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Sadismo, el Barça y su desmutualización

Pronto saldremos de dudas: el club puede mantener la estructura de propiedad de los socios o transformarse en sociedad anónima

El presidente del Barça, Joan Laporta, en la asamblea general ordinaria de 2021 | Europa Press
El presidente del Barça, Joan Laporta, en la asamblea general ordinaria de 2021 | Europa Press
Barcelona
29 de Octubre de 2021

En los últimos tiempos, hemos insistido muchas veces en que uno de los valores medulares que integran el ADN del FC Barcelona es su estructura de propiedad, es decir, la forma jurídica que permite que el club funcione a partir de unas bases democráticas donde todos los socios son propietarios y cada uno de ellos representa un voto. No es ningún secreto que la situación de desequilibrio patrimonial en la que el tándem Rosell-Bartomeu ha dejado la entidad azulgrana pone en riesgo esta naturaleza jurídica de carácter mutual y que los cantos de sirena para transformar el club en una sociedad anónima deportiva ya son aquí. Precisamente, hace apenas dos meses, en un artículo titulado Un club en ruinas: la insufrible herencia de Bartomeu, pusimos sobre la mesa el tema de la posible transformación del Barça en SAD y nos apresurábamos a avisar que la presión mediática sería intensa para convencer a los socios de renunciar a uno de los elementos definitorios del club, a la vez que también uno de sus factores diferenciales. El artículo mencionado acababa con la frase "en todo caso, habrá que estar preparados para soportar la lluvia fina que intentará llevar los socios hacia este escenario. Tendremos tiempo de hablar de ello". El momento de hablarlo ha llegado, porque la lluvia fina ya está aquí.

 

Dicho y hecho, últimamente han empezado a aparecer artículos en prensa que, con diferentes argumentos, proponen la transformación del club en SAD como solución mágica. El primero que queremos destacar es el que firmaba Joan Vehils para el diario Sport. Ya en el primer párrafo demostraba de manera contundente el desconocimiento que tenía de lo que es una sociedad anónima. Decía que "visto lo que hemos visto, quizás lo mejor es que el Barça se plantee reconvertirse en una sociedad anónima. De este modo, evitaríamos que un día el club entre en quiebra, se derrumbe el Camp Nou a pedazos o los directivos, ejecutivos y socios pasen de las pesadas discusiones habituales a las manos". Esta es precisamente una de las falacias que se repetirán estos días, la que asegura que el modelo de propiedad está relacionado con la calidad de la gobernanza. Pensar que una sociedad anónima implica una gestión más responsable per se es no conocer el mundo empresarial: tenemos miles de ejemplos, desde gigantes como Abengoa o Pescanova que han quebrado (siendo, además, sociedades cotizadas en bolsa, con todos los supuestos requisitos de transparencia que implica), a negocios más pequeños como el Grupo Zeta, que han sido revendidos a precio de chatarra porque habían llegado a una situación insostenible desde el punto de vista financiero. De manera adicional a la falacia de la mejor gobernanza, el autor del artículo deja caer que ser una sociedad anónima implica poder hacer fichajes de lujo para competir con los mejores. En este punto hay que recordarle, por un lado, el gran gasto en contrataciones y en salarios que ha hecho el Barça durante la última década, y que lo situaban como el club deportivo más generoso del mundo y de todos los deportes a la hora de retribuir a sus deportistas; y por la otra, recordarle también las Champions League ganadas por el Real Madrid ante todas las SAD de Europa y, por encima de todo, la escasa nómina de jugadores supuestamente estelares (al nivel de Messi, Mbappé o Neymar) que tienen los últimos campeones de Europa (Liverpool FC, FC Bayern y Chelsea FC).

Pensar que los clubes de la Premier League dominan el viejo continente por su forma jurídica y no por el trabajo bien hecho es un error grave de enfoque

Más recientemente, esta misma semana, el periodista inglés John Carlin también se apuntaba a la fiesta. Con más luces que Vehils, pero también con el argumento espurio de la capacidad competitiva de un Barça transformado en SAD, escribía un artículo en La Vanguardia donde afirmaba que "los dos legendarios clubes españoles [Barça y Real Madrid] están destinados a dejar de competir en Europa mientras mantengan su estructura de club de tenis vecinal (...)". Pensar que los clubes de la Premier League dominan el viejo continente por su forma jurídica y no por el trabajo bien hecho es un error grave de enfoque; con los clubes de la Bundesliga pasa lo mismo. Si esta afirmación funcionara, los clubes italianos -tan sociedades anónimas como los ingleses y alemanes- continuarían arriba del todo, y en realidad vemos casos como el del histórico Milan AC, que hace tiempo que flirtea con la quiebra.

