La empresa catalana Northweek cerró 2014 con 100.000 ojeras de sol vendidas y 2 millones de facturación. Este curso esperan llegar a las 250.000 ojeras, el 60% fuera del Estado español, y llegar a ingresar 5 millones. "Vamos muy encaminados porque esta primavera mismo estamos vendiendo el triple que a la misma época que el año pasado", explica Àlex Huertas, uno de los dos socios de la empresa, con sede en una nave industrial de Cabrera de Mar (Maresme) de casi 500 m2, donde trabajan una veintena de personas.
Hasta aquí, las cifras de un caso de éxito empresarial que entra dentro de los cánones habituales. Pero detrás de Northweek hay una historia que se sale del común, más propia de un cuento de hadas (emprendedoras) que del mundo real de los negocios. Àlex Huertas tiene 22 años. Su socio, Hector Rey, 21. La idea de crear la empresa se remonta al 2012, cuando apenas acababan de hacerse mayores de edad y cursaban el primer año de carrera. Tal y cómo mandan los cánones de la emprendeduría ideal, lo hicieron en el garaje del padre de un ellos, como Jobs y Wozniak, pero sin pelearse con chips. El que ellos querían vender eran ojeras de sol con diseños a la última moda, adaptables al gusto del cliente y con precios abastables. Tres cosas con las cuales ninguna marca del momento llegaba a cumplir.
El buen ojo por el mercado y la pasión por la emprendeduría los viene todavía de más lejos, de cuando eran unos chiquillos. "Cuando íbamos juntos al instituto ya nos dedicábamos a importar marcas de ropa sobre todo de Estados Unidos, que aquí no se encontraban o era muy caras, y revenderlas en nuestros compañeros", recuerda Huertas riendo. Cuando dieron el salto en la universidad pensaron al dejar atrás a "estas cositas" y crear una empresa de verdad. "Los dos traíamos ojeras de solo y estábamos hartos de dejarnos una pasta o de buscar marcas que no se distribuían aquí". Dedo y hecho, crearon Northweek, una marca de ojeras de sol low-coste customitzables que venderían exclusivamente por Internet.
"No teníamos ni punyetera idea de nada, nos pensábamos que compraríamos las ojeras a algún proveedor, haríamos la web, nos pondríamos a venderlas y ave", se sincera el socio de Northweek. La cosa, evidentemente, no fue tan fácil. Pasaron unos ocho meses hasta que no encontraron un proveedor que los ofreciera calidad decente, consiguieron una web que fuera tan atractiva cómo útil, y completaron todo el papeleo necesario.
Pero a partir de entonces, el ascenso no tuvo aturador. Con el poco dinero que disponían de entrada, hicieron un primer pedido de un millar de ojeras de sol con patentes que ya habían caducado, para que el comprador se las pudiera remodelar a su gusto siguiendo las tendencias actuales. Y empezaron a hacer publicidad por dos vías: la más simple y directa, dar la lata a todo el mundo a quien conocían sobre sus ojeras de solo bonitas y baratas. Después las redes sociales, que concentraron todos sus esfuerzos, sobre todo a través de publicidad de pago a Facebook, pero también siendo muy activos a Twitter y a Instagram.
Éxito fulgurante
Y la fórmula, tan obvia como parece, funcionó. El millar de ojeras encargadas llegaron un mes antes de que estuviera disponible la web. Pero no estuvieron a tiempo de guardarlas y esperar a que el portal tuviera la versión definitiva. "Fue fulgurante, las vendimos todas sin que hiciera falta la web, a amigos, conocidos y saludados, que nos las venían a buscar directamente en el garaje" recuerda Huertas. Cómo que las ojeras llegaban por piezas, los mismos clientes se las montaban cómo querían al garaje, tal y como por ejemplo pueden hacer a la propia web. La customització ha sido una de las claves del éxito del producto, y sigue siendo el elemento más identificativo de Northweek ahora que le ha salido mucha competencia.
