Capri c'est fini

Si las playas masificadas han perdido su encanto, nos preguntamos por qué a pesar de ello en agosto todavía tienen tanto atractivo

Imagen de la isla de Capri | iStock
Imagen de la isla de Capri | iStock
Barcelona
05 de Septiembre de 2023

No sé si ha merecido la pena el recorrido de cincuenta o sesenta años para llegar al espectáculo de las playas catalanas y españolas de este verano. En términos de facturación, el sector del sol y playa está contento. A pesar de que el gasto medio de los turistas de proximidad y españoles, sin disponer a estas alturas de los datos oficiales de Egatur, ha continuado disminuyendo, el de los extranjeros ha aumentado un 12,3% respecto del 2021. En Catalunya llega al 12,7%, pese al ligero acortamiento de la estancia media. En términos de capacidad de atracción, las playas y su entorno han estado a reventar. Excepto algunas calas menos accesibles, la mayoría han dado la misma impresión que hace cinco o seis décadas. La diferencia recae en el hecho que entonces la masificación era un signo positivo, de riqueza, de poder turístico (Cuanto más turistas, mejor). En cambio, ahora, la experiencia del litoral en la mayoría de los casos ha perdido todo su encanto en estas condiciones.

Si las playas masificadas han perdido su encanto, nos preguntamos por qué a pesar de esto en agosto todavía tienen tanto atractivo, hasta el punto de continuar seduciendo más turistas internacionales. Desde el año 2000, la mayoría de los destinos catalanes -muchos, antes- dejaron de promocionar sus veranos con el objetivo de desincentivar la alta estacionalidad. Las estrategias estaban dando resultados bastante halagadores. El final definitivo del periodo pandémico (?) ha relajado las políticas. Este año, los turistas deseaban salir y el sector hacer el agosto. Una confluencia feliz.

Mercado persa

Los ayuntamientos han mirado hacia otro lado. De este modo, las exigencias de calidad se han aflojado. Por ejemplo, en el número inconmensurable de chiringuitos, en la proliferación de terrazas, en la baja calidad de muchos servicios, en la carencia -justificada- de agua, en la proliferación de la venta de todo tipo de cosas o en los escasos metros cuadrados por bañista. Todo este desmadre ha convertido las playas y sus alrededores en un mercado persa, atractivas por su parte folclórica o kitsch, más todavía en periodos en los cuales la gente decide desahogarse, cómo este año, pero con escasa probabilidad de sostener, a medio plazo, una economía potente y rentable.

La cuestión a tratar no es turismo de sol y playa sí o turismo de sol y playa no, cómo ha hecho el nuevo gobierno balear. Las nuevas autoridades de las Islas se han confundido de dialéctica, banalizándola. El tema es qué tipo de turismo de sol y playa: si el barato histórico, masificado, con baja calidad, con una oferta cada vez menos sofisticada y permitiéndolo todo a corto plazo, o el destilado, con espacio para contemplar y disfrutar de la naturaleza, reduciendo la huella de carbón, concitando los flujos de los viajeros hacia la calidad más grande, revalorizando la proximidad, los paseos y rutas, la gastronomía local o el intercambio cultural. Calvià fue el municipio pionero del segundo modelo en los noventa. Posteriormente, los gobiernos de derechas lo han cambiado y lo volvemos a tener en los primeros lugares del ranking del balconing, de las peleas en las calles o del turismo de borrachera. De continuar así, las Islas Baleares y todos aquellos destinos que opten por esta vía, tarde o temprano, acabarán de este modo.

La cuestión a tratar no es turismo de sol y playa sí o turismo de sol y playa no

El vasco Unai Pascual y ochenta científicos más acaban de publicar, en la revista Nature, un artículo que algunos lo tildarán de apocalíptico. Analiza los valores que mueven la gestión de los espacios naturales en el mundo y afirma que pesan mucho más los vinculados a los mercados que no los otros. Habla en concreto de la "insostenible vía de los negocios de costumbre, que agrava la crisis de biodiversidad del planeta". El científico y su equipo consideran indispensable el actual momento para avanzar hacia la economía verde, blindar la naturaleza, administrar la tierra y reducir el consumo excesivo y la sobreproducción. Por esta razón hay que adoptar una estrategia tecnológica, económica y social que modifique radicalmente la toma de decisiones en los destinos y en los gobiernos.

Yo creía que este discurso de Unai, que habíamos adoptado en los años 90, iba avanzando más rápidamente o más lentamente y que nuestro modelo de sol y playa ya lo había asumido. Ahora bien, lo que hemos visto alrededor de las playas este agosto no lo parece. Me estaba leyendo el artículo de Nature sentado encima de una roca, en mi cala preferida cuando, de golpe, un par de motos náuticas hicieron unas "giragonses" que me agobiaron. En las Canarias y Madeira, por ejemplo, los turistas empiezan a identificar estas islas para hacer senderismo en un entorno litoral. En ambos casos se ha convertido en una de las actividades preferidas. Una serie de pymes turísticas catalanas han aprovechado el proyecto europeo Tourbit, liderado por la Cambra de Comerç y la Agència Catalana de Turisme, para digitalizar su empresa. Este verano, en la Costa Brava, han crecido las actividades culturales y los espectáculos. Los destinos mencionados son un ejemplo de un ideario turístico diferente de las Baleares.

Hay que adoptar una estrategia tecnológica, económica y social que modifique radicalmente la toma de decisiones en los destinos y en los gobiernos

Ante el desmadre de estas semanas tenemos la certeza que el agosto habrá sido una excepción, un impasse y que después de esta expansión pasajera, los destinos de litoral volverán a la ruta marcada. Podríamos decir como la canción de Hervé Vilard, Capri c'este fine, en 1966: Nous n'irons plus jamais/ Ce soir c'est plus la peine/ Nous n'irons plus jamais/ Comme les autres années. Ahora hay que analizar, de forma objetiva, la impresión que se han llevado los turistas sobre la experiencia vivida. Esta experiencia es fruto del espacio, del entorno, de lo que han vivido, de los precios, de la calidad, de la confortabilidad, de los intercambios culturales y sociales. Han vuelto a disfrutar de las vacaciones al estilo tradicional, cuando probablemente hace tiempo que piden otra cosa.