Este viernes es el Día Mundial de Acción contra el Sida. Quien no ha soñado nunca cambiar el mundo y encontrar una cura que salve el 1,1 millones que han muerto por enfermedades vinculadas a este virus? Aelix Therapeutics ha pasado del sueño a la realidad haciendo investigación para encontrar una terapia para las personas que sufren sida. El proyecto capitanejat por Jordi Naval viene de lejos: "Gestamos simultáneamente la creación de la compañía y la inversión. Nacimos en marcha y ya sabíamos que teníamos que hacer", recuerda. Ya lo decía un francés romántico como Victor Hugo: "No hay nada más peligroso que una idea que le ha llegado su momento".
La historia de Aelix no se puede entender sin el consorcio de investigación públicoprivat de IrsiCaixa en colaboración con la Obra Social de La Caixa, Laboratorios Esteve, Can Ruti, el Hospital Clínico, la Generalitat e ICREA. "Nos conocimos y decidimos crear un espín off para desarrollar las fases de estudios clínicos en pacientes infectados por el VIH", explica. Con 25 años de recorrido, todo empieza (de nuevo pero diferente) a principios de 2015 con la creación de un modelo de negocio y un business plan, una patente sólida, un marco regulador claro y una necesidad no cubierta.
Aelix nace con un pan bajo el brazo: un capital de 11 millones de euros procedentes de tres inversores internacionales, Ysios Barcelona, Caja Capital Riesgo y Johnson&Johnson. De momento, primera y única inversión.
La gloria del 2024
Los pasos tanto en regulación como en el estudio para desarrollar la terapia están fijados. Aelix ya ha hecho su primer ensayo clínico y espera obtener "resultados de eficacia" a lo largo del 2020. El mercado es tan pequeño como el mundo, el equipo es tan grande como seis personas dispuestas a cambiarlo. Naval es el único catalán y explica que "las compañías biotech acostumbran a tener poca gente porque subcontratan gran parte del trabajo a proveedores especializados".
Naval: "La terapia que estamos desarrollando es innovadora a escala mundial"
Si su modelo pasa las pruebas con nota, el siguiente paso es "fusionar la compañía o ser comprados por una multinacional farmacéutica que haga los últimos estudios con pacientes de todas partes". A las puertas de la gloria, sólo queda lanzar la cura contra el VIH al mercado durante el 2024. Nadie dijo que salvar vidas fuera fácil.
En la frontera de las vacunas, la inmunología y el diagnóstico, la competencia tanto técnica como científica de tres o cuatro grandes grupos es "muy alta". Todo suma. Ahora bien, Naval no duda al reafirmarse: "La terapia que estamos desarrollando es innovadora a escala mundial". La voluntad no es tanto quién sino que y cuándo. "Esperamos que alguien de nosotros consiga encontrar un medicamento que mejore la vida del paciente infectado por el VIH", añade.
La factura de una biotech
Naval tiene claro que nacer con capital es una garantía por siempre jamás: "La empresa biotech no factura nunca". Sonríe. Nunca? "El modelo básico es licenciar una patente o una tecnología en un hospital, universidad o centro de investigación y después, captar inversión para desarrollar el proyecto y finalmente, fusionarlo o vender." Con el espíritu de Henry Ford todavía presente, se entiende la biotech como un engranaje que crea valor y escalera dentro de una cadena. "Tiene mucho riesgo porque la biología y la medicina tienen que funcionar cómo has predicho pero hasta que no lo haces, no lo ves. Es un sistema de pay por view", añade.
Naval: "La empresa 'biotech' no factura nunca. El modelo es licenciar una patente, captar inversión y finalmente, fusionarlo o vender"
En clave futbolística, tienes que pagar primero para ver el partido después. Eso sí, Naval se muestra convencido que la terapia tendrá impacto en la vida de millones de personas a la vez que acabará generando "beneficios y ventas interesantes" para la compañía que la comercialice. Aquí entra en juego un matiz importante: "Seria interesando quelos beneficios futuros se muevan también hacia abajo de la cadena". Es decir, que llegue tanto a los inversores actuales y emprendedores como en los hospitales, centros de investigación y universidades que han impulsado el proyecto.
Más incentivos, menos impedimentos
Naval defiende que los investigadores tendrían que tener "más incentivos o menos impedimentos físicos y jurídicos" para crear, patentar o hacer transferencias. En concreto, se queja de las horas de clase o del trabajo administrativo que supone una barrera para aportar este valor añadido. "Hacen falta vehículos de inversión pública destinados a las fases iniciales y de riesgo de los proyectos", reivindica. Como solución, aconseja "facilitar la vida al investigador", juntar científicos y CEOs en "las mismas fiestas" e invertir en "los proyectos de academia". Pone un dato sobre la mesa que impacta: hay 300 millones de euros para invertir en compañías biotech.
"Calidad científica hay toda la que quieras", concluye. A la espera de recoger los éxitos de la ciencia, su receta de lucha pasa por el tiempo y la paciencia.