El giro a la izquierda, la épica de la remontada, el populismo podemita. Estos han sido los titulares y los comentarios de medios y políticos a los últimos anuncios del presidente español sobre medidas para afrontar el impacto de la inflación sobre la mayoría de la población. Españolitos, dicen algunos.
El mito de Robin Hood
A pesar de que buena parte de las medidas son ampliación de otras ya anunciadas y ya hablamos aquí no hace paso mucho, hay alguna nueva que paga la pena valorar más detenidamente. En todo caso, lo más nuevo es el tono, el discurso. La supuesta épica de enfrentarse a los poderosos en provecho de las clases medianas y trabajadoras. Como si se tratara de un nuevo Robin Hood, vaya.
Dice la leyenda, que Robin Hood se dedicaba a tomar las riquezas de nobles y terrateniente ingleses para repartirlas entre los pobres. Las versiones modernas, sobre todo a través del cine, han popularizado la imagen del héroe proscrito enfrentado directamente al sheriff, representando del sistema de poder encabezado por el rey, Juan Sin Tierra.
El dilema del Banco Central Europeo
Como en el caso de las energéticas, la banca también ha empezado a encontrarse con beneficios "caídos del cielo". No tanto porque el Banco Central Europeo ya haya aumentado los tipos de interés -que lo hará en septiembre-, sino por las expectativas de nuevas subidas, una de ellas ya anunciada por la misma ChristineLagarde por antes de final de año. Probablemente los anuncios anticipados del BCE obedecían a la voluntad de no desatar expectativas desmesuradas y evitar movimientos especulativos derivados de la incertidumbre. Aun así, el precio al que los bancos se prestan el dinero entre ellos y valor general de referencia, el euribor, ya ha empezado a subir y los especuladores han considerado que los aumentos del precio del dinero anunciados por el BCE solo son el aperitivo de nuevas subidas inminentes y más intensas.
Seguramente, es la hora de que la banca devuelva a la sociedad una parte de todo lo que han obtenido los últimos años
Aun así, podrían equivocarse porque si bien la tradicional política de los bancos centrales -y la que ahora mismo ya practican la Reserva Federal norteamericana y el Banco de Inglaterra- es la de subir el precio del dinero para frenar las tensiones inflacionistas, ahora no está claro que, cuanto menos en Europa, se opte por esta vía. Y es que uno subida de tipo mucho intensa podría todavía reforzar la crisis económica que amenaza el continente. Sobre todo si la industria alemana queda sometida a restricciones energéticas debido a su dependencia del gas ruso.
El impuesto temporal a la banca
No defenderemos ahora a la banca, pero lo cierto es que el sector acaba de recuperar la vía de los beneficios después de dos años de ajustes intensificados por la pandemia. Ajustes que se han traducido en importantes cierres de oficinas y despido de trabajadores.
En cualquier caso, lo que sí es evidente es que el sector financiero fue rescatado masivamente, hace poco más de diez años, con recursos públicos en todas las economías occidentales y, en nuestra casa, son de los primeros beneficiados del sistema que prevé jubilaciones anticipadas con cargos adicionales a la caja de la Seguridad Social. Y que, como todas las grandes empresas, pagan mucho menos impuestos de los que los tocaría.
Por lo tanto, ya está bien un impuesto temporal sobre la banca, que la misma Lagarde ya hace días que apuntó. Seguro que con la subida de tipos podrán aumentar los márgenes con que trabajan y esto les ayudará a hacer más dinero. Ahora, seguramente, es la hora de que devuelvan a la sociedad una parte de todo el que han obtenido los últimos años.
La gratuidad de los trenes de cercanías y de media distancia
Alemania ya decretó hace unos meses una importante rebaja en los trayectos en trenes regionales y metropolitanos. La movilidad metropolitana es poco sensible -cuando menos a corto plazo- al precio. El ciudadano dispone de una oferta eficiente de transporte metropolitano o coge el vehículo privado. En cambio, donde la medida sí que parece que ha funcionado ha sido en los trenes regionales. Primero por la densa y equilibrada red de ciudades alemana. Y segundo, porque la alta velocidad no está tan desarrollada como en España y los trenes regionales siguen siendo bastante eficaces y competitivos -sobretodo si se bajan sustancialmente las tarifas- con el vehículo privado.
Así, que desde la Moncloa se fijan en el ejemplo alemán y amplían las medidas ya anunciadas en materia ferroviaria. En principio, un mensaje a favor del transporte público que compensa ideológicamente la subvención a los carburantes del transporte privado.
Seguramente, los asesores monclovitas no cayeron primero que el transporte público más utilizado es el metropolitano, que está en manos de ayuntamientos, áreas metropolitanas y comunidades autónomas. Por lo tanto, a pesar del ofrecimiento inicial de contribuir a rebajar los abonos en un 30%, el requisito que las administraciones titulares tengan que añadir un 20 % adicional hace la medida menos efectiva y más incierta. Sobre todo a las administraciones locales y autonómicas no gobernadas por los socialistas, que son la mayoría.
