El pasado año escribí el artículo El país del "no" a todo. Cuando un escritor denuncia un hecho tiene la esperanza de que alguien lo lea, pero, sobre todo, tiene el sueño de que alguien le haga caso. Es como quienes cada año compramos unos décimos en la lotería con la firme esperanza de que por fin alcanzaremos la seguridad económica, podamos ayudar a los hijos, mostrar nuestra generosidad solidaria con un mundo a menudo cruel y construir una montaña de ilusiones. Cada año los sueños se deshacen, pero resta la esperanza para el año siguiente. Pero, desde que escribí el artículo, los desatinos producidos por la falta de planificación estratégica se han multiplicado (aeropuertos, gaseoductos, MAT, eólica marina y terrestre o fotovoltaica en regadíos, por ejemplo). Catalunya se ha convertido en un país de hacer y deshacer. El despilfarro de recursos no parece preocupar demasiado.
El último error estratégico es la ampliación de la ZEPA (Zona de Especial Protección de las Aves) del Baix Llobregat. La propuesta de ampliación implica pasar de 935,05 hectáreas a 2.381 hectáreas de la ZEPA en el Delta del Llobregat. Este proyecto ha recibido un aluvión de alegaciones en contra. Cerca de 200 empresas y sindicatos han expresado su desaprobación. En las alegaciones se aportan argumentos concretos de falta de información previa, de escepticismo sobre la real afectación a las aves, de inadecuación a la legislación europea, de falta de un plan de gestión de las actuales superficies protegidas, del cariz extremadamente restrictivo de la propuesta. Pero creo que hay que salir del detalle, hay que revisar la historia para, a continuación, levantar el vuelo y, desde la distancia, mirar el mapa del Baix Llobregat, de Catalunya y del mundo.
Una coyuntura global que reclama respuestas
La coyuntura económica actual está marcada por serias tensiones globales en los mercados alimentarios. Desde 2007 los precios de los alimentos han enloquecido, con cuatro graves crisis (2007-2008, 2010, 2012 y 2022), de las cuales la de 2010 hizo estallar las guerras del Norte de África. Hace pocos días el Departamento de Agricultura de Estados Unidos publicaba que en un año, de media, los precios del suelo en Estados Unidos se han incrementado un 12,4%. Países tal como China o Arabia Saudí están comprando tierras o estableciendo acuerdos de abastecimiento alimentario en otros países en previsión de posibles problemas de abastecimiento futuro. También en Catalunya se han incrementado las compras de fincas por parte de fondos financieros diversos. El mundo se está preparando para la gran batalla de los recursos naturales. La misma guerra de Ucrania tiene una lectura posible en esta dirección.
¿Qué hacemos mientras tanto en Catalunya? En Catalunya hacemos lo contrario. Según parece esto es solo un problema de África, nos han dicho algunas personas influyentes. Así, se ha dificultado el desarrollo del canal Segarra-Garrigues, se han abierto las puertas a laminar los suelos agrícolas productivos, incluso de regadío, con placas solares y ahora se quiere casi destruir definitivamente el poco suelo agrícola que queda en el Delta del Llobregat. Todo vestido, sin embargo, de argumentos en formato medioambientalista que traspasan todas las barreras del sentido común y con un lenguaje contradictorio. Mientras se habla de agricultura de proximidad, objetivo que se difunde como el gran objetivo del Plan Estratégico de la Alimentación Catalana, se propone destruir lo poco que quedaba de las mejores tierras agrícolas de Catalunya, justo al lado de la gran área metropolitana. Mientras se autoriza a poner placas solares en suelos agrícolas productivos, incluso de regadío, al mismo tiempo, se aprueba un decreto que pretende la recuperación de tierras abandonadas. Sin que deje de tener sentido recuperar tierras agrícolas, lo que no tiene sentido es el orden de prioridades. Primero hay que poner las placas solares en las tierras abandonadas, no en las productivas.
