La segunda revolución verde

Las nuevas tecnolgías pueden actuar en favor de la eficiencia productiva en la agroalimentación, de tal manera que con menos recursos se obtenga un mejor resultado

La segunda revolució verde tiene que obtener un mejor resultado con menos recursos | iStock
La segunda revolució verde tiene que obtener un mejor resultado con menos recursos | iStock
Barcelona
12 de Mayo de 2021

200 años después, Thomas Malthus todavía sigue hoy presente. La demanda de alimentos aumenta al ritmo de la población y la mejora de las rentas. Mientras tanto, la producción se ve obligada a seguirla con dificultades. El hambre y la desnutrición siguen afectando a cientos de miles de personas. La humanidad se ha enfrentado contra esta plaga con ciencia y tecnología. Un hito sobresaliente en la lucha por alimentar a todos fue la llamada revolución verde de los años 60, identificada en la figura del agrónomo Norman Borlaug, premio Nobel de la Paz, por sus trabajos en hibridación de los cereales. La revolución verde, además de los logros en la mejora genética, cubrió diferentes aspectos de la agronomía.

Por un lado, la mecanización que, en positivo, multiplicó la productividad y redujo extraordinariamente los costes, pero, en negativo, dejó a muchos agricultores sin trabajo y provocó migraciones masivas a la ciudad, con costes sociales extraordinarios. Por otro lado, la revolución verde incorporó masivamente agroquímicos con efectos contundentes en la producción, pero con graves impactos ambientales, suficientemente conocidos. Las consecuencias del productivismo se están manifestando en pérdidas de  recursos básicos para el futuro. Se han contaminado y/o se han perdido suelos fértiles, se ha contaminado el agua, se ha perdido biodiversidad y se han desperdiciado alimentos. Todo esto se ve exacerbado por el cambio climático.

La revolución de la sostenibilidad

En el siglo XXI, una vez más, es necesario reclamar el apoyo de la ciencia y la tecnología, esta vez para una misión más compleja: alimentar al mundo sin cruzar los límites ecológicos de la tierra. La sostenibilidad se convierte en el lema de la segunda revolución verde. Hay que resolver el sudoku de una demanda creciente, unos recursos menguantes y unas exigencias de sostenibilidad que condicionan las opciones productivas. Para aumentar la producción de alimentos no podemos deforestar más bosques, ya que ésta es una causa importante del cambio climático. Hay que hacer más con menos. Es necesario ser más eficientes, pero al mismo tiempo más empáticos con el medio natural.

La defensa de la biodiversidad será un objetivo fundamental. No hay, sin embargo, una solución lineal y simple. Solo hay un camino lleno de complejidad. Es necesario producir de manera sostenible, es necesario producir lo suficiente para toda la población y es necesario que los alimentos estén disponibles para todos. No hay atajos. Pero contamos con herramientas, herramientas renovadas con el apoyo del progreso en ciencias de la vida y tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Por el contrario, un posible regreso a las técnicas del pasado, huyendo de los efectos del productivismo, no sería más que una utopía, ya que no sería capaz de responder al desafío alimentario mundial.

La segunda revolución verde debe resolver el sudoku de una demanda creciente, unos recursos menguantes y unas exigencias de sostenibilidad que condicionan las opciones productivas

Las nuevas herramientas tecnológicas pueden actuar en favor de la eficiencia productiva, de modo que con menos recursos se obtenga un mejor resultado. Pero también pueden hacer que la producción tenga menos impacto ambiental. Y, en tercer lugar, pueden reducir los costes haciendo que los alimentos sean asequibles para personas con ingresos bajos. El mejor conocimiento de la biología vegetal y animal, la biología molecular y la agroecología están facilitando el diseño de estrategias productivas más sostenibles, utilizando la información que la naturaleza proporciona. Algunos ejemplos, de los desarrollos actuales, pueden ser orientadores:  

