Finaliza 2021, un año que a raíz de la pandemia del SARS-CoV-2 se han hecho todavía más omnipresentes las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), algo que usualmente se asocia con la sociedad del conocimiento y que tiñen la mayoría de las actividades económicas y sociales. Una irrupción tecnológica que se ha producido simbióticamente con el crecimiento de internet de alcance mundial. Vivimos un presente que es de transición hacia una nueva era regida por la información y el conocimiento. Información y conocimiento que fluyen por todas partes gracias a internet, convirtiéndose estos en el elemento nuclear de la comunicación, el almacenamiento y el apoyo al procesamiento de los datos gracias a la potencia de cálculo existente en la red. Un cambio paradigmático en cuanto al análisis de la información, la creación de conocimiento y la manera de producir, trabajar o vivir. Lentamente, pero de forma irreversible, una gran parte de nuestra actividad se desarrolla en el ciberespacio, en otras palabras, en la nube, operando o interactuando gracias a internet.
Interactuar con personas o máquinas a través de internet, en cualquier lugar y momento, ya sea por trabajo u ocio, se ha convertido para casi unas 4.700 millones de personas, el 60% de la población mundial, una actividad muy importante o básica. De hecho, internet ya no es sólo una herramienta imprescindible en el trabajo, lo es también en el tiempo de ocio o en las actividades diarias. El informe The Global State of Digital 2021 explicita que las personas con internet entre 16 y 64 años, dedican de media casi 7 horas diarias a utilizar internet para interactuar a través de las redes sociales (casi son utilizadas por el 55% de la población mundial), navegar, leer la prensa, hacer compras o ver vídeos. Ciertamente, no hay duda, un gran porcentaje de la población mundial que está conectada, desarrolla una parte importante de su vida en el ciberespacio, si bien con una distribución asimétrica, dado que mientras el 90% de los ciudadanos norteños y el oeste de Europa y América del Norte utilizan habitualmente internet, en África oriental el 75% de la población no tiene acceso, un porcentaje que nos tiene que hacer actuar.
Las personas con internet de entre 16 y 64 años dedican de media casi siete horas diarias a utilizar internet
Analizando los datos de la actividad de internet, tendrían que concluir que una gran parte de la humanidad ha superado la etapa de la sociedad del conocimiento y se adentra, aceleradamente, hacia lo que tendrían que denominar la sociedad de la nube. Un nuevo concepto que se puede definir como aquella sociedad que desarrolla una gran parte de su actividad intel·lectiva, independiente de la finalidad, a través de la red, la cual está tan integrada a nuestro quehacer diario que apenas se percibe su presencia, en todo caso se percibe su ausencia.
Vivir conectado a la nube es un hecho no menor, dado que la carencia de disciplina en la gestión de los tiempos o el hiperinformación acaba generando desinformación y puede ocasionar, en opinión de sociólogos y psicólogos, que la sociedad desconecte de la realidad que lo rodea, descuidando actividades importantes o las relaciones con las personas que se convive o coexiste, sea la familia, vecinos o compañeros de escuela o trabajo.
Vivir en las nubes tradicionalmente se utilitzaba para referirse a personas que estaban desconectadas de la realidad o no estaban atentas a lo que se explica o conversa
Una desconexión de la realidad, por hiperactividad en el ciberespacio o vivir conectado a la nube, que hace realidad la sentencia de vivir en las nubes, que tradicionalmente se utilizaba para referirse a personas que estaban desconectadas de la realidad o no estaban atentas lo que se explica o conversa. De hecho, en la Enciclopèdia Catalana (2000), se define estar o vivir a las nubes como "no darse cuenta de la realidad, no estar nada informado sobre una cuestión, no estar atento a los asuntos prácticos, etc.". Esta nueva sociedad altamente consumidora de tecnología, o sociedad nube, en contra de lo que se supone no tiene garantía de autonomía ni libertad, todo al contrario, es altamente manipulable, porque saber utilizar algo no comporta entender las oportunidades y los riesgos asociados.
La sociedad de la nube es una sociedad autoformada que se caracteriza para ser tecno-dependiente, multicanal, relativa con valores emergentes poco definidos, muy expuesta públicamente y rápida. La rapidez, la inmediatez como valor, es un aspecto no menor, dado que en la sociedad nube, la velocidad de transmisión de información y la cantidad de la misma permite aspectos altamente positivos, pero a la vez, posibilita la creación de noticias o entornos inventados, falsos, que se introducen en el imaginario colectivo a quien se dirigen activando los miedos, prejuicios, deseos, ilusiones, o esperanzas que, encajando con la ideológica o convicciones del receptor, éste los percibe como ciertas, son asumidas como propias de tal manera que se actúa condicionado por ellas y convirtiéndose en propagadores al compartirlas de forma refleja sin verificar ni contrastar. Lo que es imaginario se confunde con la realidad y las bases del metaverso están servidas adentrándose en un mundo donde se borran las fronteras entre online y offline.
La sociedad de la nube es una sociedad autoformada que se caracteriza para ser tecno-dependiente, multicanal, relativa con valores emergentes poco definidos, muy expuesta públicamente y rápida
Se inicia un nuevo año en que la inteligencia artificial, la realidad aumentada y los productos inteligentes se convertirán en las herramientas capitales para impulsar los grandes cambios de la sociedad nube. Una sociedad en la que las desigualdades pueden crecer, la concentración de la riqueza en unos pocos se mantendrá y el trabajo exigirá nuevas actitudes y aptitudes, en un entorno de creciente incertidumbre y nuevos riesgos emergentes. Un año que, en mi opinión, será el primero de la nueva era que la humanidad inicia, la transición hacia ella, con la pandemia, se ha acabado y acontece imprescindible un enorme esfuerzo para potenciar la educación y el fortalecimiento del capital humano. Hay que educar para ser capaz de tener criterio propio y creador de futuro. En el 2022 la formación tendría que ajustarse para fundamentarse en la terna de conocimientos: sociales-pensamiento-STEM, la simbiosis de los tres es la auténtica palanca de progreso y de articulación de ciudadanos libres en la nube y en la Tierra.