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Retos 2030: Teletrabajo, densidad y despoblamiento

El Institut Valencià d'Investigacions Econòmiques analiza los costes y beneficios de la densificació urbana a España

Los expertos son todavía escépticos sobre las posibilidades del teletrabajo para revitalizar las zonas rurales | iStock
Los expertos son todavía escépticos sobre las posibilidades del teletrabajo para revitalizar las zonas rurales | iStock
Valencia
22 de Junio de 2021

Si por algo se caracterizan la economía y la sociedad española es para concentrarse en las grandes ciudades. Según datos recientes del Institut Valencià d'Investigaciones Econòmiques (Ivie), 6 municipios de más de 500.000 habitantes concentran el 16,3% de la población española.

 

España vive un proceso de urbanización como consecuencia del crecimiento económico que se ha intensificado desde medios del siglo XX con la revolución industrial, y que ahora continúa de forma más pausada pero sin tregua. Esta urbanización comporta que la población se condense en las ciudades, que son las que cuentan de manera mayoritaria con el tejido productivo del país.

Esta tendencia no es única en el caso de España. De hecho, el resto de países desarrollados del nuestro entorno comparten esta característica. La particularidad en nuestra casa, sin embargo, es que en las ciudades hay una mayor densidad de población. Como explica el profesor Francisco J. Goerlich, mientras que la media europea es de alrededor de 400 habitantes por kilómetro cuadrado, en el caso de España esta cifra aumenta hasta las 730 personas.

 

La media europea es de alrededor de 400 habitantes por kilómetro cuadrado, mientras que en el caso de España esta cifra aumenta hasta las 730 personas

Como todo, esta proceso tiene ventajas y costes. El Institut Valencià d'Investigacions Econòmiques ha analizado el estatus actual y los retos demográficos en un Webinar junto a los expertos en economía Diego Puga, profesor investigador en el Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI) y premio Rey Jaume I de Economía 2020; y Francisco J. Goerlich, catedrático de la Universitat de València e investigador del Ivie.

Ventajas e inconvenientes de la metrópolis

En primer lugar, empezando por algunos de las ventajas, según los datos presentados por Diego Puga, los sueldos son mucho más elevados en grandes ciudades como Barcelona o Madrid, donde la media salarial anual es de 32.000 euros por trabajador. En ciudades más pequeñas, como por ejemplo Elda o Petrer, en cambio, la media se reduce a la mitad y baja hasta los 16.000 euros anuales.

La densidad de población también comporta algunos beneficios para la productividad y la innovación, puesto que, como argumenta Puga, durante el confinamiento hemos visto que hay cosas que funcionan bien a distancia y otras que es mejor hacerlas frente a frente. La interacción es más fácil en las ciudades donde hay una mayor densidad de habitantes y de empresas. Según los datos estudiados por Puga, que en este caso hacen referencia a Francia, las empresas ubicadas en zonas urbanas más grandes tienen una productividad media más alta. En cuanto a los servicios, es también en las grandes ciudad donde estos son más numerosos y eficientes.

Ahora bien, los inconvenientes también están. A pesar de que el sueldo sea más elevado y esto es una ventaja a nivel social, en el caso particular se tiene que tener en cuenta que el precio de la vivienda como consecuencia de una mayor densidad de población también se incrementa. La subida en el precio del suelo provoca que se construyan edificios más altos, que se eliminen zonas verdes y que las viviendas sean más pequeñas, puesto que también aumenta el precio del metro cuadrado.

Por otro lado, la densidad provoca congestión en las ciudades que afecta tanto al tráfico como a la utilización de diferentes servicios; y la exposición individual a la contaminación es mayor en las grandes ciudades y por lo tanto los riesgos para la salud se pueden ver afectados.

Despoblamiento y teletrabajo

La mayor densidad urbana va en detrimento de las zonas rurales. En la cara opuesta de esta realidad está la problemática del despoblamiento que preocupa tanto a las autoridades locales, autonómicas y estatales, como la propia Unión Europea, que en los últimos años ha puesto en marcha medidas específicas para hacerle frente. Además de las políticas públicas, y desde la irrupción de la crisis generada por la Covid-19, se ha empezado a pensar en el teletrabajo como una oportunidad para revertir la situación de los pueblos en riesgo de desaparecer o hacerse más pequeños.

La ley del teletrabajo, publicada en el BOE en octubre de 2020, establece que esta modalidad se podrá llevar a cabo por acuerdo mútuo de las partes y por un mínimo de un 30% de la jornada laboral. Ahora bien, esto no supone que la empresa tenga que aceptar que una trabajadora trabajo el 100% de su jornada fuera de la oficina. Por eso, los dos expertos coinciden en considerar que todavía es especulativo decir que el teletrabajo revitalizara las zonas rurales.

Hay que tener en cuenta también que la cobertura de banda ancha de 100mbps en 2020 todavía no llegaba al 37% de las zonas rurales. Por lo tanto, la llamada brecha digital en el ámbito rural todavía está y esto también dificultaría este paso.

El ideal de densidad

En resumidas cuentas, actualmente tenemos dos situaciones muy polarizadas: por un lado una gran densidad de población en las ciudades más grandes, y del otro un éxodo rural constante que hace que gran parte del territorio pueda quedar vacío.

El compromiso entre costes y beneficios tiene un equilibrio óptimo en cada ciudad

Esto, sin embargo, quiere decir que tenemos que luchar contra la densificació de las ciudades? Según Puga, la respuesta es no. De acuerdo con su explicación, el compromiso entre costes y beneficios tiene un equilibrio óptimo en cada ciudad dependiendo de varios factor como por ejemplo el país en que se encuentro y el sector de especialización de su tejido productivo.

Por eso, en la opinión de los expertos, el objetivo no tiene que ser buscar establecer un umbral de densidad ideal si no encontrar en cada caso el mejor equilibrio posible que proteja a la vez la calidad de vida y el desarrollo económico.

En cuanto al reto del despoblamiento, los dos economistas coinciden al apoyar las políticas de adaptación (aquellas que pretenden ofrecer unos servicios mínimos y una calidad de vida a los habitantes actuales de las zonas rurales) más que optar por políticas de mitigación (las que buscan revertir la situación) que pueden ser muy costosas en cuanto a los recursos y que puede ser no solucionan una cuestión de base cómo lo es el acceso al trabajo. Así Puga concluye que, a pesar de todo, "hay trabajos que son factibles en zonas con poca densidad y otras que requieren de una cierta densidad porque la empresa pueda ser competitiva".