  • Desde la mejora genética clásica hasta la ingeniería genética convencional y la técnica CRISPR. La edición genética (CRISPR) abre posibilidades inimaginables que la sociedad tendrá que saber gestionar, a pesar de las lógicas reticencias actuales. Pero, en cualquier caso, a través de la mejora genética clásica, la ingeniería o la edición genéticas se pueden obtener mejoras importantes en los rendimientos de plantas y animales, plantas resistentes a enfermedades, a depredadores, a la sequía, más eficaces en el uso del nitrógeno, etc. Mejoras que evitan el uso de agroquímicos o resuelven problemas contra diversos riesgos. La biotecnología es, sin duda, una herramienta decisiva en la producción sostenible.
  • Defensa vegetal y animal con estrategias sostenibles. A partir de un mejor conocimiento del ecosistema, se están diseñando estrategias más resilientes para la producción agrícola. Por ejemplo, aplicando mecanismos naturales de defensa en la producción integrada, control integrado de plagas utilizando depredadores o utilizando microorganismos especializados en ciertas funciones.
  • Gestión eficiente del agua. Una buena gestión del agua en un entorno donde este recurso es escaso es esencial. Hoy en día, con una tecnología de riego eficiente, se obtienen reducciones de hasta el 60% del consumo con respecto a la gestión tradicional de riego. Al mismo tiempo, estrategias como el riego deficiente, basado en el desarrollo fenológico de la planta, obtienen buenos resultados productivos en condiciones de escasez de agua. Asimismo, las técnicas de hidroponía proporcionan mejoras espectaculares en rendimientos de la producción.

  • La agricultura de precisión integra riego eficiente con fertirrigación, de modo que la aportación de fertilizantes y otros insumos de defensa vegetal se realiza a través del agua. El riego se gestiona a través de un centro procesador basado en la inteligencia artificial que toma las decisiones adecuadas en función de la información proporcionada por los sensores o biosensores instalados en el suelo o en la planta y los datos obtenidos de la teledetección por dron, avión o satélite.
  • Gestión más sostenible de los cultivos.Diversificación de cultivos con alternancia de cultivos fijadores de nitrógeno, agricultura de conservación y agricultura regenerativa,con el objetivo de preservar físicamente los suelos y su calidad y capacidad de almacenamiento de carbono, un recurso al mismo tiempo esencial y solo renovable a muy largo plazo.
  • Mecanización más eficiente. Por ejemplo, se considera que, con la adopción de la vendimiadora mecánica, se puede realizar la tarea de 33 trabajadores en vendimia manual, además se puede trabajar por la noche, lo que hace posible una vendimia más rápida y de mayor calidad. Los tractores están equipados hoy en día con conducción automática por satélite (GPS) programado con funciones de inteligencia artificial. A su vez, los robots comienzan a incorporarse a la recolección de frutas y otras funciones, reduciendo costos y evitando riesgos personales.

En cualquier caso, debemos ser conscientes de los límites físicos de las mejoras en la productividad. Podemos mejorar en gran medida la eficiencia, pero hay límites que no podremos cruzar. Las tendencias así lo indican. Por ejemplo, entre 1961 y 1981 el trigo en Estados Unidos mejoró su rendimiento en un 44%; entre 1991 y 2011, el aumento fue de solo el 27%. Sin duda, existen muchos países donde las posibilidades de mejora siguen siendo extraordinarias, pero hay que ser conscientes de los límites y revisar estrategias. Hasta ahora, la mejora se basa en una capacidad dada por la planta para capturar energía solar y dirigirla más eficazmente al aumento de la producción u otros propósitos de mejora. Una nueva línea de progreso es salir del esquema actual y promover que la planta sea capaz de recoger más energía del sol, es decir, mejorar el rendimiento fotosintético o la capacidad de la planta para transformar la energía del sol en biomasa.

