Estos últimos días hemos sabido que los franceses de Crédit Mutuel han decidido desprenderse de la histórica aseguradora catalana, que adquirieron en 2012 acompañados del RACC. Ha pasado una década y parece que Crédit Mutuel no ha logrado ni de lejos los objetivos que se había propuesto con la compra de Agrupació Mútua. La obsesión por potenciar el banco del grupo, Targo, que marcaba el paso de todo el conglomerado asegurador, formado por Agrupació Mútua y también por la compañía Atlantis -vinculada a los sindicatos- ha dibujado el destino de los intereses de Crédit Mutuel en el Estado . De entrada, la obsesión por potenciar este banco desconocido por completo para el público español ya demostraba un profundo grado de ignorancia sobre el mercado de la banca en el Estado, donde las entidades extranjeras no suelen tener el éxito que prevén sus planes de negocio. Los franceses pensaban que con Targo disponían de algún tipo de San Greal de las finanzas, pero al final han acabado despertando en la cruda realidad. Eso sí, por el camino nos han dejado iniciativas comerciales estrambóticas, como la de la unificación de las marcas Agrupació, Atlantis y Targo bajo una denominación paraguas que se llama “Tomamos impulso”, que aparte de parecer el eslogan de alguna plataforma de carácter político, sólo tiene versión en español, cuando la inmensa mayoría de sus clientes de productos aseguradores residen en Catalunya y Baleares. Al final, resultó que el impulso que tomaban era para liquidar las actividades y huir a toda prisa del país.
Todas las señales parecen indicar que tanto Agrupació Mútua como las demás entidades aseguradoras del holding no saldrán a subasta, sino que Crédit Mutuel las transferirá directamente a sus compatriotas de Axa, una de las grandes compañías de seguros del planeta que, por cierto, no se caracteriza mucho por respetar las marcas que devora, como vimos en el caso de Winterthur. De repetirse este último hecho, implicaría la desaparición definitiva de una marca nacida en 1902 dentro del fértil movimiento mutualista catalán de la época. Sin embargo, éste no será el primer episodio doloroso de la compañía que, como veremos más adelante, hace una década sufrió una importante desnaturalización. El importe de la transacción se valora en unos 310 millones de euros. En los últimos años, los beneficios anuales se acercaban a los 10 millones, con un volumen de primas en torno a los 250 millones de euros.
Todo apunta a que el negocio asegurador de Agrupació Mútua será adquirido por Axa, mientras que la banca Targo lo será por Abanca
Por su parte, la rama bancaria del grupo, el citado Targo, parece que será adquirida por Abanca, un banco gallego heredero de Caixa Galicia y que tiene capital venezolano. La operación la diseñará la banca de negocios Rothschild & Co. Por el momento, no se han publicado cifras respecto al valor de la compraventa, pero parece difícil que los franceses puedan recuperar los más de 300 millones de euros que han perdido en estos años de lucha infructuosa.
La entrada de Crédit Mutual en Agrupació se produjo hace diez años, cuando la mutua catalana llevaba tres intervenida por las autoridades. El otro finalista para adquirir la entidad de la Gran Via, además de los franceses, fue la mutua catalana Fiatc, que planeaba una interesante fusión entre mutuas. Pero la extraña decisión de la Generalitat de entregar la presa a los vecinos del norte cambió el guión que buena parte de los espectadores habían imaginado. Una de las consecuencias directas fue la desnaturalización que comentábamos líneas atrás: Agrupació Mútua tuvo que dejar de ser una mutua de seguros para convertirse en una sociedad anónima. O sea, algo casi tan traumático como si el Barça dejara de ser un club deportivo y se convirtiera en una sociedad anónima deportiva. Cabe decir que Crédit Mutuel no iban solos en la operación, sino que mostraban cierta pátina de catalanidad gracias al acuerdo con el RACC, que tomó una participación minoritaria del negocio. En su oferta se comprometieron a inyectar 200 millones de euros para sanear las debilitadas cuentas de la aseguradora catalana.
Por el camino se quedó el edificio de Gran Via 621, vendido para tapar agujeros, hoy reconvertido en el hotel Almanak, de cinco estrellas
¿Y qué hacía, en 2012, Agrupació Mútua intervenida por las autoridades? Pues pagar los excesos de unos años de gestión de delirio que acabaron por poner la más que centenaria mutua en una situación difícil en cuanto a su supervivencia. Las primeras señales de alarma llegaron en 2003, cuando el consejero delegado de la firma, Josep Lluís Torra Ruiz del Sotillo, abandonó el cargo de consejero delegado al ser metafóricamente acompañado hasta la puerta por la Dirección General de Seguros (DGS), el regulador del mercado asegurador. El argumento de la DGS para la sustitución del primer ejecutivo permite dejar volar la imaginación: "La dirección llevaba a cabo un modelo de gestión demasiado arriesgado".
Dos factores clave en este estilo de gestión fueron la excesiva exposición al sector inmobiliario -que todavía no había colapsado- pero sobre todo las inversiones millonarias de difícil justificación. El testigo de Torra lo tomó Jordi Conejos Sancho, un hombre bien visto por las administraciones públicas, pero que con el paso de los años tampoco pareció que sería la solución de la Agrupació, sino que actuaría más bien de catalizador de todos sus males latentes (en 2012 fue imputado por descapitalizar la entidad). Y el tercer protagonista del declive de la mutua centenaria no les decepcionará, porque el presidente de la entidad hasta poco antes de su intervención fue nada menos que Fèlix Millet Tusell, burgués modélico que saltó a la fama por su gestión extremadamente generosa -sobre todo hacia sí mismo- del Palau de la Música. Con una década de tal frenesí gerencial no es raro que en 2012 Agrupació Mútua acabara en estado comatoso a la espera de que alguien la rescatara. En medio de este desaguisado se quedó por el camino su emblemático edificio de Gran Via 621, esquina Pau Clarís, que tuvieron que vender para tapar agujeros. Para quien tenga curiosidad, hoy es el hotel Almanak, de cinco estrellas, perteneciente al grupo austríaco WSF, dirigido por Herbert Haselbacher, antigua gloria del baloncesto de ese país.
Quizás hoy la marca Agrupació no tiene el prestigio y el reconocimiento social que había tenido décadas atrás, pero sin duda es una víctima más de la incapacidad de los catalanes para preservar su patrimonio histórico, sea del ámbito que sea: de la misma manera que durante décadas trinchamos obras maestras de la arquitectura modernista, ahora vemos como entidades fundamentales de la historia del país, como pueden ser el Ateneu Barcelonès o el propio Barça están en peligro de perder buena parte de su esencia ante la inacción total de la sociedad civil, que parece demasiado preocupada en solucionar su propio día a día. Luego contemplamos con admiración y envidia como los anglosajones presumen de su legado histórico, cuando la única diferencia es que ellos le han sabido preservar y nosotros no.