La crisis de la Covid-19 coincide en el tiempo con Green Deal de la Unión Europea, la apuesta europea para transformar la economía verso un futuro sostenible. Los acuerdos de Paris sobre el cambio climático y la degradación medioambiental con pérdida de biodiversidad, contaminación de suelos y aguas y polución del aire requieren una respuesta urgente y exigente. Green Deal es pues un ambicioso proyecto con vocación holística desde donde se contemplan diferentes objetivos (clima, energía, movilidad, biodiversidad, bosques, agroalimentació, polución...) desde una visión transversal y atendiendo a los múltiplos y diferentes vectores que inciden. Se trata de una apuesta compleja tal como lo es la realidad que pretèn transformar.
Dentro de este marco, la Comisión Europea, ha presentado recientemente la propuesta estratégica sobre biodiversidad y sobre la llamada "farm tono fork "(F2F a partir de ahora) o bien "del campo a la mesa". Ambas estrategias se encuentran estrechamente relacionadas, como no podría ser de otra manera, puesto que la actividad agro-forestal o actividad bioeconòmica forzosamente se desarrolla ocupando el espacio natural. De acuerdo con esto la estrategia sobre la biodiversidad afirma que "para contribuir a la sostenibilidad a largo plazo tanto de la natura como de la agricultura, la presente estrategia se aplicará conjuntamente con la nueva estrategia 'de la granja a la mesa' y con la nueva política agraria común (PEC), en particular a través de la promoción de regímenes ecológics y regímenes de pago basados en los resultados".
En ambas estrategias algunos objetivos son recurrentes: eficiencia en la producción para reducir el uso de inputs con potencial contaminante, recuperación de la calidad de los suelos, calidad de las aguas, recuperación de espacios naturales, con énfasis especial en los bosques, e impulso de bioeconomia circular. A la vez la estrategia F2F hace patente la importancia de la proximidad entre producción y consumo, tanto desde un punto de vista medioambiental, al requerir un menor gasto energético, como desde un punto de vista social y de equilibrio territorial, como mejor estrategia para sostener la red de granjas y de empresas agrarias que vitalizan el territorio.
"Entramos en un nuevo escenario en cuanto a las políticas agrarias, con cambios importantes que abrirán las puertas a una nueva manera de entender la realidad agroalimentaria"
En cualquier caso, se trata de una posición de la Comisión Europea la cual sufrirá un intenso debate antes de su aprobación final. Bien seguro que el texto final no será el que ahora tenemos sobre la mesa pero vale la pena informarnos, analizarlo e iniciar el debate sobre su aplicación en Cataluña. Entramos en un nuevo escenario en cuanto a las políticas agrarias, con cambios importantes que abrirán las puertas a una nueva manera de entender la realidad agroalimentaria. Pero los cambios también generarán, muy seguro, contundentes resistencias. En este sentido, hoy en día voces representativas del sector agroalimentario se quejan por el hecho que se hayan definido los objetivos sin acompañarlos de un estudio de impactos.
Algunos del objetivos -referidos al horizonte temporal de 2030- que más pueden afectar a la actividad bioeconòmica (agroforestal, pesca y aquicultura), son:
- Ensanchar las áreas protegidas hasta el 30% de la superficie europea.
- Reforestación con 3.000 millones de árboles.
- Reducción del 50% del uso y del riesgo que plantean los pesticidas.
- Reducción de, como mínimo, el 20% del uso de fertilizantes.
- Reducción del 50% de las ventas de antimicrobianos que se usan en los animales de granja y en la acuicultura.
- Incremento de la agricultura ecológica hasta llegar a una cuota del 25% del suelo de uso agrario.
- Revisión de la normativa sobre bienestar animal.
- Estrategia para facilitar e incrementar la captura de carbono en suelos agrícolas.
Aun así, este conjunto de objetivos no pueden ser tratados de manera lineal simplemente como mejoras medioambientales necesarias y aplicables unilateralmente, más bien al contrario hay que considerarlos desde su interrelación con la demanda bioeconómica y a partir de su alta complejidad. Todos ellos, en mayor o menor grado, con las técnicas empleadas actualmente, suponen reducción de la producción y, generalmente, más costes para producir. Todo ello coincidiendo en un momento de presión creciente de la demanda alimentaria a escala global y con un cambio climático cada vez más activo en la destrucción de recursos y producciones. Lógicamente una minoración de la oferta afectará al balance alimentario y los costes incrementados muy seguro que repercutirán en precios, con posibles consecuencias en el acccés al alimento de la población más desfavorecida.
