La transferencia tecnológica entre la universidad y la empresa es como el valor en la mili: se le supone pero, ¿existe realmente? En todo caso, qué podemos hacer para que el mito se convierta en realidad y qué podemos esperar en realidad de la transferencia entre universidad y empresa. Como en muchos otros casos, lo primero que pensamos es que este es un problema de aquí; bueno, quizás no. En un estudio sobre la economía verde de la Comisión Europea allá por 1995 (Green Paper on Innovation) se acuñó un término que sin duda hizo fortuna: European paradox. La European paradox no consistía en otra cosa que en la incapacidad europea de trasladar su liderazgo en investigación a la innovación.
Pensaréis que quizás en estos casi 30 años, la European paradox se ha resuelto, al menos un poco. Pues no, estamos más o menos igual y han aparecido variaciones sobre el tema como la European AI paradox, fácil de entender porque, aunque Europa sigue manteniendo un liderazgo importante en inteligencia artificial a nivel académico, ninguna de las grandes empresas de IA es europea. Aunque startups como DeepMind (de Reino Unido) han hecho aportaciones importantes, han sido adquiridas por multinacionales (en este caso, Google).
Si una universidad dispone de investigación relevante, ni todas las universidades investigan ni todos los profesores lo hacen; entonces, debemos conectar esta investigación con una empresa que pueda absorberla
Los problemas de transferencia tecnológica en Europa no son otros que el reflejo de esta European paradox. Y es que, digámoslo claro, investigación no es innovación. De hecho, en muchos casos están muy lejos. Pero vayamos primero al tema de la transferencia universidad-empresa.
No todas las universidades son iguales
Lo primero que debemos tener claro es que la capacidad de transferir conocimiento nuevo solo existe cuando tenemos ese conocimiento nuevo. Es decir, una universidad de teaching, donde se enseña Cálculo o Python, no puede transferir nada porque ese conocimiento está ampliamente disponible en forma de cursos, libros, MOOCs, vídeos de YouTube, etc. Solo puedes transferir conocimiento si hay investigación y esta es relevante, si no, puedes hacer de consultor, como tantos otros, pero yo no le llamaría transferencia a eso.
Si una universidad dispone de investigación relevante, ni todas las universidades investigan ni todos los profesores lo hacen. Entonces, debemos conectar esa investigación con una empresa que esté interesada en ella y pueda absorberla. Se tratará de una empresa que esté situada en ese campo de investigación y cuyo modelo de negocio y orientación tecnológica permita incorporar ese nuevo hallazgo. Pero no sólo eso. También será necesario que destine recursos a transformar el descubrimiento científico en tecnología industrial. Eso puede tardar meses o años, no es nunca nada inmediato.
Buena parte de la transferencia se da, pues, a nivel global. Si dispones de universidades punteras con científicos de primer nivel de cuya investigación se desprenden nuevos descubrimientos, probablemente encontrarás alguna empresa en el mundo a la que le interesen y los licencie. Alternativamente, si tu país es grande -Estados Unidos, por ejemplo- tendrás más posibilidades de encontrarla en tu propio país.
Será necesario que las empresas destinen recursos a transformar el descubrimiento científico en tecnología industrial; esto puede tardar meses o años
Así ha funcionado y funciona buena parte de la transferencia en las grandes –y no tan grandes– universidades americanas y en centros de excelencia del mundo entero.
Transferencia directa e indirecta
Ahora bien, os preguntaréis si esa transferencia de conocimiento a nivel global no beneficia directamente a los ciudadanos del país. Indirectamente, sí, porque las licencias, royalties, join ventures, etc., revierten a la universidad y por ende al país. Pero el grueso de los beneficios si la empresa es de fuera, se van fuera. Este es uno de los mayores problemas de países pequeños con centros de investigación y universidades top. Israel captura valor de sus investigaciones, sin duda, pero la mayor parte revierte a Estados Unidos.
¿Es posible tener transferencia a nivel local? Transferencia directa me refiero, no la indirecta que proviene de la captura de valor y el crecimiento del centro de investigación y su entorno. La respuesta es sí. Tenemos dos grandes mecanismos, centros de investigación aplicada y proyectos o misiones locales.
Lo primero que debemos hacer es diferenciar entre investigación básica y aplicada. Me diréis que, de hecho, no son dos categorías, sino que es un continuo y tendréis razón, pero en buena medida son animales diferentes y veremos por qué. Pongamos un ejemplo: todos sabemos que la ley de Moore, esto de doblar la potencia de los microprocesadores, se acaba. Pues bien, una solución es cambiar el silicio, que es la base de los chips actuales, por un material mejor conductor que permita hacer chips más rápidos. Este es un tema sobre el que se ha investigado abundantemente en estos últimos 40 años y se han encontrado muchos -arseniuro de galio, grafeno, nanotubos de carbono y nitruro de galio, entre otros-. Se han hecho prototipos de chips con estos materiales y funcionan mejor que el silicio. ¿Por qué no se están utilizando, teniendo ya la nueva generación de chips Atom de 2nm y aún de silicio?