Catalunya cuenta con un sector agroalimentario potente y organizado, y con una buena estructura de I+D+i

El desafío es enorme y deben abrirse nuevas estrategias de acción:

  • Los centros de coordinación mundial deberían promover acuerdos que clarifiquen el uso de los desarrollos más avanzados de la biotecnología. En este tema, Europa tiene respuestas pendientes.
  • Hay que avanzar en nuevas fuentes de proteínas: algas, insectos, carne de laboratorio...
  • Se deben tomar medidas no solo en materia de producción,sino que debe actuarse en el consumo alimentario, es decir, la demanda. En este sentido, debe promoverse una dieta más vegetal y equilibrada, como es la dieta mediterránea.
  • El problema del despilfarro alimentario debe abordarse rigurosamente promoviendo una cultura más consciente.
  • Los agrocombustibles deben eliminarse,es decir, los biocombustibles de primera generación. Las tierras agrícolas no pueden utilizarse para la producción de energía.
  • De la misma manera no se puede estampar el suelo agrícola productivo con paneles solares. Un tema especialmente crítico en Catalunya y que muestra la inconsciencia o desconocimiento de la sociedad urbana sobre la alimentación.
  • Por último, es necesario incorporar la demografía entre las variables a tener en cuenta y orientar.

La respuesta en Catalunya

Esta gran transformación propuesta por la nueva revolución verde tiene costos y, si no se establecen mecanismos atenuantes, puede reforzar la concentración y aumentar la desigualdad. En este sentido, sería importante adoptar desde el sector público medidas de orientación y acompañamiento. Pero al mismo tiempo, las pequeñas y medianas empresas agrarias catalanas deberían revisar su capacidad para afrontar el reto. Y, como respuesta necesaria, promover formas cooperativas y solidarias.

Catalunya cuenta, sin embargo, con dos buenas cartas. Por un lado, un sector agroalimentario potente y organizado. Aunque sufrirá profundas transformaciones, tiene sentido pensar que su fortaleza empresarial y su arraigo en el territorio aportaran resiliencia en el cambio.

Por otro lado, Catalunya cuenta con una buena estructura de I+D+i en las universidades y un papel a destacar del IRTA, el Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentària. El IRTA es una suma de éxitos. Como parte del proceso de transferencias a las comunidades autónomas, la investigación agrícola se transfirió íntegramente a Catalunya. Para asumir esta nueva competencia se creó el IRTA el 28 de noviembre de 1985. El primer acierto fue la forma legal: por primera vez se creó un centro de I+D como empresa pública, lo que facilitaría en gran medida la dinámica de gestión y concertación. El segundo acierto es que no fue creado como otra entidad más, sino como núcleo vertebrador de los centros tecnológicos existentes, que originalmente eran independientes. Así, por ejemplo, sumó el Centre Tecnològic de la Carn de Monells, el centro Mas Bové de Constantí, la Fundació Mas Badia de La Tallada d'Empordà, y, más recientemente, también CRESA. Como tercer acierto, se concertó la investigación con las universidades, así nació el centro UPC-IRTA de Lleida (posteriormente UdL-IRTA) y otros acuerdos de cooperación con varias  universidades. Finalmente, como cuarto acierto, IRTA se abrió a la colaboración contratada con la empresa. En este sentido, el IRTA fue un estimulador de la implicación de la empresa agroalimentaria en la investigación y la innovación y, al mismo tiempo, de la aplicación efectiva de los resultados de la investigación en el sector.  

En resumen, se dispone de unas buenas herramientas, pero se necesitan más recursos para la gran transformación que significa la segunda revolución verde. Los recursos económicos son la gran limitación. Es necesario ayudar al sector a emprender los cambios, pero también se necesitan fondos suficientes para avanzar en los objetivos de investigación y desarrollo. Por último, no olvidemos que necesitamos una cultura consciente de la importancia estratégica de la agricultura y la producción de alimentos. En este tema todavía nos falta una puesta a punto.