Por otro lado, una alternativa indeseable sería la exportación de las prácticas insostenibles a otros países fuera de la Unión Europea para poder garantizar el abastecimiento alimentario en Europa. Es decir, producir en otros países sin los mismos condicionantes medioambientales. En palabras de los ministros de agricultura de la Unión Europea, "las nuevas políticas sostenibles llevan el riesgo de importaciones insostenibles". De este riesgo la Unión Europea es consciente, así como del cariz global del desafío, por lo cual propiciará y apoyará al establecimiento de estándares gobals. De alguna manera la Unión Europea aspira a ser un referente sobre políticas agrarias sostenibles. Aspiración, aun así, bastante dificultosa, puesto que habrá que evitar que mercancías elaboradas con exigencias medioambientales más relajadas puedan competir con los productos europeos, lo cual requerirá medidas de protección en frontera que se tendrán que negociar en el marco de la Organización Mundial de Comercio. Es oportuno recordar aquí la opinión de Olivier de Shutter: "Hay que dejar de tratar los alimentos como una mercancía y tratarlos como un bien común", pero la OMC no ha nacido para defender esta idea.
Para lograr estos objetivos sin desequilibrar la balanza alimentaria, habrá que contar con la agroecología y la tecnología. Producir mejor de la mano de los desarrollos que nos ofrece la agroecología, pero también a partir de la biotecnología con la posible obtención de plaguicidas biológicos, variedades resistentes a plagas o enfermedades u otras innovaciones que reduzcan o eviten impactos medioambientales negativos. Entre líneas, la Comisión Europea parece que quiere reabrir el debate sobre las técnicas de transformación genética. Producir más eficientemente mediante la agricultura de precisión combinando técnicas agronómicas avanzadas con el apoyo de las TIC (teledetección, big data, inteligencia artificial...). Producir más de la mano de mejoras de productividad a través de la tecnología o a través de regadío eficiente, la FAO nos habla de intensificación sostenible.
El regadío es la vía como los países mediterráneos obtienen mayoritariamente su producción agrícola (en Catalunya, el 70%), es una herramienta contra el cambio climático en cuanto que evita deforestación y acerca los alimentos al consumidor y es la mejor herramienta de desarrollo rural en cuanto que mantiene la población en el territorio. Habrá que reducir el derroche de alimentos con una actuación en toda la cadena, impulsando la bioeconomia circular, aportando criterio y relajando algunas legislaciones que lo favorecen (exigencias de comercialización, fecha de consumo preferentes, etc). Finalmente, como observación destacada, si, tal como decimos, la ciencia y la tecnología tienen que jugar un papel clave, el impulso de la I+D tiene que ser una prioridad de primer orden.
"Habrá que reducir el derroche de alimentos con una actuación en toda la cadena, impulsando la bioeconomia circular, aportando criterio y relajando algunas legislaciones"
Por el lado de la demanda hay que pensar desde ahora en el impulso de cambios en el consumo, vs dietas más saludables, pero también menos exigentes en recursos, sin duda con un mayor contenido vegetal. Para orientar los hábitos de consumo el comunicado F2F expone la necesidad de usar políticas fiscales, ya sea a través de incentivos o por la vía de los impuestos. Las bebidas y alimentos con alto contenido de azúcares y la carne son los probables puntos de atención en la dirección de reducir el consumo. En el caso de la producción de carne hay una no casual indefinición, Europa es un gran exportador de carne en todo el mundo, proveniente mayoritariamente de la ganadería intensiva alimentada principalmente con proteína vegetal del continente americano. Entre los objetivos figura un reforzamiento del bienestar animal y la transición a una ganadería más sostenible.
