Los campesinos europeos de Alemania, Francia y Holanda están en pie de guerra. En Catalunya, en España, Portugal e Italia se están preparando para coger el relevo. Hay diferentes argumentos, algunos muy poderosos, para el descontento de los agricultores. Las medidas medioambientales que deben soportar, la desigual exigencia para productos importados de fuera de la Unión Europea, la oposición a acuerdos comerciales con Mercosur y otros países, los precios crecientes, las dificultades para aplicar algunas medidas de la PAC y la excesiva burocracia que acompaña a su actividad. Al descontento se añade el real incremento del calentamiento global con consecuencias destructivas cada vez más evidentes. Catalunya es un claro ejemplo (sequía, granizadas mortales, heladas fuera de época). Los seguros agrarios están absolutamente desbordados. Además, venimos de una coyuntura dramática con covid y guerras diversas.
Sin embargo, desde mi opinión, más allá de los efectos directos e inevitables del cambio climático, el desprecio hacia la agricultura y los agricultores está en el fondo de la mayoría de las causas y se convierte en el gran acelerador de tensiones.
El Pacto Verde Europeo
Con el fin de abordar la lucha contra el cambio climático y recuperar los equilibrios medioambientales en diciembre de 2019 se aprobó el Pacto Verde Europeo. Acto seguido se fueron concretando las diferentes estrategias que forman parte del mismo. Respecto a la agroalimentación son especialmente relevantes la estrategia "del Campo a la Mesa" y la estrategia de la "Biodiversidad". Estas estrategias definieron un conjunto de medidas restrictivas que afectaban a la forma de producir y a la ocupación del suelo (menos agroquímicos, menos antimicrobianos, más reforestación, más áreas protegidas, más agricultura ecológica, más bienestar animal, más captura de carbono en suelos, etc.). Inmediatamente, los Estados Unidos advirtieron de los impactos que este acuerdo podía tener sobre el abastecimiento alimentario, dado que conllevaría reducciones en la producción alimentaria. Los propios Estados Unidos hicieron una consulta a la Organización Mundial del Comercio (OMC), cuya respuesta dejó claro que las exigencias en la producción más allá de los acuerdos en el marco de la OMC serían no exigibles a países terceros, a menos que hubiera un acuerdo específico bilateral entre estados. Al mismo tiempo, los ministros de agricultura europeos dieron un golpe de atención preguntándose si una producción europea más sostenible tendría como contrapartida más importaciones insostenibles.
Se ha tenido que aceptar, de momento, la energía nuclear y el gas como energía "verde"
La lucha contra el cambio climático es una necesidad y una prioridad. La recuperación de los equilibrios medioambientales también. La Unión Europea, desde los despachos, ha diseñado unas medidas de mejora y de adelanto verso la sostenibilidad, pero dada la urgencia de la situación se ha diseñado con prisas y poco realismo. Se ha evidenciado esta improvisación cuando al empezar la guerra de Ucrania se tuvieron que revisar muchas de las medidas tomadas por la imposibilidad de cumplirlas sin provocar desabastecimiento. Incluso se ha tenido que aceptar, de momento, la energía nuclear y el gas como energía "verde".
La transformación verde a Europa ha comportado que los labradores estén inmersos en cambios constantes de procedimientos y de normas relativas a la producción agraria. Todos los cambios, en general, suelen representar más costes y/o menos producción, en resumen, menos ingresos. A la vez, ya se observa en los mercados la existencia de importaciones de productos con exigencias diferenciadas, tal como ya habían previsto los ministros europeos de agricultura, sin que su advertencia fuera muy tenida en cuenta.
"Bullying" agro-rural
Un problema de tal magnitud y gravedad como el cambio climático genera inquietudes y miedos. La manera más fácil y rápida de calmarlos es encontrar un culpable. En algunos entornos culturales emergentes de la sociedad urbana (lo llamaré eco-esteticismo) se ha encontrado al culpable: la agricultura y el agricultor. Esta cultura ha pasado por alto que el cambio climático proviene de malas prácticas que todos los sectores económicos han practicado. Ha pasado por alto o desconocido que la agricultura, como muchos otros sectores, está haciendo un gran esfuerzo para mejorar sus técnicas de producción hacia una agricultura más sostenible.
La identificación del culpable relaja y libera de otros quebraderos de cabeza. Mientras tanto, podemos seguir haciendo lo mismo. Mientras tanto, podemos seguir quemando petróleo. Dicen que fue Einstein quien dijo que para que las cosas cambien debemos cambiar la manera de hacerlas. En Catalunya también se ha preferido seguir haciendo lo mismo y castigar a la agricultura. Ni la emergencia de la sequía ha modificado un centímetro cúbico del agua de las piscinas, pero, en cambio, se han impuesto restricciones a los regadíos. No se ha sido capaz de prohibir las estufas para calentar el aire de las terrazas de los bares, pero se ha permitido por ley destruir suelos de regadío para colocar paneles solares. Se sabe perfectamente que la principal causa, alrededor del 85%, de las emisiones de gases de efecto invernadero proviene de la combustión de combustibles fósiles, pero se prefiere hostigar al falso culpable. De manera bastante estúpida, teniendo en cuenta que este culpable nos alimenta.