Los procesos para trasladar la investigación básica a nivel industrial con una cantidad elevada llevan muchos años, mucha investigación y mucho dinero
Bien, en este simple ejemplo podemos ver con claridad la diferencia entre investigación básica y aplicada. La básica está hecha, los procesos para trasladarla a nivel industrial con una calidad elevada, que son procesos que llevan muchos años requieren mucha investigación aplicada y mucho dinero, no. Y no está claro para muchos de estos materiales si salen rentables o no, porque simplemente hay mejores opciones o opciones suficientemente buenas.
Lo segundo que hay que entender son los incentivos. En la carrera académica, normalmente –no en todos lados ni siempre– se progresa en base a la calidad y número de publicaciones. En las universidades punteras, la calidad prima y en muchos países con evaluaciones centrales se usan baremos tipo: tantos de Q1, Q2, etc., y da igual si has producido el mejor de entre los Q1 o el peor, tienes x de Q1 (lo racional es, pues, producir el peor que cuesta muchísimo menos, y esto es parte del problema). Como os podréis imaginar las mejores publicaciones no son de investigación aplicada, sino básica. Es decir, los incentivos de los profesores están en el punto más extremo de la línea de aplicación.
Crear un grupo de incentivos para la investigación aplicada de forma que encajen en centros de investigación y universidades es, pues, un elemento básico para que exista.
Pero tan importante como este es la existencia de centros de investigación aplicada que estén en contacto con empresas, proyectos europeos o internacionales y en general el ecosistema local, haciendo outsourcing de investigación aplicada. Para ello es necesario tener profesores de doble adscripción –a los centros de investigación aplicada y a la universidad– y una carrera en investigación aplicada que funcione y esté valorada.
La construcción del ecosistema que enlace grupos de investigación aplicada en la universidad con los centros de investigación aplicada y la empresa, además de la financiación que apoye estos enlaces, están por hacer
Estos centros son muy diferentes de los centros de investigación básica. Trabajan con el ecosistema local, se enfocan en problemas locales o donde se encuentra financiación, y acompañan a la investigación de empresas y clusters locales. Es el Fraunhofer en Alemania o Tecnalia, Eurecat o Leitat en España.
Me diréis que en España todo esto ya existe. Bueno, a medias. Lo de los doctorados industriales está empezando, una carrera de investigación aplicada o la doble adscripción no está ni contemplada. Por supuesto la construcción del ecosistema que enlace grupos de investigación aplicada en la universidad, en los centros de investigación aplicada y la empresa y la financiación que soporte estos enlaces, está por hacer.
Pues, ¿ya está no? Tendremos investigación básica e investigación aplicada, problema resuelto. Tendremos capacidad para generar investigación aplicada que impulse las empresas de nuestro entorno y nos haga más competitivos.
Los retos
Bien, hay mucho resuelto, pero dista de ser todo. En primer lugar, es importante que los centros de investigación aplicada compitan, es fácil entrar en zonas de confort. Competir implica peer-pressure, no hay otra manera, si no estás en una zona de alta competitividad la única forma es ampliar el horizonte y forzar a competir en un entorno más amplio de alta competitividad. Israel esto lo hace muy bien, Alemania no tanto pero lo hace. La fórmula de Israel es hacer que sus centros compitan directamente con los americanos, la alemana es forzar a que 1/3 de los ingresos venga de la industria, 1/3 de proyectos internacionales y sólo el 1/3 restante de fondos del gobierno.
Sin embargo, los centros de investigación aplicada adolecen de un problema importante. Están demasiado pegados al suelo, es difícil que lideren proyectos de innovación radical y también es difícil que lideren proyectos a largo plazo que se escapen de los plazos de la industria.
Son necesarias pues las agencias de innovación que lideren proyectos “locos”, proyectos que no saldrán de una industria pero que construyen el futuro. Estos son los proyectos de DARPA, como el Darpa Grand Challenge que inició el coche autoconducido en 2004 con una competición que no acabó nadie, pero insistió el 2005, el 2007, el 2012, el 2013 y el 2017.
Son necesarias las agencias de innovación que lideren proyectos "locos", que deben captar la imaginación, la voluntad y los recursos de los mejores para hacer avanzar a todo el ecosistema
Estos proyectos deben captar la imaginación, la voluntad y los recursos de los mejores para poder dar estos saltos. Según el ámbito, estaremos hablando de grandes moonshots o misiones menos ambiciosas, pero se trata del mismo objetivo, hacer avanzar todo un ecosistema y levantar la mirada con proyectos ambiciosos que signifiquen un salto real hacia delante.
En un mundo caracterizado por las Deep Tech, son aquellas tecnologías que precisan de inversiones importantes y de tiempo, aquéllo que realmente puede cambiar las cosas porque no es fácil. Es un mundo también caracterizado por la Open Innovation, por empresas que han aprendido a detectar y asimilar innovaciones externas con mucha rapidez. En este mundo, en este entorno hay que levantar la mirada del suelo, del día de lo puramente incremental, importante y necesario porque paga nuestro sueldo, pero no nuestra jubilación.
La transferencia tecnológica es una realidad, pero no como muchas veces se nos cuenta. No se trata de encandilar a un profesor universitario, conectarlo con una empresa y todo estará solucionado. No es eso. Hay que cambiar los incentivos, hay que apostar por los centros de investigación aplicada o Labs en las universidades, hay que apostar por misiones a medio plazo.
Va más allá de una oficina de transferencia en la universidad. Hay que hacerlo en serio, si queremos resultados más allá del titular de prensa. Hay que pasar del mito a la realidad.