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'Smart toy': tecnología, diversión y dilemas en los juguetes del futuro

Los juguetes inteligentes se han convertido en protagonistas de las cartas dirigidas a Olentzero y Mari Domingi, ya que ofrecen aprendizaje tecnológico, pero también plantean riesgos

¿Cómo podemos garantizar que estas herramientas sean una ayuda y no un obstáculo? | iStock
¿Cómo podemos garantizar que estas herramientas sean una ayuda y no un obstáculo? | iStock
Alejandro Juez Latatu
Barcelona
02 de Enero de 2025

En las últimas décadas, los avances tecnológicos han transformado no solo nuestras vidas, sino también la manera en que juegan los niños. Los smart toys, juguetes conectados a Internet, se han convertido en un fenómeno creciente. Combinan entretenimiento y aprendizaje, pero también suscitan debates sobre la dependencia, la privacidad y el impacto en el desarrollo infantil.

 

Hace más de 25 años, el mundo presenció el primer smart toy: el Tamagotchi. Aquella mascota virtual que requería una atención constante marcó el inicio de una era en que los juguetes comenzaban a interactuar con los niños más allá del ámbito físico. Hoy en día, los juguetes inteligentes han evolucionado hasta niveles sorprendentes, integrando tecnologías como Internet, la realidad aumentada y la programación. Los niños ya no solo quieren muñecas o coches de juguete. En las cartas escritas a Olentzero y Mari Domingi, piden robots que enseñen programación, gafas de realidad aumentada para explorar mundos virtuales y juegos de mesa híbridos que combinan tableros tradicionales con aplicaciones móviles. Este salto tecnológico no solo redefine el entretenimiento, sino también la manera en la que los más pequeños se relacionan con el aprendizaje y las nuevas tecnologías.

Entre los principales beneficios de los 'smart toys' destaca su capacidad para fomentar habilidades tecnológicas desde bien pequeños. Juegos que enseñan robótica, programación básica o realidad aumentada permiten que los niños sean tanto consumidores como creadores de tecnología

Un ejemplo son los kits como el Lego Mindstorms, que permiten construir y programar robots, o juegos clásicos como el Monopoly o el Trivial Pursuit, que, con aplicaciones de realidad aumentada, añaden una dimensión educativa mostrando casas virtuales o información adicional sobre personajes históricos. Además de enriquecer la experiencia, esto estimula la creatividad y el pensamiento lógico. También favorecen la familiaridad con las herramientas tecnológicas, preparando a los niños para un futuro cada vez más digital. La interacción con estos dispositivos puede ser el primer paso hacia carreras relacionadas con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.

 

¿Diversión o riesgo?

Sin embargo, no todo son ventajas. El uso excesivo de juguetes inteligentes también puede conllevar riesgos significativos. Uno de los problemas principales es la dependencia tecnológica. Los juguetes inteligentes, al ofrecer respuestas inmediatas y muy personalizadas, pueden limitar el desarrollo de habilidades como la tolerancia a la frustración o la capacidad de resolver problemas de manera autónoma. Otro desafío puede ser la reducción del juego social. A diferencia de los juguetes tradicionales, que fomentan la interacción entre niños, algunos juguetes inteligentes tienden a aislarlos, sustituyendo las relaciones humanas por interacciones con una máquina. Esto puede afectar habilidades como la empatía y la comunicación.

Desde un punto de vista técnico, los juguetes inteligentes conectados a Internet también presentan riesgos de seguridad. En un mundo donde los ciberataques son cada vez más frecuentes, estos dispositivos pueden ser pirateados, exponiendo datos sensibles de los niños y sus familias.

Los juguetes inteligentes son una revolución en la industria del juego, ofreciendo una ventana al aprendizaje tecnológico y un puente hacia el futuro digital. Sin embargo, como ocurre con cualquier avance, es esencial encontrar un equilibrio. Promover un uso moderado, priorizar la interacción social y elegir juguetes que estimulen la creatividad puede marcar la diferencia entre un pasatiempo enriquecedor y un riesgo para el desarrollo infantil. Este año, cuando Olentzero y Mari Domingi pasen por los hogares vascos, no solo repartirán regalos, sino también herramientas que modelarán el futuro de los niños. La pregunta es: ¿cómo podemos garantizar que estas herramientas sean una ayuda y no un obstáculo?