
¿Son arbitrarios los zigzagueos de Donald Trump o responden a un plan? Comencemos por admitir que Estados Unidos tiene un problema real. Si analizamos las Posiciones Inversoras Internacionales Netas (NIIP), es decir, la diferencia entre los activos internacionales de un país (inversiones del país en el extranjero) y sus pasivos internacionales (inversiones extranjeras en el país), nos daremos cuenta de que existe un desequilibrio importante. Los principales países acreedores (con saldo positivo) son Alemania, con +3.708 millones de dólares (el 72% de su PIB); Japón, con +3.587 millones de dólares (el 79% del PIB); y China, con +3.192 millones de dólares (el 15% del PIB). Los principales países deudores (con saldo negativo) son Brasil, con -981.000 millones de dólares (40% del PIB); Reino Unido, con -1.122 millones de dólares (26% del PIB); y Estados Unidos, con -23.603 millones de dólares (el 80% de su PIB).
Estamos inmersos en una lucha por el liderazgo mundial. Mientras que la segunda potencia mundial, que aspira a ser la primera, China, es uno de los mayores acreedores mundiales, la primera potencia mundial, que no quiere ser desbancada, Estados Unidos, son los grandes deudores del mundo. No es la mejor de las posiciones para defender la plaza. A nadie se le escapa que aquí se ha llegado, entre muchos otros motivos, porque el propio liderazgo tiene un precio. Esta situación es sostenible en el tiempo siempre que Estados Unidos conserve su prestigio. Esto significa, por ejemplo, no solo disponer de una economía fuerte, sino también tener una moneda sólida, o también de unas instituciones firmes, entre otras cosas.
Trump quiere modificar esta situación. Nada que decir. La cuestión es cómo piensa hacerlo. De momento, ha anunciado la implementación de unos aranceles, con el objetivo, dice, de mejorar su balanza comercial. Ante este anuncio solo caben dos actitudes: o lo interpretas o te lo crees.
Interpretémoslo
Según esta primera opción, las negociaciones por los aranceles apenas están comenzando a estas alturas. Pocas serán las personas que piensen que las tarifas anunciadas por Trump sean las definitivas. Su obsesión negociadora extrema es bien conocida. Una cosa es lo que pide y otra cosa es lo que quiere. Son sintomáticos -y nada sorprendentes, por otra parte- los comentarios que hizo al día siguiente de haber anunciado las tasas: “Los aranceles nos dan un gran poder negociador”, o las declaraciones en las que afirmaba que estaba abierto a reducirlos si las otras naciones le ofrecían algo “fenomenal”.

Hay que comprender los verdaderos objetivos de Trump. Quiere detener a China, que Europa se haga cargo de su defensa y que le compre gas a Estados Unidos, que Vietnam no sea más utilizado como una puerta de salida encubierta de bienes chinos, que México controle sus fronteras, etc. Es tan improbable que los aranceles anunciados perduren en el tiempo como probable es que logre sus verdaderos objetivos.
Según esta visión, los descensos de los mercados bursátiles son temporales y hay que aprovechar los descensos para comprar, ya que muy probablemente revertirán rápidamente.
Nos lo creemos, aunque cuesta. ¿Por qué cuesta?
En primer lugar, cuesta hacerlo porque el comportamiento de Trump parece estar atentando contra los pilares que sustentan a Estados Unidos. Sus decisiones iniciales parecen ser perjudiciales para la economía norteamericana, pretenden, además, debilitar el dólar, y suponen un reto constante para sus instituciones.
En segundo lugar, habría que suponer que Trump desconoce las más elementales leyes económicas. ¿De verdad no sabe que implantar aranceles hace subir los precios, hace menguar el crecimiento, y hace reducir la productividad? ¿Desconoce Trump que los aranceles son malos, en primera instancia, para los propios Estados Unidos? ¿Que los otros países contraatacarán? ¿Alguien cree que Trump es un personaje de esos que se dispararía en su propio pie? Las mismas cifras de aranceles que ha dado para cada país están calculadas de una manera muy burda, simplista y nada elaborada. No ha dedicado demasiado esfuerzo. ¿Una amenaza calculada por un becario?
¿Qué empresa hará una planificación a largo plazo cuando el mismo Trump hace cambios de parecer súbitos, y además está en su último mandato?
