Es evidente que toda la cadena alimentaria se encuentra afectada por una tormenta perfecta de incrementos de costes: materias primas (especialmente cereales, piensos, azúcar, etc.), energía, transporte, fertilizantes, envases, etc. que provoca una inflación alimentaria mucho más alta de lo que estamos acostumbrados en los últimos 20 años, a pesar de la enorme competencia que existe en el sector que asegura la más eficiente y posible formación de precio. Así, el precio de los alimentos subió en octubre en un 15,4% (IPC interanual).
Ante esta situación, el presente artículo tiene la voluntad de dar respuesta a dos cuestiones principales: ¿cómo reacciona y está cambiando el consumidor sus patrones de consumo alimentario por efecto de la inflación?, ¿y por qué se produce esta inflación en la cadena alimentaria?
En relación con los patrones de consumo, es evidente y conocido que compramos y gastamos en función primero, de nuestro poder adquisitivo y de la renta disponible familiar, y segundo, de las expectativas y confianza en el futuro del contexto económico. En un contexto actual en el que muchos hogares ven cómo se incrementa el coste de la hipoteca y/o alquiler, el coste del suministro energético, etc. es evidente que la renta disponible para gastar en compras ha disminuido para gran parte de la población. Por otra parte, el Índice de Confianza del Consumidor (ICC) que publica el CIS muestra cómo en octubre de 2022, el índice de confianza cae un 43,8% respecto a octubre del año pasado. Analizando las componentes del ICC, la valoración de la situación actual cae un 45,6% en octubre en términos interanuales, y la valoración de expectativas cae en un 42,4%.
En la crisis financiera de 2008-2012, en el gasto medio por hogar, la compra de zapatos se redujo en un 22%
La primera consecuencia de este hecho es que la gente racionaliza y analiza con mayor detenimiento el gasto en compras no cotidianas, y en ocasiones pospone su compra. Un ejemplo singular, pero ilustrativo, se pudo observar en la crisis financiera de 2008-2012, donde el gasto medio por hogar -a precios constantes- en la compra de zapatos se redujo en un 22%, mientras que la reparación de calzado creció en un 14%, según datos de la Encuesta de Presupuestos Familiares que publica el INE (Instituto Nacional de Estadística).
5 cambios de comportamiento de compra alimentaria
El gasto alimentario, sin embargo, no puede seguir el mismo patrón, ya que como sector esencial de nuestra economía, todos necesitamos comer. Por tanto, conviene preguntarse: ¿Cómo influye el actual aumento del coste de los alimentos en los patrones de compra alimentaria?
Fundamentalmente, se pueden clasificar los cambios de actitud de compra alimentaria en los siguientes 5 comportamientos: reducción del consumo, mayor planificación de la compra, sustitución de marca en un mismo producto, transición de productos en una misma categoría de productos, y reducción de la compra de categorías más caras a favor de otras más económicas. En un mismo consumidor pueden confluir varios de estos cambios de comportamiento de compra alimentaria, como ya se observó en anteriores crisis como la de 2008-2012. Analizamos cada uno de ellos:
1.- Reducción del consumo de los hogares medido en kg/litros. Según el panel de consumo en los hogares que publica el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en lo que va de año (septiembre es el último dato disponible), el consumo ha caído aproximadamente en un 9% en comparación con el mismo período de 2021. Asimismo, datos de un reciente estudio de AECOC muestran cómo el número de productos que se adquieren en cada compra ha caído: de 94 productos comprados al mes el año anterior, actualmente se compran 69, es decir, 25 menos al mes.
2.- Una mayor planificación y racionalización de la compra, que se traduce en dos actitudes contrapuestas: las familias que acuden con mucha más frecuencia a comprar (pero compran mucho menos y exclusivamente lo que necesitan para los próximos días), y las familias que acuden menos a menudo a comprar (porque reducen las compras impulsivas y planifican con mayor rigor las necesidades mensuales).
