Abrir la casa; arreglar cuatro cosas; pintar las humedades del invierno; plantar unas flores para que luzcan estas semanas; mejorar algo, cambiar un electrodoméstico, un mueble..... Estos son los trabajos mínimos que se tienen llevar a cabo si se quiere disfrutar de un verano como es debido fuera de la ciudad. Forman parte de una partida nunca contabilizada, pero que siempre cae -mal- en estas fechas. Tener una casa fuera, aparte el placer de la propiedad, que ve a saber qué significa, supone grandes esclavitudes. En momentos como estos, la mayoría de los propietarios piensan que es mejor alquilar: "si no tuviera que pagar los gastos inherentes de la casa de verano -me decía el otra día un amigo que siempre refunfuña y es un poco de la cofradía del puño apretado- podría veranear toda la vida sin pagar un duro".
Realizado este primer trámite, ya se puede habitar el espacio. Tomar posesión de la casa significa adoptar el rol del veraneante. Esto significa vivir intensamente con la familia; recibir a los amigos que se pueden presentar de improviso y que se tienen que agasajar adecuadamente; hacerse cargo de los gastos diarios de alimentación y bebidas; oír el ruido de los vecinos o de los arrendatarios toda la noche; preparar comidas especiales; asistir a fiestas y espectáculos; salir de excursión como si se fuera un boy scout; dedicar más tiempo a los hobbys; buscar regalos cuando te invitan en casa de los amigos...... Esto por un lado. Y pagar religiosamente las cuotas de la urbanización o las municipales, que siempre aprovechan las juntas y los ayuntamientos para perseguir a la gente cuando está en destino, por otra.
Vivir el verano resulta una actividad "agotadora", como decía el otro día Ariadna Romans i Torrent en un artículo en VIA Empresa. hacerlo en casa propia, además és una sangria económica. ¿Le declaramos pues la guerra al ocio, a las vacaciones, que desde hace cincuenta o sesenta años es una actividad indispensable para el 50% de la población europea, un bien de primera necesidad?. O bien, ¿optamos para tomarnos vacaciones fuera de temporada, cuando solo las pueden hacer los jubilados, aquellos que trabajan en actividades raras o los nuevos teletrabajadores integrales?
El nuevo status
Cuando en la mayoría de los países norteños de Europa, los gobiernos obligaron a las empresas a conceder un mes de vacaciones pagadas a los trabajadores, siguiendo la recomendación de la OIT, eran conscientes de que la productividad permitía esta mejora laboral. Más todavía. Entonces, en la década de 1960, cambiaba definitivamente la relación trabajo-tiempo libre y se empezaba un nuevo modelo de sociedad, donde los negocios del ocio se convertían en el sector más avanzado y rentable. Viajar, alojarse en un hotel, ir a la playa, salir de excursión, asistir periódicamente a los espectáculos se ha convertido desde entonces una fuente de gasto creciente, en el nuevo signo de distinción de las clases medias. Le representación social de estas se realizaba a través de estas nuevas partidas. ¿Cuál fue la primera expresión de este nuevo status? La adquisición de un apartamento o de un chalé para pasar las vacaciones. Y con la propiedad, los beneficios y las cargas.
"Ha crecido el mercado de alquiler de apartamentos y chalés para el verano porque muchos propietarios complementan sus ingresos con las rentas que sacan a cambio de no disfrutarlos"
La crisis del 2008 debilitó los ingresos de las clases medias. A pesar de los esfuerzos públicos realizados a raíz de la pandemia y la invasión rusa de Ucrania, su poder adquisitivo no ha mejorado. De este modo, ha crecido enormemente el mercado de alquiler de apartamentos y chalés para el verano porqué muchos propietarios complementan sus ingresos con las rentas que sacan a cambio de no disfrutar de ellos. Tanto las transacciones legalizadas como las informales han evolucionado con precios muy a la baja. Por eso, mi amigo está cada vez más enfurecido: "a mí me cuesta tanto mantener la casa -añade- y por cuatro cuartos podría alquilar una de mejor para una semana, quince días o un mes durante toda la vida". Tiene toda la razón. Claro que resulta mucho más barato alquilar por un periodo determinado y olvidarse de las cargas como la de abrir la casa y hacerla habitable año tras año.
Somos el país más comprador de viviendas entre los grandes de Europa: el 77,8% de las familias españolas vive en casa propia, mientras que en Alemania son solo el 51,7%
¿Esto significa que el patrimonio inmobiliario de toda la costa se está devaluando?. En efecto, se está devaluando y se convierte en improductivo contablemente hablando. Somos el país más comprador de viviendas entre los grandes países de Europa: el 77,8% de las familias españolas vive en casa propia, mientras que en Alemania son solo el 51,7%; en Austria, el 55%; en el Reino Unido, el 63,4%; o en Francia, el 64,9% (Eurostat, 2019). El patrimonio inmobiliario global de las familias españolas és de 5,57 billones de euros, según el Banco de España (primer trimestre 2021), cinco veces más que toda la actividad económica producida en el país en el mismo año. La mentalidad de que ser propietario da estabilidad y la baja incentivación hacia el alquiler hacen que hayan enterrado estos billones de euros. Fórmulas de alquiler, renting, Leasing, hipoteca inversa y otras acontecen más rentables que no la propiedad.
Dicho todo esto, pese a la baja rentabilidad, viva la propiedad que da estabilidad y patrimonio a muchas familias en caso de quiebra económica, y alegría a los que heredan después de haber pagado el impuesto de sucesiones. Vivan las vacaciones y el ocio como elementos de equilibrio personal y social que permiten disfrutar de los tuyos y de todas aquellas personas que, hagan ruido o no, socializan contigo durante unas cuantas semanas, en un entorno diferente. Desgraciadamente, crece en Europa el número de los que no se pueden permitir ni una semana al año de descanso, según la Confederación Europea de Sindicatos. Las proporciones de la población que no disfruta de este ocio son escandalosas en Grecia, Rumanía, Croacia o Bulgaria: una de cada dos o tres personas no pueden irse de casa; y vuelve a ser escandalosamente millonaria la cifra de los que les pasa lo mismo en España, Francia o Italia.