En tercer lugar, habría que suponer que Trump desconoce también que para que las empresas extranjeras que aún no tienen capacidad productiva en Estados Unidos se instalen allí, tendrían que creerse que estos aranceles serían perdurables en el tiempo. Aparte de que los ecosistemas de producción están donde están, ¿qué empresa hará una planificación a largo plazo cuando el propio Trump hace cambios de parecer súbitos, y además está en su último mandato? Difícilmente, Trump podrá anunciar proyectos empresariales de magnitud a sus electores.
Y si, a pesar de esto, nos lo creemos, ¿qué pasa?
Los servicios, sobre los cuales no hay ningún arancel, suponen aproximadamente un 75% del PIB de los Estados Unidos. Hace cien años suponían solo alrededor de un 25%. En otras palabras, la importancia de los bienes hoy es muy relativa. De hecho, la economía mundial ya hace unos años que tiene unos muy buenos crecimientos, por encima de la media histórica, aunque el consumo de bienes ha sido débil en todas partes. Es la fortaleza de la demanda de servicios la que sostiene la economía.
¿Qué podríamos esperar que pasara si los aranceles de Trump se quedaran tal y como los ha anunciado? Pues bien, si tenemos en cuenta que suponen un aumento medio de las tasas de un 22%, demos por hecho que todos los países contraatacarán con aranceles similares, que el porcentaje de comercio mundial con salida o entrada a Estados Unidos supone entre un 12% y un 15% del comercio mundial, y que cada 1% de aumento de aranceles puede suponer entre un 0,1% y un 0,2% de decrecimiento del PIB mundial, obtendríamos los siguientes cálculos. En el mejor de los casos supondría: 22%*0,12*0,1= 0,264%, menos de crecimiento. En el peor de los casos supondría: 22%*0,15*0,2=0,66% menos de crecimiento. Dicho de otra manera, el crecimiento del PIB mundial, actualmente previsto en el 3,3%, podría reducirse hasta un intervalo que iría entre el 2,64% y el 3,04%.
¿Cuál es el crecimiento mínimo que debe tener el PIB mundial para que los beneficios empresariales lo hagan bien? 2,6%, según nos marca la evidencia histórica.
Por tanto, incluso si nos creemos los aranceles de Trump, los beneficios empresariales lo continuarían haciendo bien. Sí que es cierto, sin embargo, que el margen de seguridad sería más pequeño.
¿El mercado se lo cree o lo interpreta?
Es cierto que el mercado ha caído, pero caídas relevantes en los mercados hay continuamente. Son los conocidos dientes de sierra. En primer lugar, la volatilidad solo se ha normalizado, ha pasado de baja (12% a 15%) a normal (20% a 25%). Son niveles muy lejanos de los de volatilidad que denotan la existencia de problemas graves (pueden ir del 30% hasta el 70%). Parece, entonces, que el mercado se lo medio cree, como mucho.
¿Cómo reaccionar, entonces, ante el exabrupto de Trump? Pues aprovechando la oportunidad para comprar. Preferentemente, empresas de servicios, sin ninguna afectación directa de los aranceles
Aparte de la caída bursátil, se ha producido simultáneamente un movimiento de rotación. Las caídas fuertes se han dado en las bolsas norteamericanas. Históricamente, las bolsas europeas siempre caían más que las americanas, en los momentos correctores. Esta vez no es así. Las bolsas europeas, a pesar de las caídas de estas semanas, estarían aún planas respecto al inicio del año. Por tanto, hay inversores que están vendiendo las bolsas caras (Estados Unidos) para comprar las baratas (Europa, Hong Kong, etc). Este es un movimiento de flujos inversores muy racional que comenzó, además, a darse en las gestoras de Estados Unidos. Dada la avalancha de flujos que fueron hacia los Estados Unidos (a comprar mayoritariamente, directa o indirectamente, las siete magníficas), este es apenas un movimiento incipiente, al que le queda mucho recorrido.
¿Cómo reaccionar, entonces, ante el exabrupto de Trump? Pues aprovechando la oportunidad para comprar. Preferentemente, empresas de servicios, sin ninguna afectación directa de los aranceles, y también geografías que tengan sus bolsas aún muy baratas (Europa, Japón, emergentes...).
El personaje de Trump es tan controvertido que mientras hay quienes quieren esculpir su cara en el Mount Rushmore, también hay quienes sencillamente ven en su personaje la viva imagen del inicio de la decadencia de Estados Unidos. El tiempo dirá.