No sé si me gusta el web3. Tampoco sé si es tanmalo como dicen unos ni tan revolucionario cómo dicen otros. Solo estoy seguro de que los productosdigitales nunca acaban siendo como los fundadores los pensaron.
El web2 nació como una colección de propósitos que, veinte años después, se han convertido en despropósitos. Más o menos como los propósitos de año nuevo, que a menudo consisten en hacer más deporte, dejar el tabaco y emplear más transporte público, bicicleta o patinete. Nos apuntamos al gimnasio y compramos la bicicleta. Al llegar diciembre, la bicicleta está en Wallapop, el gimnasio primero era demasiado duro, después hacía demasiado calor y en septiembre nos borramos porque descubrimos que no teníamos tiempos de ir.
No sabes cómo mirar el web2. Si no fuera por las aplicaciones SaaS y las redes sociales, casi ni siquiera usaríamos el navegador. Cuando abrimos una pestaña para aprender de una cosa que no conocemos mucho, la experiencia se asemeja a Punta Ballena, de Magaluf, un quince de agosto prepandemia; no aprendemos nada bueno y tendremos suerte si no salimos peor que como entramos.
D lal web casi solo usamos el SaaS y el cloud: la pestaña del servicio de correo, la de las conferencias, la de los archivos, del editor de textos, la hoja de cálculo, las presentaciones, el Slack, la intranet. Lo que no hace mucho eran aplicaciones instaladas al ordenador, ahora son pestañas de navegador.
Hace mucho que no recomiendo ninguna web ni me lo recomiendan. No recuerdo cuál fue la última vez que sentí entusiasmo después de un clic que me llevara hacia un buen sitio que aún no conocía. Ahora pasa en la app del TikTok, que también tiene web, pero está hecho con aquellas pocas ganas de hacer webs que tienen los chinos.
El web2 nació como una colección de propósitos que, veinte años después, se han convertido en despropósitos. Es un Matrix decadente
El botón "hoy tendré suerte" del Google se ha convertido en un engaño universal equiparable al del abre-fácil de los envases y las latas. En este momento, la primera página de resultados es un desfile de oportunistas e influencers queriéndoos endosar su producto o el de su patrocinador, a menudo encubierto. A partir de la segunda página también encontraréis oportunistas, pero más mediocres que los de la primera. La tercera tiene menos audiencia que la cara oculta de la Luna.
No hace tanto, hacíamos broma sobre la gente que, en vez de teclear la dirección web de un lugar, la buscaba en Google y hacía clic en el primer resultado. Hoy no funciona. En el primer resultado encontraremos alguien de la competencia. Es como si, en el mundo real, buscáis una tienda Coca-Cocla y acabáis a la de Pepsi, siempre y sin saber cómo. Os pasa un puñado de veces, con diferentes cosas, hasta que os pregntáis si estamos en Matrix y que madre mía, cómo falla. El web2 es un Matrix decadente.
Para descubrir buenos artículos de expertos honestos en la primera página de resultados, hay que ser aficionado a algo claramente minoritario. Por ejemplo, plumas estilográficas artesanales de la India. En la segunda página de resultados encuentro uno de los mejores artesanos, Ranga. Tengo una pregunta y escribo al correo que muestra en la web. Contesta casi inmediatamente. El mensaje contiene un enlace a un documento del Google Drive y dice que ahí es donde lo encontraré todo. Tiene la web abandonada, pero está en la segunda página de resultados. Si vendiera algo de moda, no estaría ahí.
De hecho, el mejor fabricante de plumas de Shanghai, PenBBS, ni siquiera ha perdido el tiempo haciendo una web. En realidad, PenBBS es un foro chino de aficionados a las plumas –The Pen Network es el equivalente eb occidente. El año 2005 se los ocurrió hacer tintas, y fue bien. Animados, más adelante decidieron hacer plumas. Cada modelo nuevo se agota 24 horas después de la presentación, que en occidente consiste en solo una foto a Instagram –y si te gusta la pluma, ya puedes correr hacia la tienda oficial PenBBS en Etsy–.
Alternativas en el web
La decadencia de la web2 ha hecho que vuelvan cosas casi preweb, como por ejemplo los newsletter. El siglo pasado publicábamos por correo electrónico porque era fácil, mientras que la cosa de tener web era cara y complicada. Cuando el web2 permitió publicar fácil y barato gracias a los blogs, entonces cerramos los newsetter y el género se volvió un nido de spam. Ahora los hemos reabierto y hay más que nunca. Incluso el LinkedIn te anima a hacer y subscribirte.
Hace falta que rescatamos, de la cara oculta de la luna, a muchas voces genuinas que digan cosas que nos hagan pensar
De hecho, aunque tengamos web, en realidad no tenemos web. Aquello que podamos publicar, cualquier cosa, quedará tapado en los buscadores por una tropa de oportunistas que nos condenan, con suerte, a la tercera págna —o más — de resultados del buscador. El posible eco de nuestra publicación quedará condicionado a si el enlace circula por las redes sociales, un lugar donde solo publican quienes son capaces de obviar la miseria y de sobrevivir tormentas de hiel y vinagre.
Por todo ello, las voces más interesantes de internet suelen estar lejos del web2. Además de los newsletter, los podcast también han pasado a ser mi primera fuente de descubrimiento de personas interesantes. Oír su voz es un extra. La transcripción de los podcast hacia texto todavía es incipiente, cosa que significa que son invisibles en los buscadores. No importa, porque los encontramos por el boca-oreja. El día que los podcast se puedan buscar por contenido en la web2, entonces los de autores genuinos también acabarán más allá de la segunda página de resultados, tapados por docenas de creadores oportunistas haciendo masajes al mejor postor.
Un mundo de conversaciones
Internet y el web desde la uno –e incluso la cero– es un mundo de conversaciones. Los mercados también son conversaciones, dice la primera de noventa y cinco tesis del ManifiestoCluetrain, publicado en 1999, precisamente cuando íbamos del web1 hacia el web2. Ahora, cuando llega el web3, internet continúa siendo un mundo de conversas también a la era del IoT y del cloud, en el cual las máquinas también conversan entre sí mediante APIs.
Nuestras conversaciones son a las pestañas de las videoconferencias, los foros y las redes sociales –después de ser inmunes a la miseria, la hiel y el vinagre. Pero también están en las pestañas de las herramientas de trabajo remoto. Aunque no lo parezca, también hay conversaciones en las pestañas del SaaS, donde máquinas generan grandes cantidades de datos que servirán para contestarnos preguntas y harán nuestras conversaciones más interesantes. Conversar con datos es revolucionario, en la era del populismo y la desinformación.
No sé si me gusta la web3 que aún no sabemos cómo será. Pero hagámosla ya. Descentralizada o no, con tokens, metaverso, blockchain, bigdata o inteligencia artificial. Es igual. Hace falta que rescatemos, de la cara oculta de la Luna, a muchas voces genuinas que digan cosas que nos hagan pensar.