Desde la ignorancia todo el mundo se está atreviendo a explicar a los agricultires como tienen que hacer las cosas
El eco-esteticismo ha adoptado completamente las actitudes de "bullying" contra la agricultura. Desde la autoridad de sus dogmas se difama, se menosprecia y desinforma. Desde la ignorancia, todos se atreven a explicar a la agricultura cómo deben hacer las cosas. Hemos visto en la televisión defender el arado a caballo bajo el título de "la revolución de la agricultura". Desde el ideologismo se defiende un modelo tan bonito como utópico y, por lo tanto, insostenible: pequeñas explotaciones inviables, sistemas de producción técnicamente superados incapaces de cubrir la demanda alimentaria global, una agricultura para producir alimentos para rentas elevadas, con rechazo a las nuevas tecnologías. Un modelo que pasa por alto que en el mundo hay ocho mil millones de personas que tienen derecho a la alimentación. Un modelo irreal frente a la agricultura real, la que nos alimenta. ¿A quién le puede sorprender que los agricultores se quejen?
Diálogo estratégico en la Unión Europea
El humorista Jean Kerr decía: "Si eres capaz de no perder la cabeza cuando todo el mundo a tu alrededor la está perdiendo, es posible que no hayas comprendido lo que está pasando". En mi opinión, desde la Unión Europea no han comprendido lo que estaba ocurriendo
Se ha caído en la trampa de la cultura ecoestética que señala correctamente el problema, pero se equivoca en señalar al culpable y en proponer soluciones. A través de la simplificación, se ha destacado la importancia de la biodiversidad y se han olvidado los otros dieciséis Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. También se han olvidado los cuatro vectores de la sostenibilidad agroalimentaria:
Que las técnicas empleadas sean respetuosas y amables con la naturaleza y la biodiversidad.
Que la producción sea suficiente para atender la demanda alimentaria, descartando, por tanto, romanticismos incapaces de lograr este objetivo.
Que el alimento sea asequible para toda la población, es decir, a un precio razonablemente bajo.
Que la producción sea viable y aporte unos beneficios económicos justos al agricultor.
Estos cuatro vectores no están alineados y, en consecuencia, la resultante no será el ideal de ninguno de los vectores considerados individualmente. Pero, siempre habrá una resultante óptima que la Unión Europea tendrá que encontrar con realismo, pero con la mirada hacia los objetivos a largo plazo del equilibrio medioambiental.
Como resultado de las protestas, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha puesto en marcha el Diálogo Estratégico sobre el Futuro de la Agricultura. Es una buena iniciativa si se tiene la valentía de avanzar por caminos resolutivos. Entender lo que está sucediendo pasa inevitablemente por
Priorizar absolutamente la sustitución de los combustibles fósiles por energías renovables y moderación y eficiencia en los consumos.
Adoptar el realismo ecológico o intensificación sostenible teniendo en cuenta los cuatro vectores para la producción alimentaria (respeto medioambiental, suficiencia, asequibilidad y viabilidad).
Reducir desigualdades y desequilibrios en la cadena alimentaria.
Combatir las noticias falsas con una política informativa más exigente al respecto.
El reto democrático
Todos los buenos caminos hacia un mundo sostenible van acompañados de cambios significativos que conllevan incomodidades y costos. Sin embargo, a nadie le gustan los costos si puede evitarlos. Si las demandas son compartidas, si los costos se distribuyen equitativamente, si se prioriza adecuadamente y se valora el esfuerzo y la actividad de los agricultores, estos costos pueden entenderse. Pero si no se convence de manera efectiva y no se brinda apoyo, se puede poner en riesgo incluso la democracia europea. Es importante tener en cuenta que la fuerza desestabilizadora de los agricultores es muy alta, son pocos, pero producen los alimentos. En este sentido, la sociedad europea debe darse cuenta de que el menosprecio hacia la agricultura es el mejor combustible para la protesta.
Hay que tener en cuenta que la fuerza desestabilizadora de los agricultores es muy alta, son pocos, pero producen los alimentos
Mientras tanto la extrema derecha, la gran vendedora de soluciones fáciles, está al acecho. No, en vano, está ocupando todas las consejerías de agricultura de las comunidades autónomas. Qué más fácil que no tener que hacer nada, tal y como pregonan. No es el momento de despistarse. El campesinado está haciendo los deberes hacia una alimentación sostenible y de calidad. Acompañémoslos y respectémoslos tal como son merecedores