3.- Sustitución de marca dentro de un mismo producto. Un ejemplo de este comportamiento se puede observar en el peso de las marcas de fabricante, que ha decrecido aproximadamente un 3% en favor de las marcas de distribuidor.
4.- Transición de productos dentro de una misma categoría de productos (sustitución intracategoría de consumo), donde dentro de una misma categoría de productos se reduce el consumo de aquellos más caros en sustitución de los más económicos. Un ejemplo de esta transición se encuentra en la categoría de carne, donde el consumo per cápita de la carne de vacuno ha caído en septiembre en términos interanuales, mientras que la carne de pollo y otras aves crece ligeramente.
5.- Reducción de la compra de categorías más caras en favor de otras más económicas (sustitución intercategoría de consumo). Así, por ejemplo, se reduce el consumo neto (es decir, pierden peso en el conjunto de la cesta de la compra) la carne fresca, pescado fresco, y/o fruta y verdura fresca, mientras que suben su peso en la cesta de la compra los llamados “básicos”: arroz, pasta, legumbres, conservas, etc. De hecho, algunos estudios apuntan a que por cada incremento de +10 p.p. (puntos porcentuales) en los precios de una categoría, se reduce su consumo en proporción aproximadamente similar.
Así pues, los tres primeros efectos tienen por objetivo una reducción del gasto alimentario (menos consumo, más planificación, marcas más económicas) sin afectar necesaria ni significativamente al patrón de alimentos consumidos, mientras que los últimos dos tienen por objetivo una redefinición de la cesta de la compra para reducir su coste a través de modificar los hábitos y productos consumidos.
¿Por qué se produce esta inflación en la cadena alimentaria?
En primer lugar, el consumidor debe saber que la cadena alimentaria, y particularmente la distribución alimentaria, es un sector que se caracteriza por una enorme competencia, que garantiza la más eficiente formación de precio, ya que todos tenemos varios supermercados y tiendas especializadas al lado de casa y, por tanto, esta gran libertad de elección del consumidor lleva inherente que aquel establecimiento que no ofrece un precio competitivo, automáticamente pierde clientes.
En Catalunya tenemos uno de los sistemas de distribución alimentaria más competitivos de Europa
Esta elevada competencia se manifiesta tanto en los distintos canales de compra a disposición de la ciudadanía (supermercados, mercados municipales, tiendas especializadas, tiendas de barrio, etc.), como en el elevado número de empresas que operan en cada uno de los canales.
De hecho, en Catalunya tenemos uno de los sistemas de distribución alimentaria más competitivos de Europa, que asegura no sólo una eficiente formación de precio, sino también una elevada capacidad de resiliencia (como se ha podido observar durante la pasada pandemia, o en el paro patronal del transporte en marzo, etc., en el que, a pesar de las enormes dificultades, el suministro alimentario se pudo garantizar en todo momento), así como una innovación constante para ser eficiente en todos los procesos.
Gracias a esta enorme competencia, los precios alimentarios (IPC alimentario en Catalunya), se han mantenido extremadamente estables en los últimos 10 años, en torno al +1%/+2%, incluso con algunos períodos en negativo, y tan sólo un pico del +4,5% en julio de 2013 derivado del aumento del IVA de los alimentos decretado por el Ministro de Hacienda en ese momento, Sr. Montoro.
Sin embargo, actualmente el sector se encuentra en una tormenta perfecta nunca vivida anteriormente, con incrementos en la mayoría de materias primas muy significativos a día de hoy: piensos y trigo con crecimientos superiores al 80%; cartón, papel y plástico para envases con crecimientos superiores al 20%; en gasóleo más del 85%; en los costes eléctricos más del 200%; en fertilizantes por encima del 150%, y un largo etcétera. Y, obviamente, esa tormenta perfecta de incremento de costes, se traslada a toda la cadena alimentaria.
