El turismo no va (bien)

Acabado el verano, se constata la euforia de las cifras económicas que genera el turismo, pero también las consecuencias medioambientales, sociales y de convivencia

Catalunya podría convertirse en la región turística de litoral con más turistas por habitante | iStock Catalunya podría convertirse en la región turística de litoral con más turistas por habitante | iStock

Los veranos en el Mediterráneo son cada vez más largos, más cálidos y húmedos; lo acaba de confirmar la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Aumentan los turistas que llegan a Catalunya en cerca de un 3,5% respecto al año pasado y se quedan un día más de media que en 2020; hasta el punto de que a finales de año España podría convertirse en el país más visitado del mundo y Catalunya en la región turística de litoral con más turistas por habitante.

Catalunya podría convertirse en la región turística de litoral con más turistas por habitante

El gasto de los extranjeros que vienen ha superado este año el máximo histórico, por encima de los 1.300 euros de media, más de 250 euros diarios. El PIB turístico crecerá el doble que el PIB general (Álvarez Ondina, CaixaBank Research, junio 2024). Se bate el récord de trabajadores en el sector, tanto fijos como autónomos. Ahora bien, los turistas, tanto extranjeros como españoles, siguen concentrando sus vacaciones entre junio y agosto, meses en los que se registran casi la mitad de todas las salidas de los europeos. Esto significa que, como el territorio que visitan no se puede estirar y encoger, la alta estacionalidad veraniega que avanza acentuará aún más los cuellos de botella de la masificación puntual, de la escasa calidad del servicio, de no encontrar trabajadores y de la baja remuneración y, sobre todo, de cómo y qué negocios hacer en el destino durante el resto de los meses. Afortunadamente, algunos destinos hace tiempo que se dirigen hacia otro camino.

Terminado el verano, por un lado, se constata la euforia de las cifras económicas que genera el turismo, el sector más resiliente. Por otro lado, la preocupación de una parte de la ciudadanía que denuncia los efectos medioambientales, sociales y de convivencia que se derivan de la actividad turística. Cada destino debe hacer su balance; no sirve lo mismo para Barcelona que para las Tierras del Ebro, porque la problemática es particular. Ni la valoración debería ser tan entusiasta ni los brotes de turismofobia tan contundentes si nos atenemos a la realidad. Se trata de un sector que protagoniza una parte importante del PIB y, por este solo hecho, debe ser respetado, gestionado con mucho cuidado y ajustado. Lo bueno de las alarmas es que suenan antes de los hechos, y hace tiempo que lo hacen; en sí mismas no son un peligro: solo advierten de lo que está previsto.

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Que los turistas concentren sus vacaciones en un periodo corto del año es un hecho que se percibe desde los años noventa: la asociación de las vacaciones con el verano, el factor clima y la organización social de los países juegan a favor. El problema es que muchos destinos se apuntan a esto y no son capaces de modular sus estrategias: aquellos destinos catalanes que han trabajado para desarrollar actividades de ocio y turismo fuera de los meses más solicitados han demostrado el éxito del cambio y hace tiempo que en verano tienen menos visitantes y muchos más el resto del año; las temporadas activas acaban siendo más largas y la presión sobre las altas mucho más ligera. Hay experiencias y se pueden aplicar cuanto antes mejor, más aún cuando estos veranos más largos y calurosos han venido para quedarse, con consecuencias de desequilibrios peligrosos para los ecosistemas -expresados en forma de sequías, incendios, inundaciones, cambios en la biodiversidad-; hay que recuperar la transición suave entre estaciones, advierte la misma Aemet.

Empresarios turísticos y administraciones, como el gato y el perro

Entre las administraciones públicas y el empresariado turístico hay poca confianza: se miran de reojo y no se fían | EP
Entre las administraciones públicas y el empresariado turístico hay poca confianza: se miran de reojo y no se fían | EP

¿Hacer decrecer el turismo? ¿Moderar su crecimiento? ¿Frenarlo? ¿Hay que proclamar una moratoria? ¿Reducirlo? ¿Reestructurarlo? ¿Reconvertirlo?... Cualquier solución es evidentemente en el ámbito del destino y nunca general. White y Jones (Socioeconomic Impacts of Tourism on Local Communities: A Global Perspective, Tourism Economics, 2023) entienden la viabilidad de los negocios turísticos en un punto en que los intereses empresariales se alineen con la conservación y preservación de los ecosistemas naturales y el entorno sociocultural de la comunidad de acogida. Esto solo se puede lograr con un sistema de gobernanza del destino capaz de resolver los posibles conflictos y planificar los recursos.

Entre las administraciones públicas y el empresariado turístico hay muy poca confianza: se miran de reojo y no se fían

Lo que sucede es que, en la mayoría de los trabajos que hemos realizado en los últimos treinta años, hemos constatado que entre las administraciones públicas y el empresariado turístico hay muy poca confianza: se miran de reojo y no se fían. Por otro lado, los municipios turísticos, en las actuales condiciones, se encuentran francamente infradotados financieramente para acometer cualquier política a largo plazo. Miramos al otro lado de los Pirineos y constatamos el poder empresarial turístico, y en el ámbito municipal, regional y estatal, con clara sintonía con las directrices públicas, que se redactan conjuntamente. La política turística española de los años noventa de los Planes de Excelencia y otros fue una buena vía que debería retomarse implicando, como entonces, al Estado, a la comunidad autónoma y al municipio, añadiendo a los empresarios locales y a la ciudadanía, mientras se revisa al alza la aportación pública a los ayuntamientos turísticos en detrimento del Estado.

Los negocios son rentables

Más habitaciones llenas. Mejor ocupación de las casas rurales y de los campings. Aumento de la facturación de las agencias de viaje y de las empresas de actividad al aire libre y de experiencias. La única mancha negra de la temporada turística la ponen los hosteleros. No están contentos con el verano. Dicen que han facturado menos que el año pasado, y lo confirman los datos del INE -solo el 25% de los encuestados afirma haber mejorado respecto a 2023 y casi la mitad constata un descenso de las visitas-; demasiada fiambrera en la playa y las terrazas y los bares con poca actividad. Pero esto parece que perdurará, salvo en los de alta calidad. Pocos empresarios del sector te dicen que el negocio no va bien. A pesar de ello, algunos abandonan a consecuencia de la espiral negativa que se produce: más o menos actividad turística, pero demasiado concentrada en temporadas cortas o fines de semana, lo que impide mantener la calidad, contratar el personal necesario y remunerarlo adecuadamente para fidelizarlo.

Es una bendición que habitantes de más de 200 nacionalidades deseen visitar un país como el nuestro; una oportunidad casi imposible en este estadio general de la competencia. Quieren un producto y nos han identificado como el productor y el servidor. Bienvenidos. CaixaBank Research dice que esta es la tendencia para los próximos años, tanto del turismo internacional como del doméstico -este un poco más moderado-. El problema no es de demanda ni para los destinos de playa ni de interior ni urbanos. Hay de sobra. La cuestión es ajustar y ordenar la oferta al mismo tiempo que educar a los clientes y modular su conducta de compra.

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