Pero a que se debió este éxito tan inapelable? Desde la empresa constatan que la clave fue encontrar un nicho de mercado. " había un vacío gigante", resuelve Huertas, un poco incrèdul aunque fueran ellos "casi con cero euros" y no una empresa mucho más potente y consolidada quién tuviera la visión y agilidad de ocuparlo. Había acabado de nacer y Northweek ya ocupaba entero todo el segmento de las ojeras de sol low-coste del Estado, un mercado que demostró ser muy fértil en un momento de crisis económica y de auge del comercio online.
Cuando despacharon el primer pedido de mil ojeras tuvieron claro que el negocio podía funcionar, pero sólo si se tiraban de pleno. "Lo habíamos puesto en marcha y ya no podíamos parar si no queríamos arriesgarnos a perderlo todo", recuerda Huertas. Llegó la hora de ir a negociar préstamos con los bancos, en unos momentos, ahora hace dos años, donde el crédito fluía poquíssim. Finalmente consiguieron el dinero necesario, pero siempre con el aval de sus padres. Afortunadamente, los progenitores no se han tenido que preocupar para nada, porque Northweek, el proyecto que sus hijos empezaron al garaje de casa casi como un hobby, se ha convertido en todo un referente empresarial en su sector.
Internacionalización y caras conocidas
"En estos últimos dos años esto es uno no parar", explica Huertas. Pronto dejaron el garaje y, después de pasar por otras oficinas, encontraron una gran nave en el polígono industrial Cabrera de Mar donde encabir las decenas de miles de ojeras que movían. Bien pronto dieron el salto a la internacionalización, encontrando distribuidores en todo Europa: Francia, Italia, Holanda, Reino Unido o incluso Grecia ya cuentan con ojeras Northweek.
Este 2015 esperan cerrarlo con más ventas en el extranjero que en el Estado español, donde por otro lado ya cuentan con más de 400 tiendas que distribuyen su marca. Northweek se ha asociado con caras conocidas del mundo del deporte (el exporter del Barça Víctor Valdés, los pilotos de motos Àlex Màrquez y Tito Rabat) que los hacen de imagen de marca.
Todo es tan rápido con Northweek que parece difícil aventurar el futuro de la empresa, pero los dos socios lo tienen muy claro. Quieren abrir su abanico de productos más allá de las ojeras de solo, apostando por otras prendas de ropa y complementos. Pero primero, tal y cómo apunta Huertas, hay que hacer más sólidos los pilares existentes: "Queremos seguir consolidando la marca, que todo el mundo nos conozca y quiera traer Northweek".
Hasta aquí, las cifras de un caso de éxito empresarial que entra dentro de los cánones habituales. Pero detrás de Northweek hay una historia que se sale del común, más propia de un cuento de hadas (emprendedoras) que del mundo real de los negocios. Àlex Huertas tiene 22 años. Su socio, Hector Rey, 21. La idea de crear la empresa se remonta al 2012, cuando apenas acababan de hacerse mayores de edad y cursaban el primer año de carrera. Tal y cómo mandan los cánones de la emprendeduría ideal, lo hicieron en el garaje del padre de un ellos, como Jobs y Wozniak, pero sin pelearse con chips. El que ellos querían vender eran ojeras de sol con diseños a la última moda, adaptables al gusto del cliente y con precios abastables. Tres cosas con las cuales ninguna marca del momento llegaba a cumplir.
El buen ojo por el mercado y la pasión por la emprendeduría los viene todavía de más lejos, de cuando eran unos chiquillos. "Cuando íbamos juntos al instituto ya nos dedicábamos a importar marcas de ropa sobre todo de Estados Unidos, que aquí no se encontraban o era muy caras, y revenderlas en nuestros compañeros", recuerda Huertas riendo. Cuando dieron el salto en la universidad pensaron al dejar atrás a "estas cositas" y crear una empresa de verdad. "Los dos traíamos ojeras de solo y estábamos hartos de dejarnos una pasta o de buscar marcas que no se distribuían aquí". Dedo y hecho, crearon Northweek, una marca de ojeras de sol low-coste customitzables que venderían exclusivamente por Internet.
"No teníamos ni punyetera idea de nada, nos pensábamos que compraríamos las ojeras a algún proveedor, haríamos la web, nos pondríamos a venderlas y ave", se sincera el socio de Northweek. La cosa, evidentemente, no fue tan fácil. Pasaron unos ocho meses hasta que no encontraron un proveedor que los ofreciera calidad decente, consiguieron una web que fuera tan atractiva cómo útil, y completaron todo el papeleo necesario.