Un aspecto a destacar de F2F es la visión de cadena alimentaria, de tal manera que aborda las diferentes propuestas desde este punto de vista. En esta dirección señala la necesidad de favorecer la producción y consumo de proximidad, evitando transportes insostenibles. En este punto vale la pena referirse a la opinión crítica expresada por un colectivo de académicos en relación a F2F donde señalan que no hay un solo sistema alimentario y la no diferenciación impide apoyar a la agricultura más desfavorecida, generalmente orientada a los segmentos específicos de calidad. Hay que tener presente que el reto que propone F2F no es gratis y los costes añadidos y las inversiones necesarias pueden suponer un salto en la concentración del sector agroalimentario, dado que solamente explotaciones de dimensiones suficiente podrán asumir el cambio. Harán falta más que nunca políticas específicas dirigidas a las pequeñas explotaciones de proximidad con estrategias de valor añadido. Estas son explotaciones imprescindibles por el equilibrio territorial y el sostenimiento de la vitalidad rural.
A la vez, la concreción de las diversas estrategias de Green Deal europeo tendrá que tener en cuenta la extraordinaria diversidad de Europa y, por lo tanto, tendrá que contemplar las especificidades regionales, de las cuales pueden gastarse conclusiones aparentemente contradictorias con los objetivos globales. Precisamente en relación en Catalunya, además de las diferencias referidas a las características propias de una región mediterránea, hay que hacer mención a algunas paradojas. Catalunya cuenta hoy en día con un 32% de su territorio protegido dentro de la Red Natura, una importante aportación en la defensa de la biodiversidad europea, de manera muy destacada en relación a la mayoría de Estados y regiones europeas. La estrategia sobre la biodiversidad propone como objetivo europeo por el 2030 llegar a un 30% de superficie protegida, objetivo que Catalunya hoy ya rebasa. Por lo tanto, ensanchar la superficie Red Natura en Catalunya no tendría que ser un objetivo, cosa que no desdice la necesidad de destinar recursos y energías a mejorar la gestión de los espacios protegidos.
Por el contrario, Catalunya solamente dispone de un 26% de superficie de cultivo y poco más de un 40% de tasa de autoabastecimiento agrícola, hecho que da relevancia al regadío, en condiciones medioambientales adecuadas, como respuesta a la demanda alimentaria (el regadío en Catalunya multiplica por 8 la producción en relación al secano). En este sentido sería sensato que Catalunya pudiera compensar su mayor aportación medioambiental en áreas protegidas con la revisión de algunas de las afectaciones del Segarra-Garrigues. Podrían intercambiarse zonas protegidas medioambientalmente equivalentes, que las hay, para poder recuperar la viabilidad y los extraordinarios impactos económicos y sociales positivos de este canal, evitando así malograr la infraestructura más importante de Catalunya de los últimos veinte años.
Otro objetivo que en Catalunya tendría que tener una lectura propia es el objetivo de reforestación. Hoy el 64% de la superficie de Cataluña es área forestal. Es, aun así, en buena parte, un bosque extraordinariamente denso, fruto del abandono y de los incendios forestales, con densidades impenetrables en algunos casos y responsables en parte de la disminución de los caudales de nuestros ríos. En resumen, dos tercios del territorio catalán es bosque, poco o mal gestionado, poco productivo y desaprovechado. Es decir, tenemos una inmensa zona preparada para el próximo incendio, lo que tendrá unos costes económicos y personales elevados. Por el contrario unos bosques menos densos y segmentados por cultivos y pastos favorecen la biodiversidad, puesto que ésta se expresa con más intensidad en los espacios abiertos. De hecho, también, un bosque compartido con agricultura y ganadería ofrece un paisaje más rico y diverso. Al mismo tiempo se reduce radicalmente el riesgo de incendios y, en cualquier caso, facilita su control, evitando costes y daños. Extremando la paradoja, Gabriel Borràs, biólogo vinculado a la acción contra el cambio climático, afirmaba en una entrevista que "la mejor manera de adaptar Catalunya al cambio climático es reducir masa forestal"
Europa está emprendiendo un camino de profundas transformaciones que afectan a la gestión del territorio, hay que acompañar este proceso en cuanto que actores necesarios y solidarios. Aun así hay que partir de nuestra realidad, siendo, a la vez, conscientes de la gran complejidad de estos cambios y de los riesgos asociados a la tensión recursos-necesitados. El futuro ya está aquí y algunas ideas hasta ahora de ficción están sobre las mesas de los laboratorios avanzados; habrá que estar atentos a los cambios desde una posición prudente y crítica, pero con mentalidad abierta, sin apriorismos ni dogmatismos.