No tenemos tiempo para equivocarnos
Se están errando los caminos estratégicos de futuro, sobre todo teniendo en cuenta que Catalunya está densamente poblada y cuenta con la mitad del suelo agrícola en relación con las medias europeas y mundiales. No ha habido reparos para llenar el delta del Llobregat de infraestructuras, edificios, fábricas, almacenes, aeropuerto y zonas protegidas. Pero ahora quiere ir más lejos y destruir lo que quedaba de la principal riqueza del delta del Llobregat, es decir, su potencial agrícola.
Es necesario defender la biodiversidad y defender una producción alimentaria sostenible, pero, sin embargo, una producción suficiente para abastecer la demanda y, sin duda, asequible para toda la población
Los dogmas ideológicos pueden justificar cualquier cosa, pero la realidad los desmiente. Si hablamos de sostenibilidad debemos referirnos a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y éstos son diecisiete, aunque solo dos de ellos hablan de la defensa de la biodiversidad. Pero hay otras 15: El fin de la pobreza, el logro del hambre cero, la reducción de las desigualdades, el consumo y producción responsables, la energía limpia y asequible, la industria, la innovación y las infraestructuras o el agua, por ejemplo. La realidad es compleja y es desde esta complejidad que es necesario abordar las respuestas estratégicas. Es necesario defender la biodiversidad y defender una producción alimentaria sostenible, pero, sin embargo, una producción suficiente para abastecer la demanda y, sin duda, asequible para toda la población. Además, debe ser económicamente rentable, requisito sine qua non de su viabilidad. Abordar la complejidad y apostar por las posibles respuestas, todas ellas probablemente insuficientes, es el camino. Enrocarse en un objetivo único, transformado en axioma inalterable, es una opción claramente insostenible. No es más sostenible quien llama más fuerte sostenibilidad. Lo es quien aporta soluciones, dentro de la complejidad, capaces de equilibrar y optimizar respuestas atendiendo a los distintos propósitos.
Hacen falta respuestas equilibradas
Cataluña tiene una tercera parte de su territorio como ZEPA (32%). La media europea es el 17,9%. Francia tiene el 11,01%, mientras que el Reino Unido es de 8,66%. Somos los campeones en ZEPAs. Sin embargo, la defensa de los pájaros debe ser compatible con alimentar a la población. Tiene que haber equilibrio entre los diferentes objetivos y, en este caso, Catalunya ya ha aportado más que nadie en ZEPAs. Asimismo, la agricultura del Baix Llobregat ya ha cedido más de lo que correspondería en equilibrio. Catalunya dispone de un tesoro de producción agrícola (hortícola) en el delta del Llobregat y se quiere destruir o, lo que es lo mismo, se quiere sustituir por una agricultura en regresión propia de tiempos pasados. Es necesario saberlo, los condicionantes medioambientales que se proponen con la ampliación de la ZEPA son incompatibles con una agricultura competitiva y sostenible.
Catalunya necesita producir más alimentos y de forma sostenible. Para ello necesita una agricultura moderna, tecnológicamente avanzada. Ésta es la agricultura de precisión. El delta del Llobregat ha hecho una apuesta lógica por la horticultura, esta horticultura de precisión estará muchas veces bajo invernadero, aunque esto también genera prejuicios eco-estéticos, es necesario obviarlos. Los invernaderos modernos son la respuesta sostenible de la horticultura. Bajo el invernadero moderno encontramos eficiencia productiva, bajo consumo de agua que se recicla en proceso circular, reducción de insecticidas, fertiirrigación... En resumen, sostenibilidad.
Cabe decir, de una vez, que muchos de los argumentos para frenar los proyectos de progreso son excesos estéticos o meras excusas que esconden la insolidaridad en formato territorial
Debemos decirnos la verdad. Los gobiernos deben saber decir la verdad. Hay que afinar las estadísticas y hablar el lenguaje de la realidad. Hay que decir, de una vez, que muchos de los argumentos para frenar los proyectos de progreso son excesos estéticos o excusas meras que esconden la insolidaridad en formato territorial. La lucha contra el cambio climático requiere conciencia y esfuerzos y, en cualquier caso, es necesario abordarlo sin apriorismos estéticos. En Dinamarca muestran los molinos de viento como reclamo turístico y orgullo de país comprometido con un futuro sostenible. Aquí la estética, disfrazada de mentira, paraliza cualquier proyecto o destruye proyectos bien orientados.