En la primera parte argumenté que la distribución del coste laboral no es la más óptima para conseguir un nivel salarial y de ocupación de estándares europeos. Exploré la evolución del coste laboral en términos nominales, el que tiene una importancia relativa, puesto que en función de la evolución de la tasa de inflación nos dirá si el coste laboral aumenta o disminuye respete el resto de costes empresariales.
Así pues, deflactar el coste laboral para obtener el coste laboral real es algo necesario para saber si se produce una devaluación interna o no.
La evolución de la tasa de variación anual del coste laboral nos da mucha más información del que ha pasado estos años en Cataluña. Hasta el año 2008 el coste laboral por trabajador en términos nominales osciló entre el 3 y el 6%; unos aumentos significativos pero que no lo sonsi le descontamos el efecto de la inflación. Un golpe hecho el ajuste, nos encontramos que el más habitual eran variaciones entre el -1 y 1%, el que sugiere que en términos reales el coste laboral no cambió sustancialmente durante la burbuja inmobiliaria, exceptuando algunos trimestres donde escaló hasta el 2% de forma puntual -y esto en términos anuales tiene un efecto muy pequeño. Después de la crisis, el Gobierno español sacó la ley de desindització del IPC, que desató el aumento de salarios y magnitudes económicas del IPC; y se que es una mala idea ligar costes salariales a la tasa de inflación porque la pérdida de competitividad está asegurada y, el que es peor, evita que los salarios reales -los que importan de verdad- tengan muy difícil crecer.
El efecto de los convenios y la recuperación
Después de 2008 y con la llegada de la Gran Recesión el coste laboral nominal empezó a caer iniciando la devaluación interna vivida estos años por la economía catalana, pero si miran el coste laboral real, verán que este creció fuertemente debido de a los convenios colectivos. A partir de 2010 el coste laboral real y el core (usando IPC subyacente -General excepto productos energéticos y alimentos no el·laborats-) caen marcadamente por debajo del nominal, el que sugiere que durante estos años la economía catalana ha ganado muchísima competitividad y, además, ha conseguido aumentar considerablemente su productividad.
A partir de 2013, un golpe llega el crecimiento económico, el coste laboral aumenta hasta el 2016 para empezar a caer a partir de esta fecha hasta el -2% (-1,8% si cogemos el core, que es más correcto) en términos reales el 3r trimestre de 2017. Hay dos motivos por los cuales los costes laborales caen: El primero es el efecto composición; a medida que el ritmo de contratación acelera el peso de los contratos temporales sobre la demasiada salarial, aumenta y, dado que es inferior a la media que incluye indefinidos, hace caer el coste laboral total. El segundo es que a medida que el envejecimiento de la población se acentúa, se jubilan contratos indefinidos de altos salarios y se sustituyen por contratos temporales con bajos salarios. Estas dos efectos hacen difícil aumentar el coste laboral. Además, la tasa de paro -en torno el 12%- sigue siendo demasiado elevada como para hacer subir los salarios reales. En los Estados Unidos -un mercado muy flexible- los salarios reales no empezaron a subir hasta que la tasa de paro cayó por debajo del 7% el que nos da una idea aproximada de cómo de lejos estamos porque las fuerzas de mercado remuneren mejor el trabajo asalariado.
Todas estas características del mercado laboral catalán hace que el coste laboral no sea una buena medida de los salarios y, por lo tanto, hay que mirar el coste salarial encomendero por hora efectiva trabajada que es el salario nominal a todos los efectos:
La evolución de la tasa de variación anual de los salarios reales nos da un patrón similar al coste laboral. En negativo desde el 2016 (el nominal es plano entorno el 0%), los trabajadores pierden poder adquisitivo trimestre detrás trimestre -en torno el -1,5% usando el core- el que implica que hay que mirar qué pasa dentro de los contratos indefinidos y temporales, cosa que haré en el próximo artículo.
El aumento de la contratación temporal indudablemente ha tenido un efecto deflacionari sobre el salario real. La dualidad del mercado laboral (indefinidos y temporales) es algo que hay que solucionar con urgencia; en caso de no hacerlo, las presiones a la baja sobre los salarios aumentarán y el número de trabajadores precarios no hará más que aumentar. Sin duda, los sindicatos tendrían que aceptar rebajar el coste del despido a cambio de un aumento del salario nominal.
Hay que mejorar la porosidad entre el mercado de los indefinidos y de los temporales, puesto que hoy en día esta porosidad es inexistente. Las consecuencias a largo plazo de no afrontar este problema no son menores: los trabajadores temporales pierden habilidades y no reciben ningún tipo de formación a lo largo de su vida laboral. La productividad y los beneficios empresariales del futuro están en juego: los patrones tienen que ser los primeros interesados al hacer sentar a los sindicatos a la mesa de negociación.
Por otro lado hay que hablar también de trabajo a tiempo parcial. La proporción de contratos a tiempo parcial en relación al total de contratos es muy baja (en torno el 14%). Este porcentaje es muy lejos de los estándares europeos y esto hace más grave el problema de la dualidad, problema existente a muchos mercados europeos pero en ninguno encontramos la gravedad del mercado laboral español y catalán.
Idealmente habría que derogar toda la regulación laboral (ahora que está de moda hablar del general Franco, saben que la regulación actual es franquista? El Estatuto del Trabajador es vigente en muchas de sus concepciones originales) pero esto es ciencia ficción, así que los partidos políticos del Parlamento harían bien de apoyar en el Congreso a una reforma profunda del sistema laboral español.