El concepto de utilidad es uno de los más presentes en la economía actual. ¿Qué es útil? ¿Qué es eficiente? ¿Qué debemos hacer para obtener el máximo beneficio con el mínimo coste o esfuerzo? Estos conceptos, aunque forman parte del imaginario habitual de las empresas, han tenido también espacio en la reflexión filosófica. Uno de los autores que más ha hablado de ello es John Stuart Mill.
Nacido en 1806 en Inglaterra, John Stuart Mill fue un reconocido filósofo, economista y teórico político. Educado estrictamente por su padre, James Mill, también filósofo y economista, el pensador es conocido por sus contribuciones en estos campos, pero sobre todo por ser el fundador de la corriente que conocemos como utilitarismo. Con seis años ya dominaba el griego y el latín, y recibió conocimientos avanzados de matemáticas, lógica y filosofía de la ciencia durante su infancia. No es sorprendente que el joven Mill se convirtiera en una de las figuras intelectuales más relevante de sus tiempos y contara, a lo largo de su vida, con el reconocimiento y prestigio de algunos de los máximos pensadores e instituciones de pensamiento de la época, especialmente en Inglaterra, donde llegó a ser miembro del parlamento.
Una de las posiciones que más defendió fue la necesidad de una reforma social y para la economía política. Pero por lo que más se le conoce y recuerda es por su defensa firme de la libertad como principio rector de nuestra vida en común. Uno de sus libros más famosos en esta dirección es Principios de la Economía Política, publicado en 1848, donde recoge todas estas reflexiones y establece algunas de sus primeras relaciones con otros pensadores de la época, como el francés Jean-Jacques Rousseau. John Stuart Mill pensaba que el utilitarismo podía ser una forma poderosa de promover el bienestar personal y social, pero que necesita un esquema de valores moral para poder guiarse en colectivo. Su contribución fue fundamental para comprender y expandir posicionamientos como los planteados por otros autores contemporáneos como Jeremy Bentham.
Para Mill la capacidad de los placeres de mantenerse y prolongarse en el tiempo es fundamental, así como los impactos que tendrán las decisiones sociales presentes para las generaciones futuras
Mill fue un gran defensor de la libertad individual. De hecho, para el autor, éste era el principio rector fundamental para regir la vida en común. Centrado en su máxima de maximizar la felicidad por el mayor número de personas, Mill teorizó sobre las maneras de proteger las libertades individuales para proteger la tiranía de la mayoría. En obras como Sobre la libertad, publicado en 1859, recogerá este pensamiento y expone algunos de sus principales argumentos para apoyar otras causas como la igualdad de género o la defensa del sufragio femenino. Sí, John Stuart Mill, fue un firme defensor de los derechos y libertades de las mujeres, que muestra en obras como La subyugación de las mujeres.
Su gran contribución al pensamiento filosófico, sin embargo, es la teoría del utilitarismo. Esta teoría moral expone que, en sociedad, la mejor acción es aquella que asegura el máximo placer para el máximo de personas y, por tanto, la peor aquella que produce el máximo dolor al máximo número de personas. Con raíces hedonistas pero una propuesta transformadora a partir de una categorización de cuáles son los placeres deseables y cuáles los más bajos, John Stuart Mill no sólo propuso una teoría de ordenación social, sino también una forma de categorizar los placeres humanos. Para Mill, la capacidad de los placeres de mantenerse y prolongarse en el tiempo es fundamental, así como los impactos que tendrán las decisiones sociales presentes para las futuras generaciones.
Las complejas sociedades contemporáneas necesitan no sólo buscar el mayor placer posible por el mayor número de personas, sino también que el umbral del dolor o el sufrimiento sea el menor
Así, todavía hoy encontramos la escuela utilitarista presente en muchos campos de la filosofía, las ciencias sociales y las ciencias naturales. En el campo de la economía, y más concretamente de la empresa, la mayor utilitarista es una de las grandes referentes del mercado. Sin embargo, si bien es cierto que a niveles agregados la utilidad es una buena manera de medir lo más provechoso para el colectivo, una de las grandes críticas que presenta esta manera de enfocar los cálculos a gran escala es el hecho de que se pierde los detalles y las historias que no siempre son blancas o negras. Si bien el relativismo nos deja sin las fronteras morales y sociales que necesitamos para ordenar la vida en común, el utilitarismo las reduce a decisiones casi dicotómicas donde lo positivo para la mayoría puede costar el bienestar del grupo minoritario. Si bien se puede interpretar como una forma justa de gobierno o gestión, las complejas sociedades contemporáneas necesitan no sólo buscar el mayor placer posible por el mayor número de personas, sino que el umbral del dolor o el sufrimiento sea el menor. Y esta segunda fase, también contemplada por Mill, es lo que una democracia no puede olvidar.