Pero a partir de entonces, el ascenso no tuvo aturador. Con el poco dinero que disponían de entrada, hicieron un primer pedido de un millar de ojeras de sol con patentes que ya habían caducado, para que el comprador se las pudiera remodelar a su gusto siguiendo las tendencias actuales. Y empezaron a hacer publicidad por dos vías: la más simple y directa, dar la lata a todo el mundo a quien conocían sobre sus ojeras de solo bonitas y baratas. Después las redes sociales, que concentraron todos sus esfuerzos, sobre todo a través de publicidad de pago a Facebook, pero también siendo muy activos a Twitter y a Instagram.
Éxito fulgurante
Y la fórmula, tan obvia como parece, funcionó. El millar de ojeras encargadas llegaron un mes antes de que estuviera disponible la web. Pero no estuvieron a tiempo de guardarlas y esperar a que el portal tuviera la versión definitiva. "Fue fulgurante, las vendimos todas sin que hiciera falta la web, a amigos, conocidos y saludados, que nos las venían a buscar directamente en el garaje" recuerda Huertas. Cómo que las ojeras llegaban por piezas, los mismos clientes se las montaban cómo querían al garaje, tal y como por ejemplo pueden hacer a la propia web. La customització ha sido una de las claves del éxito del producto, y sigue siendo el elemento más identificativo de Northweek ahora que le ha salido mucha competencia.
Pero a que se debió este éxito tan inapelable? Desde la empresa constatan que la clave fue encontrar un nicho de mercado. " había un vacío gigante", resuelve Huertas, un poco incrèdul aunque fueran ellos "casi con cero euros" y no una empresa mucho más potente y consolidada quién tuviera la visión y agilidad de ocuparlo. Había acabado de nacer y Northweek ya ocupaba entero todo el segmento de las ojeras de sol low-coste del Estado, un mercado que demostró ser muy fértil en un momento de crisis económica y de auge del comercio online.
Cuando despacharon el primer pedido de mil ojeras tuvieron claro que el negocio podía funcionar, pero sólo si se tiraban de pleno. "Lo habíamos puesto en marcha y ya no podíamos parar si no queríamos arriesgarnos a perderlo todo", recuerda Huertas. Llegó la hora de ir a negociar préstamos con los bancos, en unos momentos, ahora hace dos años, donde el crédito fluía poquíssim. Finalmente consiguieron el dinero necesario, pero siempre con el aval de sus padres. Afortunadamente, los progenitores no se han tenido que preocupar para nada, porque Northweek, el proyecto que sus hijos empezaron al garaje de casa casi como un hobby, se ha convertido en todo un referente empresarial en su sector.
Internacionalización y caras conocidas
"En estos últimos dos años esto es uno no parar", explica Huertas. Pronto dejaron el garaje y, después de pasar por otras oficinas, encontraron una gran nave en el polígono industrial Cabrera de Mar donde encabir las decenas de miles de ojeras que movían. Bien pronto dieron el salto a la internacionalización, encontrando distribuidores en todo Europa: Francia, Italia, Holanda, Reino Unido o incluso Grecia ya cuentan con ojeras Northweek.
Este 2015 esperan cerrarlo con más ventas en el extranjero que en el Estado español, donde por otro lado ya cuentan con más de 400 tiendas que distribuyen su marca. Northweek se ha asociado con caras conocidas del mundo del deporte (el exporter del Barça Víctor Valdés, los pilotos de motos Àlex Màrquez y Tito Rabat) que los hacen de imagen de marca.
Todo es tan rápido con Northweek que parece difícil aventurar el futuro de la empresa, pero los dos socios lo tienen muy claro. Quieren abrir su abanico de productos más allá de las ojeras de solo, apostando por otras prendas de ropa y complementos. Pero primero, tal y cómo apunta Huertas, hay que hacer más sólidos los pilares existentes: "Queremos seguir consolidando la marca, que todo el mundo nos conozca y quiera traer Northweek".
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