Los cereales son el primer alimento del mundo. Las previsiones de este año indican que su producción mundial será inferior a la demanda, con la consecuente reducción de los stocks. Esta circunstancia hacía seis años que no se producía. En anteriores ocasiones (2007, 2010 y 2012) este hecho fue acompañado de burbujas especulativas de precios alimentarios de magnitudes desconocidas desde hacía muchas décadas. Estas crisis de precios tuvieron graves consecuencias en el ámbito económico, social y político. Este año las condiciones son diferentes, se parte de un alto nivel de stocks, acumulados en los últimos años. Aun así hay que hablar.
El solo hecho que en los últimos 10 años se hayan producido tres crisis graves de precios alimentarios ya nos informa de la extraordinaria fragilidad de estos mercados en un escenario, como el actual, más tienes, entre una demanda fuertemente inelástica y una oferta sometida a imponderables climáticos y sanitarios.
En realidad casi no recordamos las crisis de precios alimentarios recientes ni sus consecuencias. Vivimos en un mundo tan dinámico que aboca toneladas de información a cada instante y el presente acaba acaparándolo todo. Hace falta, pues, hacer memoria. El año 2006-2007, con el fin de buscar alternativas renovables en los combustibles fósiles y hacer frente al cambio climático, una serie de países, entre los cuales los Estados Unidos y la Unión Europea, programaron un incremento progresivo de la producción de agrocarburants. Este llamamiento legal a la demanda abrió las puertas a la especulación, hasta el punto que en pocos meses el índice de precios de los cereales de la FAO pasó de cerca de 100 a 268, disparando todas las alertas de las organizaciones económicas internacionales y de los grandes centros de coordinación (G8 y G20): la seguridad alimentaria estaba en riesgo.
Rápidamente se produjeron respuestas en frontera (aranceles a la exportación, prohibición de la exportación, etc.) de diferentes países para proteger su abastecimiento. La hambre se extendió en los países más vulnerables. Olivier de Schutter, relator especial de la ONU para el derecho a la alimentación, declaró que los agrocarburants eran un crimen contra la humanidad. Pero, al margen de la responsabilidad de los agrocarburants, los verdaderos culpables eran los fondos especulativos, no había razones objetivas por aquellos incrementos de precios.
Olivier de Schutter, relator especial de la ONU para el derecho a la alimentación, declaró que los agrocarburants eran un crimen contra la humanidad
No obstante, a partir de la utilización de alimentos para producir combustibles (agrocarburants) los precios de los alimentos básicos han quedado vinculados a los precios del petróleo, siguiendo ambos la misma trayectoria. Efectivamente un incremento de precios del petróleo llama a la producción de agrocarburants detraient, por ejemplo, maíz o azúcar del mercado alimentario. Y el mismo sucede al revés, unos precios bajos del petróleo hacen devolver producción al mercado alimentario. Puede parecer chocante pero petróleo y alimentos son productos sustitutivos en el mercado de la energía.
El susto del 2007-08 afectó los conciertos comerciales internacionales. El julio de 2008 se tenía que concluir la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC) con unos acuerdos elaborados durante años, pero estos ya no se aprobaron. La India lo dejó claro, no estaba dispuesta a poner en riesgo la seguridad alimentaria de su país por unos acuerdos liberalizadores del comercio internacional. Desde este momento la OMC quedó como invitado de piedra en las relaciones comerciales internacionales. Por otro lado la crisis había dejado bien claro que en momentos de dificultad de nada sirvan los acuerdos, las fronteras pueden cerrarse en un solo día y ningún gobierno está dispuesto a asumir una crisis alimentaria.
Nuevamente, en 2010 un episodio de calor puso en Rusia por encima de los 40 grados durante un mes. Se malogró parte de la cosecha de trigo y nuevamente el trigo y el pan doblaron el precio. Como consecuencia, unos meses después, la población de Túnez y Egipto salía a la calle al grito de "pan y libertad". El precio del pan hizo de chispazo para iniciar las guerras norteñas de África. Aun así, además de la guerra todavía están cayendo otras piezas de este dominó dramático. En Europa el conflicto lo hemos vivido en forma de movimientos desesperados de inmigrantes y, como respuesta, la emergencia de movimientos xenófobos y autoritarios. A la vez, en 2012, una gran sequía a la cuenca del Misisipí hizo remontar de nuevo los precios. Esta, pero, fue seguida de una rápida y fuerte caída de los precios del petróleo que propició la caída y relativa estabilización de los precios de los alimentos básicos hasta hoy.
De todo hemos obtenido algunas ensenyances. La burbuja de 2010 nos mostró sus entrañas. Unos muy pocos actores iniciaron el proceso con espectaculares compras de trigo al mercado de futuros, mientras desde los medios de comunicación se difundía la preocupación –exagerada- sobre el abastecimiento de trigo. Una muchedumbre otros inversores acompañó el proceso especulativo, hecho que permitió a los promotores de la burbuja retirarse con ganancias rápidas y muy elevados. El grado tan alto de oligopolització de la economía permite que unos pocos operadores muy poderosos creen (inventen) las condiciones del mercado. Así, estos grandes especuladores solamente tienen que esperar que se produzcan unas condiciones que hagan creíble el pánico y, ayudados por medios de comunicación que también controlan, poder multiplicar de manera segura su riqueza, sin preocuparse de la estrella de dolor que dejan a su detrás. Los mercados de futuros, contradiciendo su razón de ser, han acontecido la mejor fábrica de expectativas con finalidad especulativa, algo propiciado por la desregulació impulsada por el Presidente de los Estados Unidos Bill Clinton, ("Gramm-leach-Bliley Act" y "Comodity Futuras Moderniazation Act"). Una desregulació que nos ha regalado la gran crisis económica y ha facilitado la especulación. El presidente Obama intentó revertir esta situación con la ley "Dodd-Frank Act", la cual pero fue aprobada con importantes recortes.
Así, en un escenario como el actual, donde la demanda de cereales (para la alimentación humana, la alimentación animal y como combustible) se ha incrementado un 30% en 13 años, los desajustos serán cada vez más frecuentes. A la vez, no tendría que pasar desapercibido que las tres crisis de precios expuestas han tenido como detonando algún hecho atribuible directamente o indirectamente al cambio climático: agrocarburants, altas temperaturas en Rusia, sequía en los Estados Unidos. Un detonante que puede inflamar los mercados. Por lo tanto, a la reducción de los stocks de este año podrían añadirse –hipotéticamente- otros factores relativos al clima, tales como los efectos del Niño o bien cambios en la evolución de los precios del petróleo al si de un escenario comercial global pleno de incertidumbres. Probablemente hoy, grandes centros financieros de poder sin escrúpulos, están al quite de un nuevo chispazo que abre el camino a una nueva burbuja especulativa sobre el precio de los alimentos. Unos alimentos que son mucho más que una mercancía.