Como casi todo en la vida, todo tiene dos caras y la positiva es que las ventas a los Estados Unidos y el área del dólar son más competitivas -podremos exportar más
Los asesores monclovitas quizás no sabían -o sí que lo saben y solo quieren enredar la troca- que el transporte regional en España está bajo mínimos excepto en Catalunya y en la comunidad de Madrid. La política de hacer llegar el AVE a todas las capitales de provincia, aunque sea para conectarlas con Madrid, ha convertido la red de alta velocidad no en un corredor para unir grandes núcleos de elevada demanda, sino en una red regional que, obviamente, se pisa con la que ya existía. Por lo tanto, la opción de Renfe ha sido ir eliminando la oferta de conexiones regionales en ancho ibérico para ahorrarse costes y mirar de compensar las deficitarias conexiones en alta velocidad.
Según la reciente creada Alianza Ibérica por el Ferrocarril, fuera de Catalunya y Madrid apenas hay uno o dos trenes regionales -entre ciudades de 250.000 habitados hacia arriba- al día sobre vías convencionales, cuando en Francia o Alemania hay 10 o 15.
En conclusión, el anuncio sobre la gratuidad de los abonos a los servicios regionales durante cuatro meses es poco más que humo. Y en cuanto al transporte metropolitano no parece que sea mucha cosa más.
La caída del euro encarece un veinte por ciento las importaciones energéticas
Todo ello todavía se complica más con la revalorización del dólar ante el euro, o el mismo yen japonés. Las elevadas tasas de inflación estadounidenses – allí sí con una demanda recalentada por las importantes ayudas gubernamentales a las familias-, ha obligado a la Reserva Federal a ser muy diligente con el aumento de tipos de interés y los capitales abandonan otras monedas para encontrar refugio en un dólar más rentable y más seguro. Porque estos mismos capitales anticipan y refuerzan la tesis de que Europa pronto entrará en recesión. Y es que llueve sobre mojado. Porque la gran mayoría del comercio internacional se hace en dólares, empezando por la energía que, solo por la depreciación del euro en un año ya se ha encarecido un 20 por ciento. Y el mismo, más o menos, en cuanto a los cereales y otras importaciones alimentarias.
Como casi todo en la vida, todo tiene dos caras y la positiva es que las ventas en los Estados Unidos y el área del dólar son más competitivas -podremos exportar más- y que a los turistas de estos países les resulta más barato venir a nuestra casa, como ya estamos notando a estas alturas. Pero en la actual coyuntura, la depreciación del euro ante el dólar es globalmente una mala noticia adicional.
Curas paliativas y de curandero
El verbo afilado de las réplicas parlamentarias de Sánchez calificó, con razón, de soluciones de curandero las propuestas esbozadas por la derecha para afrontar la crisis de la inflación. Aun así, en el mejor de los casos, las de Sánchez solo son curas paliativas, si no abiertamente placebos para entretener al enfermo.
Las medidas estructurales que podrían haber hecho la economía española menos vulnerable a la crisis inflacionaria no se han tomado en todos estos años de mandato por falta de voluntad política. Con todas las limitaciones derivadas de la globalización, el marco europeo y la misma acción pública, el gobierno "más progresista de la historia" no ha avanzado nada, o muy poco como máximo, en el regreso de la competitividad a los mercados oligopolísticoss que son ineficientes, captan muchas rentas que no les corresponderían y restan competitividad y bienestar. Como compensación, se pretende castigar a algunos con nuevos impuestos temporales y cosméticos.
Las medidas estructurales que podrían haber hecho la economía española menos vulnerable a la crisis inflacionaria no se han tomado en todos estos años de mandato por carencia de voluntad política
Por no hablar de la reforma fiscal que tendría que dejar de penalizar a las clases medias trabajadoras y las pequeñas y medianas empresas. Que tendría que contribuir a disminuir la economía sumergida y a evitar el escándalo de las grandes empresas que casi no pagan impuestos.
Y, a pesar del único intento positivo con la subida del Salario Mínimo, todavía estamos muy lejos de revertir un modelo económico basado en salarios bajos y trabajadores pobres. Hablando de salarios bajos, no hace mucho, en un encuentro en Madrid de las principales patronales del comercio, la restauración y la distribución, la reclamación al gobierno español fue de potenciar la inmigración de africanos y latinoamericanos porque los trabajadores que podrían venir del este -como por ejemplo de Ucrania- ya estaban bastante bien en su casa para obtener los salarios que el sector los pretendía ofrecer.
Y ya no hablamos de políticas a largo plazo de eficacia de la Administración pública y de sus inversiones o de mejora de la educación y la formación permanente o de apoyo a la ciencia y la innovación. Esta es la diferencia entre políticas efectistas y superficiales y políticas verdaderamente transformadoras.
La Carta Magna de Juan Sin Tierra
De Robin Hood no tenemos ninguna evidencia histórica de que contribuyera a la justicia y al progreso de la sociedad inglesa. Aun así, años después, una revuelta impuso a Juan Sin Tierra, la CartaMagna Libertatum, que limitaba el poder del monarca y lo sometía a la ley y al control de una comisión o parlamento. La Carta Magna está considerada un valioso antecedente de las constituciones modernas, pero no se tiene ninguna constancia de que Robin Hood tuviera nada a ver.
Ahora, no nos equivoquems. Al rey inglés Juan I Plantagenet se le ha quedado el apodo de Sin Tierra no porque la Magna Carta lo desposeyera de sus propiedades, sino porque inicialmente era el quinto hijo del rey Enrique II y, como tal, no tenía derecho a muchas propiedades. Hasta que se convirtió en rey, claro.