 

Un valor añadido

Costará mucho trabajo deshacerse de las falacias, pero hay que mantenerse firmes en la defensa del club y sus esencias, que al mismo tiempo son sus fortalezas: hay que ir a buscar seguidores en todo el mundo que se identifiquen con el espíritu mutual de la entidad azulgrana ante las sociedades anónimas sin alma ni valores. La singularidad que algunos presentan como una desventaja competitiva es, en realidad, un valor añadido que hoy nadie o casi nadie más en el mundo puede acreditar.

Más allá de las justificaciones estéticas que se buscarán para conseguir el asalto al club, hay un tema de fondo que es el verdadero riesgo, y no es ningún otro que la precaria situación económica de la entidad, que a estas alturas muestra un pasivo que sube hasta los 1.500 millones de euros, combinado con la escasa capacidad secular para generar beneficios y con un escenario de aparición inminente como es la previsible reducción de escala de la industria del fútbol (no es ningún secreto que el valor de los derechos de televisión ya hace tiempo que va a la baja, a lo que habrá que añadir la reducción del importe de los patrocinios y el posible deterioro de los ingresos por match day). En esta tesitura, parece muy arriesgado embarcarse a deprisa y corriendo en el Espai Barça, que implica un endeudamiento adicional de 1.500 millones de euros y que tiene como sustrato un proyecto elaborado por la junta anterior ahora hace ya seis años. Cuesta entender que la administración Laporta no haga una pausa, tome oxígeno y se ponga a diseñar un proyecto que se ajuste a las nuevas necesidades del club. El mundo futbolístico de 2016 (momento en el que se aprobó el proyecto) no se asemejará nada al de una década después, cuando está previsto que finalicen las obras. La necesidad de aprovechar las licencias concedidas por las administraciones no parece suficiente motivo como para continuar con un proyecto donde solo se han aplicado modificaciones menores. Dentro de los 1.500 millones de euros que se buscarán en el mercado para financiar todo esto (y que todo parece indicar que vendrán a través del banco de inversión Goldman Sachs) hay incluidos 420 millones para levantar un nuevo Palau Blaugrana (y anexos) que parece del todo prescindible en una economía de guerra como es la que hoy sufre el FC Barcelona.

La bendición de Laporta podría ser la pieza clave que la providencia ha puesto en manos de todos aquellos poderes más o menos ocultos que desean la transformación del Barça en sociedad anónima

Estas prisas por sobreendeudar el club nos pueden llevar a un callejón sin salida y que ante el eventual impago de cuotas de los voluminosos préstamos que el club tendrá en vigor, los acreedores puedan plantear la solución mágica: la transformación de la entidad barcelonista en sociedad anónima y la capitalización de la deuda, es decir, la transformación de deudas en capital social (acciones) de la nueva sociedad. Teniendo en cuenta el elevado volumen de deuda al que se llegará una vez aprobado en asamblea la financiación del Espai Barça (cerca de 3.000 millones de euros) y el valor estimado del club (unos 4.100 millones de euros, según la publicación norteamericana Forbes), la porción de capital a la que podrían acceder los acreedores que capitalicen su deuda sería muy relevante. Si, además, existe una aportación adicional de dinero "nuevo" para sanear el club, la parte que pueda quedar disponible para los actuales socios sería muy exigua.

Uno de los principales argumentos del socio culer para votar a Laporta en las últimas elecciones era la aspiración de que él sería el único capaz de conseguir que Messi continuara vistiendo de azulgrana esta temporada, después de la crisis del burofax. La realidad es que hoy Messi vive en París y que la imagen de Laporta ha quedado indemne de este fracaso, en medio de un embrollo de explicaciones donde se mezclan límites salariales, Javier Tebas, el fondo de inversión CVC y los avaladores que parecen mover los hilos en la sombra. En vista de esto, la bendición de Laporta podría ser la pieza clave que la providencia ha puesto en manos de todos aquellos poderes más o menos ocultos que desean la transformación del Barça en sociedad anónima, pero que no se atreven a hacerlo en nombre propio. Un servidor tiene el presentimiento de que pronto saldremos de dudas.