Los valores fundacionales de la Europa moderna no se hunden, a pesar de los resultados franceses

Las grandes familias tradicionales se han avanzado a cerrar rápidamente los dirigentes de la Unión Europea para el nuevo periodo

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea desde 2019, seguirá en el cargo durante el próximo ciclo legislativo | Europa Press Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea desde 2019, seguirá en el cargo durante el próximo ciclo legislativo | Europa Press

Días complicados cuando se analiza el panorama de la extrema derecha en Europa. Los resultados de las elecciones francesas del pasado domingo no dieron muchas sorpresas, a pesar de que sí un hito histórico: la extrema derecha ganó por primera vez en las elecciones legislativas de Francia. Ahora bien, antes de esperar a conocer los resultados, y en medio de la marea, la UE cerró pocas horas antes los nombres de los dirigentes que comandarán los cuatro años próximos las instituciones comunitarias: se produjo un rápido acuerdo entre las familias políticas que siempre han dirigido la UE. Ningún cambio de rumbo.

Máxima preocupación por todas partes por el adelanto de la extrema derecha. Hasta el punto que una revista de pensamiento proeuropeo y progresista, política-prosa, tituló su número de junio "Aidez l'Europe". Mi visión nunca ha sido tan tremendista: una cosa son los países y sus zigzags y otra muy distinta la UE. Siempre nos quedará Europa.

"Pocas horas antes de los resultados franceses, la UE cerró los nombres de los dirigentes que comandarán los cuatro años próximos las instituciones comunitarias"

Si miramos un poco atrás, pocas cosas han cambiado desde el 1951, año en el que se constituyó la Comunidad del Carbón y del Acero; ni el 1957, cuando se firmaron los Tratados de Roma, momento fundacional de la Comunidad Económica Europea; ni tampoco el 1993, con la firma del Tratado de Maastrich, cuando se decide dar el paso definitivo hacia la integración económica, política social y monetaria. El número de países miembros es diferente en cada situación histórica, los protagonistas también, pero los grupos políticos que soportan cada hito acontecen los mismos.

La UE fue fruto de la alianza entre las tres grandes fuerzas de los democristianos, los socialdemócratas y los liberales; a despecho del poblamiento que haga la extrema derecha en los países europeos, el mandato que empieza estos días seguirá siendo fruto de este consenso. La Segunda Guerra Mundial, la barbaridad más grandes que han realizado los europeos, supuso un punto de inflexión. Definitivo. No solo por los setenta u ochenta millones de muertos, a los cuales hay que añadir los otros diez millones de la Primera, que son muchos cadáveres: la reflexión posterior a 1945 fue hecha por ingleses, franceses, alemanes, italianos, belgas, holandeses y luxemburgueses -los fundadores de la CE- para erradicar las causas del enfrentamiento civil entre europeos.

Pesaban los muertos, pero era más duro saber que el fascismo no casaba muy bien con la idea que los padres constituyentes tenían para la nueva Europa. Las tres familias políticas, todas hijas del capitalismo, desarrollaron un modelo de sociedad que, con el común denominador de la democracia formal, apoyarían a los más débiles (aportación democristiana), aportarían un reequilibrio de rentas y adelanto social (aportación socialdemócrata) y libertad de mercado (aportación liberal). Esta ha sido, con todas las vicisitudes, trabas y éxitos, la historia de los setenta años de la UE. Este ideario tuvo su fruto principal en la creación de unas clases medianas mayoritarias protagonistas del periodo más largo de paz, y en el extraordinario crecimiento de la prosperidad, como nunca ha existido en ningún lugar ni momento a la historia.

"Gobernar en minoría no es el mismo que hacerlo con grandes mayorías"

Es verdad que desde hace casi veinte años los precios van por encima de los salarios, la corrupción aflora, señal que vive incrustada al sistema, y cada vez quedan más personas atrás. Es verdad que las clases medianas se están desmenuzando y se ha frenado la prosperidad. Pero esto no querrá decir nunca que los valores fundacionales de la Europa moderna hayan dejado de ser potentes ni interesar a la mayoría de los ciudadanos. Gobernar en minoría no es lo mismo que hacerlo con grandes mayorías, y hacer políticas en momentos de depresión económica es menos lucido que nadar en la abundancia. Ahora bien, ni una cosa ni la otra significan que el legado inédito europeo deje de tener validez.

Por esta razón, cuando en los países se está produciendo un alud de ideas segregacionistas, lejanas a los criterios fundacionales de la Unión, las grandes familias tradicionales se han avanzado a cerrar rápidamente los dirigentes del nuevo periodo.

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