el uso del suelo agrario. Desde empresas de energía fotovoltaica reivindican los suelos más productivos de Catalunya, entre ellos los de regadío. La argumentación medioambiental es absurda, la energía renovable que ganamos y la reducción de emisiones la perderemos por el transporte de las importaciones que tendremos que realizar y por la deforestación que en algún lugar tendrá que haber para proveer los alimentos que habremos dejado de producir. Las energías fotovoltaicas no son incompatibles con la agricultura, hay páramos, matorrales y tejados de sobra, pero la agricultura no se puede hacer en los páramos, matorrales y terrazas. Hay que optar por modelos que prioricen el autoconsumo en red o tengan ubicaciones compatibles con la agricultura. Destruir un recurso esencial y muy escaso en Catalunya (el suelo agrícola) para potenciar otro recurso sería, en mi opinión, una barbaridad estratégica. Cómo lo fueron las actuaciones contra el Segarra-Garrigues.
Catalunya todavía tiene que aprender a valorar y respetar al sector que le garantiza el alimento en la mesa. Suiza, Noruega, Islandia, Corea del Sur y Japón son los países que destinan de manera significativa más recursos a sostener su agricultura. Los cinco tienen en común que son países desarrollados con fuertes limitaciones físicas para su agricultura (frío, montaña). Pero, por razones estratégicas saben que les hace falta un grado elevado de autosuficiencia alimentaria. Por responsabilidad, Catalunya tiene que evitar -en lo posible- externalizar los impactos de su sistema alimentario. Hace falta no engañarse, los recursos básicos se encuentran hoy todos en tensión y habrá que dejar estar los dogmas (a menudo defendidos con datos erróneos) y buscar las mejores soluciones con flexibilidad a partir de las informaciones que nos provee la ciencia. Hay que buscar el equilibrio dentro de un conjunto complejo de objetivos, donde la alimentación es uno muy importante. Catalunya, a escala europea, es campeona en bosques (64% de la superficie), la mayoría provenientes del abandono de tierras de cultivo. También es campeona en áreas naturales protegidas (32% del territorio). Nadie nega la importancia del bosque, al contrario, pero tiene que jugar un papel activo en el desarrollo de la bioeconomía a través de una buena gestión forestal. Los espacios naturales protegidos son una herramienta clave en la defensa de la biodiversidad pero conviene que estén abiertos a admitir actividades compatibles. La intocabilidad de bosques y espacios nacturales es, en mi opinión, un error. En cualquier caso, hace falta que Catalunya sea, sobre todo, campeona en responsabilidad sobre su futuro que forzosamente tiene que ser sostenible.