Desde el año 1961, cuando se instaló una primera unidad en una línea de fundición de la General Motors, los robots son una realidad en el interior de las fábricas, aportando productividad y calidad a los procesos industriales. Así, por ejemplo, hoy es imposible imaginar el sector de la automoción sin el uso intensivo de los robots en las líneasde producción.
Hace 10 años empezó una segunda juventud de la robótica industrial, con la aparición del concepto del robot colaborativo, aquel que es intrínsecamente seguro y que, por lo tanto, puede trabajar sin vallas de seguridad. Esta característica que le permite una mayor flexibilidad, más el hecho que la mayoría de fabricantes que ofrecen productos en este ámbito proponen sistemas de programación bastante más simples que sus hermanos mayores, han hecho que la robótica se introduzca en nuevos sectores y empresas de medida más pequeña que las que históricamente se habían robotizado, permitiendo que se beneficien de ganancias en productividad.
Pero si hablamos de robótica a nivel de gran público, normalmente venden a la mente imágenes sugeridas desde la ciencia ficción: dispositivos habitualmente dotados de un remarcable grado de destreza e inteligencia que los permite adaptarse a su entorno y realizar actividades de valor. Una imagen tan sugerente cómo, actualmente, alejada de la realidad.
Normalmente venden a la mente imágenes sugeridas desde la ciencia ficción: dispositivos dotados de un remarcable grado de destreza e inteligencia que los permite realizar actividades de valor
A pesar de no corresponder con el que la imaginación lleva tiempo proponiéndonos, lo que es cierto es que los robots cada vez están más presentes en nuestras vidas. La robótica de servicios, concepto que incluye todos los robots con actividad fuera de las líneas de producción, se está consolidando con propuestas que aportan gradualmente más valor en sectores más diversos.
La tipología actualmente en mayor expansión es la de robótica logística, es decir, aquellos dispositivos robóticos que mueven otros objetos. La aceleración en el cambio de los hábitos de compra, derivados de la covid-19, con el incremento del comercio electrónico, ha provocado la euforia en el mercado de la robótica móvil orientada a almacenes y, por extensión, al movimiento de materiales dentro de las fábricas.
El coche autónomo, en realidad un tipo específico de robot, y los robots de entrega de última milla -aquellos que buscan sustituir los repartidores entre la tienda y la puerta de nuestra casa- están resolviendo bastante rápidamente el reto tecnológico que suponen y, a pesar de que no de manera inmediata, se intuye que más temprano que tarde serán una realidad en nuestras calles y carreteras. Por cierto, a pesar del ruido mediático que generaron hace un tiempo, más allá de algunos casos muy particulares, a los drones no se los espera en esta fiesta.
Hasta que los robots domésticos no incorporen la manipulación de objetos no los dejaremos entrar de manera masiva en nuestra casa
En el ámbito doméstico, de momento, los robot-aspiradora son los únicos que han conseguido aportar un valor que haya implicado su presencia masiva dentro de los hogares. Ha habido varios intentos de proponer nuevos conceptos que se consoliden como dispositivos habituales, junto a televisores, neveras, lavadoras y microondas. El último es el de añadir movilidad a los asistentes virtuales (Google Hombre, Amazon Echo, Apple HomePod...) pero no parece un valor que justifique el relevante sobrecoste que comporta. Se intuye que hasta que los robots domésticos no incorporen la manipulación de objetos no les dejaremos entrar de manera masiva en nuestra casa, pero llegar a este punto de desarrollo todavía no se ve inmediato.
Igualmente, el espacio privado ve cómo están llegando propuestas robóticas, pero también en este caso el precio elevado de las soluciones y la limitación de las prestaciones hacen prever que el sexo no logrará el grado de tracción del mercado que va suponer en el ámbito de Internet. Más adelante ya veremos cómo evoluciona, sobre todo si resultan ciertas las encuestas que indican que una parte significativa de la población se puede sentir más cómodo interaccionando íntimamament con un robot que con una persona real. Los cambios sociológicos que esto puede implicar pueden llegar a ser realmente relevantes.
Y mientras el amor todavía queda lejos, la guerra ya está aquí. A pesar de que pueda haber un cierto pudor a admitirlo y que exista entre amplios colectivos una desazón profunda por las implicaciones éticas y operativas de los llamados killer robots, lo cierto es que las potencias militares ya disponen de robots autónomos con capacidad de matar sin intervención humana. Esperamos que nuestra especie sea capaz de regular este ámbito antes de que sea demasiado tarde. Con otras tecnologías bélicas (armas biológicas, nucleares...) lo hemos hecho, pero una vez abierta la caja de Pandora, y en este ámbito ya la hemos abierto, no hay manera de volverla a cerrar.
Hay que tener presente la plegaria del Papa Francisco: "que el progreso de la robótica esté siempre al servicio del ser humano"
Sabemos que la tecnología en sí es neutra. Bien utilizada permite grandes beneficios: dispositivos robóticos están interviniendo cada vez más, con un progreso que se prevé acelerado durante una larga temporada, en el ámbito de la medicina, tanto quirúrgica cómo rehabilitadora; de la investigación científica, enviando robots a donde el ser humano no puede llegar, ya sean otros planetas, el fondo marino o en medio de los huracanes; en situaciones de emergencia, como incendios o derrumbamiento de edificios; en tareas agrícolas, limpiando los campos de malas hierbas o en tareas de recolecció; en actividades de inspección y mantenimiento de infraestructuras, como puentes, cañerías, molinos aerogeneradores o líneas de alta tensión. En definitiva, prácticamente en todas partes.
Sabemos dónde estamos pero, por mucho que siempre haya gente que cree disponer de una bola de cristal, no sabemos a dónde llegaremos. Allá donde sea, sin embargo, será porque nosotros nos hemos llevado. Así que mientras vamos recorriendo el camino, estaría bien tener presente la plegaria del mes que el Papa Francisco recomendó en noviembre del 2020: "que el progreso de la robótica esté siempre al servicio del ser humano".