Mientras he seguido dando vueltas a la gestión democrática del coronavirus, he ido leyendo lo que ha dicho Donald Trump, el presidente de los EE.UU.. A pesar de ser una retórica racista y puramente interesada, me ha hecho recordar como el régimen chino pretende ahora limpiarse las manos con el envío masivo de material médico a países de todo el mundo, incluida Europa (dónde ha pasado por delante de las instituciones comunitarias, siempre silenciosas ante las crisis internas más graves). Sólo hay que ver la simplicidad con que los usuarios de las redes sociales están tratando el tema, haciendo un agradecimiento explícito a Beijing, mientras hace dos días señalaban chinos por la calle (y ellos respondían evidentemente diciendo #nosoyunvirus). Olvidaremos que uno de los factores más relevantes de esta crisis es la ocultación que, durante dos semanas, hizo el régimen, a pesar de las denuncias públicas de algunos médicos de Wuhan?
"¿Olvidaremos que uno de los factores más relevantes de esta crisis es la ocultación que, durante dos semanas, hizo el régimen, a pesar de las denuncias públicas de algunos médicos de Wuhan?"
Si bien es cierto que China ha sabido actuar con firmeza, porque tiene un control absoluto sobre su población, sería un error confundir obediencia — o responsabilidad social— en momentos de crisis, con lo que allí se ha vivido. Las voces disonantes se han silenciado y ahora el Partido quiere reescribir la historia. Todo el mundo ha olvidado la represión brutal a la minoría musulmana de Xinjiang, los uigurs. O a los tibetanos. Las desapariciones de disidentes. En la sociedad actual, la opinión pública muta con tantísima facilidad, que los periodistas tenemos que estar más atentos que nunca para interpretar la realidad y ofrecer un análisis de la situación que aporte perspectiva al ciudadano. Me sorprende, a pesar de entenderla parcialmente, la desconfianza general hacia el periodismo. A menudo está cargada de tópicos y de una gran incapacidad de selección de fuentes de confianza. Los mismos que se cruzan cadenas absurdas de Whatsapp, y la teoría conspiranoica de un virus generado en el laboratorio (que ya ha sido desmentido), son quienes tienen palabras más duras hacia nuestro oficio.
"Los mismos que se cruzan cadenas absurdas de Whatsapp, y la teoría conspiranoica de un virus generado a laboratorio (que ya ha sido desmentido), son quienes tienen palabras más duras hacia nuestro oficio"
Martes conocemos una pésima noticia. Xi Jinping ha expulsado los reporteros de los medios de Estados Unidos, como el New York Times o el Washington Post, principales relatores de la crisis del coronavirus y garantes de dar voz a la disidencia. Y es aquí cuando vuelvo a pensar en la necesidad del sistema democrático. Sin él no habría periodismo. Y China conseguiría hacer un 1984 de Orwell de manual.