Los precios percibidos por el sector primario han aumentado un 39,3% en el último año
De hecho, en España tenemos muy buenos datos de la evolución de los precios en cada eslabón de la cadena alimentaria, que muestran cómo los incrementos derivados por el aumento de los costes de las materias primas se van trasladando -y atenuando- a lo largo de la cadena:
- En relación al sector primario, los datos del ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, -que realiza un seguimiento semanal del precio percibido por el productor de más de 126 productos-, muestran que los precios percibidos por el sector primario han aumentado un 39,3% en el mes de octubre de este año respecto al año anterior. Es obvio que existen diferencias entre productos, y por ejemplo los precios percibidos por el sector primario en huevos, aceite virgen, leche, cebolla, muestran crecimientos muy superiores a esta media.
- Por lo que respecta a la industria alimentaria, los datos que ofrece el Instituto Nacional de Estadística a través del Índice de Precios Industriales (IPRI) de octubre muestra un incremento de los precios percibidos por el tejido industrial del 21,2%.
- Los precios percibidos por la distribución (es decir, lo que paga el consumidor) muestran un incremento interanual del 15,4% según el IPC alimentario en octubre.
Las oscilaciones “shocks” en los costes de las materias primas en los mercados en origen tardan un tiempo en trasladarse al precio final del producto.
En segundo lugar, el consumidor debe conocer que las oscilaciones “shocks” en los costes de las materias primas en los mercados en origen tardan un tiempo en trasladarse al precio final del producto. La forma fácil de entenderlo es que, por ejemplo, la carne que compramos hoy, se ha producido con los costes del pienso, energía, etc. de hace meses.
Desde una perspectiva académica, un reciente artículo publicado el 3 de octubre de 2022 por CaixaBank Research y escrito por Pedro Álvarez Ondina y Judit Montoriol Garriga, analiza a través de un modelo econométrico de vectores autorregresivos, como impacta un shock sobre la tasa de variación de las materias primas alimentarias en origen (cereales, oleicos, fertilizantes, etc.) en la UE, en los precios finales pagados por el consumidor. Su estudio concluye que por cada incremento de 10 p.p. (puntos porcentuales) en los costes de las materias primas alimentarias agrícolas, se traduce en una repercusión en +2,3 p.p. sobre el IPC alimentario, al cabo de 12 meses, y añaden que precisamente ha sido este “shock” en las materias primas agrícolas lo que explica gran parte del aumento del precio de la cesta de la compra.
El sector siempre intenta trasladar los incrementos de coste en la menor proporción posible al consumidor y lo más tarde posible
De hecho, se puede observar como históricamente, el sector siempre intenta trasladar los incrementos de coste en la menor proporción posible al consumidor y lo más tarde posible. Así, por ejemplo, en el último semestre de 2021, cuando los costes de las materias primas ya crecían de forma importante, los costes de la electricidad, gas y otros combustibles estaban disparados (+55% en diciembre de 2021), los precios de los alimentos al consumidor sin embargo mantenían un incremento moderado (IPC del +5% en diciembre de 2021), y no fue hasta marzo de 2022 cuando empezaron a mostrar incrementos significativos.
La evolución de los precios de los alimentos en los próximos meses dependerá de la evolución de los costes de la mayoría de las materias primas, de su estabilización y moderación, en un contexto internacional ciertamente complejo y que no depende de los actores de la cadena alimentaria catalana (guerra de Ucrania y su afectación fundamentalmente en la oferta y precios de los cereales, piensos y aceite de girasol, shock en la oferta energética, coste del gas y su afectación en la formación del precio eléctrico, limitación a la exportación de azúcar por parte de la India, etc.).
Ante esta compleja situación sólo podemos transmitir a los consumidores que, por suerte, la enorme competencia en la cadena alimentaria asegura el precio más eficiente y competitivo posible en todo momento, y garantiza el esfuerzo de todas las empresas en repercutir lo menos posible el incremento de costes que sufren, porque el consumidor es siempre su prioridad