Las redessociales empiezan a experimentar un cierto declive. Tres de cada 10 usuarios han abandonado alguna en los últimos doce meses; IABSpain afirma que se ha estancado su uso generalizado. Así pues, estarían llegando a su techo desarrollando las funciones actuales. Este hecho se produce cuando la mayoría muestra una tendencia hacia la frivolidad, la palabra gruesa, las insidias, las falsedades o los ataques indiscriminados. El entretenimiento ha vencido lo que podría haber sido la plaza pública de los contenidos serios y del respeto. Es evidente que el objetivo de sus fundadores no se dirigía a mejorar el diálogosocial sino a dar voz a todo el mundo abaratando costes. La UE tiene la posibilidad de demostrar estos días que la Ley de Servicios Digitales (DSA) es capaz de frenar el deterioro del climacomunicacional imponiendo sanciones ejemplares.
El 85% de la población española usa alguna red social. Según datos de Datareportal, YouTube encabeza la lista de las 10 de mayor audiencia, seguida de WhatsApp, Instagram, Facebook, LinkedIn, TikTok, Twitter, Messenger, Pinterest y Snapchat. Así, los españoles dedican de media diaria 1 hora y 39 minutos a las plataformas sociales, frente a las 2 horas de media en Europa, según Coobis. Veinte años de vida han convertido la jungla comunicativa en un espacio de entretenimiento más que de conversación reposada y respetuosa.
El 85% de la población en España usa alguna red social
Muere el papel. Solo consume periódicos imprimidos el 13,7% de la población española mayor de 14 años, cuando en el 2000 era el 36,3%, mientras en los quioscos se vende de todo menos diarios y revistas. Lo mismo se puede decir de las radios y de las cadenas de televisión generalistas: la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC) apunta que los oyentes y telespectadores huyen hacia las temáticas y las plataformas. Todo el mundo lucha por expandir su influencia, pero les cuesta demasiado a los editores tradicionales incrementar los subscriptores en línea; más todavía, crear nuevas comunidades propias que incorporan su apoyo.
Con apenas veinte años de vida, las redes sociales actuales han desplazado a la generación anterior los reyes de la cual eran Friendster, MySpace, Orkut, Hi5, o la histórica SixDegrees, que fue la primera que se puede considerar como tal, creada por AndrewWeinreich, el pionero norteamericano, poco después de que Tim Berners-Lee creara la worldwide web; ni nos acordamos de estas. La revolución en las próximas décadas llevará el nombre de Woonkly, Horizon Worlds, Tunel, Caffeine, Supernova, etcétera. Todas ellas competirán ferozmente con las presentes añadiendo inteligencia artificial, metaverso, más juegos y animación, elementos de ESC o NFT. ¿Quién ganará? Facebook pierde parte de su atractivo. TikTok aumenta su influencia, mientras WhatsApp, YouTube e Instagram aguantan el tirón; de hecho, se han convertido en la Santísima Trinidad digital que son cuatro. Continuarán manteniendo su influencia las relacionales generalistas; aumentarán las dirigidas a nichos, es decir las temáticas y las profesionales; y todas se decantarán hacia el entretenimiento. ¿Contribuirá esta evolución a la mejora del debate público?
Solo consume periódicos imprimidos el 13,7% de la población española mayor de 14 años
Antes, el monopolio de la información periodística estaba en las manos de los diarios, de las revistas, de las radios, de las televisiones, de las vallas publicitarias, de los murales, o de las inscripciones en los edificios, en las tiendas, en los monumentos. Anteriormente, el circuito informativo pasaba por las gacetas, las hojas arandelas, la literatura de cordel -desde el nacimiento de la imprenta-; antes, de los púlpitos a las iglesias, de los predicadores o activistas en la calle, de los vendedores ambulantes, de los goliardos que cotilleaban por todas partes, de los transmisores orales en las plazas. Más lejos todavía, encontraríamos el Acta Diurna de Julio César, que se considera el primer boletín de noticias semanales sobre hechos políticos y sociales, en el siglo primero. Perdidas en el tiempo, las pitonisses del Oráculo de Delfos, en el siglo VIII a.C., también formaban parte del gremio; ahora bien más que noticias daban la buenaventura.
Unidireccionalidad
Todas estas formas de información tenían un denominador común: la comunicación iba en una dirección. Uno se pronunciaba, los otros escuchaban. El cambio radical del poder a la información se produjo cuando la comunicación dejó su unidireccionalidad. Es decir, cuando se popularizan las redes sociales. Del monopolio de la información en manos de la iglesia a los sermones, de los gobiernos que abrían o cerraban diarios, de los líderes obreros y de los activistas a través de los mítines, de los periodistas o de los amos de las hojas arandelas, las gacetas, los diarios, la radio y la televisión, se ha pasado al poder a las redes -concentrado también en muy pocas manos-, pero donde la materia prima no sale de una fuente sino que todo el mundo dice la suya. Se ha democratizado la información para poder decir, por ejemplo, que se ha producido una matanza de niños judíos que al final nadie ha podido confirmar.
Está claro que los receptores de épocas anteriores podían responder a través de las cartas al director del diario, de las protestas, de las hojas en blanco, de las huelgas normales o a la japonesa, pero se trataba de una capacidad de respuesta meramente testimonial. Rota la unidireccionalidad de la comunicación, la cuestión fundamental es quién controla ahora la jungla comunicativa y de qué manera. Si las legislaciones de prensa eran una hoja de papel muy fino que servía tanto para abanicar como para prender fuego, la UE, muy tímidamente, empieza a aplicar la Leyde Servicios Digitales (DSA), a los responsables de las redes para diseminar contenidos ilegales o falsos. Hay que seguir de cerca estos pleitos para saber si en el ámbito de la UE hay control democrático de las redes.
Ben Smith, excolumnista del 'The New York Times': "El sueño de Silicon Valley excluye totalmente el periodismo profesional"
Ben Smith, un periodista todoterreno que fue columnista del The New York Times, en su último libro Traffic, certifica el declive definitivo de los medios tradicionales, a la vez que anuncia la muerte de las redes sociales como red pública: "El sueño de Silicon Valley excluye totalmente el periodismo profesional", declaraba el otro día en una entrevista a ElPaís; resulta más barato que cada cual diga lo que le parezca que no pagar equipos de periodistas que gestionen contenidos de calidad.
¿Dónde queda el espacio para la conversación reposada y respetuosa si las redes sociales la rehusan? Alguien tendrá que ocupar la gran plaza pública contemporánea donde se han instalado hoy TikTok, WhatsApp, YouTube e Instagram. El autor del libro solo confía en el correo electrónico, en las newsletters de nicho y sueña en recuperar la confianza en las viejas instituciones que las precedieron, es decir, los diarios en papel o digitales: una decisión que tienen que tomar las mismas redes sociales o aliarse con los creadores de contenidos de calidad.