Hoy, 29 de noviembre del 2024, hace justo 125 años que en el centro histórico de la ciudad de Barcelona se fundaba un club de fútbol que, con el paso del tiempo, sería emblema del país entero, el Foot-Ball Club Barcelona. Esta fecha tan significativa se presta a hacer una pequeña parada en el camino y reflexionar sobre la historia del club, y a hacerlo desde el punto de vista empresarial.
Hace pocos años que el Barça ha dejado atrás la que podríamos denominar "cuarta edad de oro", que se extendió entre el 2003 y el 2019, y que daba continuidad a las tres etapas anteriores con color dorado: los años veinte, los cincuenta y la primera mitad de los noventa. Después de una travesía por el desierto muy dolorosa, que comenzó coincidiendo con la pandemia, hoy en día se adivinan algunos green shots sobre el césped, hecho que invita a pensar que, como mínimo, el club puede volver a ser competitivo bien pronto en el concierto continental. Pero lo que a nadie se le escapa es que la situación financiera de la entidad es quizás la más crítica de su larga historia, un panorama que amenaza de manera real la continuidad del modelo de propiedad de club, que podría dejar de ser de los socios para devenir una sociedad anónima en manos de accionistas ajenos a la tradición.
Hace pocos días, en el marco de la asamblea de socios del Real Madrid, hemos podido ver cómo el presidente de la entidad, Florentino Pérez, anunciaba que tiene un proyecto para transformar el club blanco en una sociedad anónima, todo ello envuelto con una retórica que parecía encaminada a provocar la confusión entre la masa social madridista. Al fin y al cabo, los mecanismos de gobernanza de un club son demasiado limitativos a la hora de hacer negocios -recordemos que las decisiones trascendentes las tiene que verificar la asamblea de socios- un escenario muy diferente al de una sociedad anónima controlada por un núcleo duro de accionistas.
El Barça de hoy y de ayer
La situación actual del Barça es delicada en extremo y se puede definir con dos características: tiene una deuda voluminosa y es incapaz de generar beneficios. Además, las cuentas de la temporada 2023/24 fueron aprobadas por la asamblea de compromisarios, a pesar de incluir una "salvedad" muy gorda por parte del auditor. Esta aprobación de cuentas sería un hecho del todo insólito en una empresa convencional (analizamos en detalle las cuentas en este artículo del 16 de octubre pasado). Si el presidente Laporta llegó con el objetivo de enderezar la herencia nefasta que había dejado su antecesor, Josep Maria Bartomeu, lo cierto es que en estos tres años y medio el panorama no parece haber mejorado nada y, en consecuencia, los socios tienen derecho a ser pesimistas sobre el futuro de la entidad.
Más allá de la crisis del 1908, que llevó el club a flirtear con el cierre, la entidad azulgrana ha pasado muchos momentos de angustia por el dinero
En contra de lo que se pueda pensar, el Barça está acostumbrado a vivir transitando por la cornisa, porque aunque su marca es muy poderosa desde hace más de un siglo, la necesidad de mantenerse en la primera línea deportiva le ha obligado a invertir recursos de manera continuada sin que casi nunca haya sido capaz de capitalizar adecuadamente su balance. Más allá de la crisis del 1908, que llevó el club a flirtear con el cierre, pero que podemos considerar más una crisis futbolística de ámbito general que no financiera, la entidad azulgrana ha pasado muchos momentos de angustia por el dinero.
Puede parecer contradictorio, pero en mitad de la primera edad de oro del club, en 1924, las finanzas azulgrana pendían de un hilo. Tanto, que el presidente Gamper se planteó convocar una asamblea de socios para hacer pública la situación crítica de la entidad. Esta idea la defendió durante la reunión de las juntas directiva y consultiva (esta última, un órgano consultivo formado por expresidentes) del 2 de enero del 1925, donde expuso que la situación económica del club era muy mala, sobre todo por la deuda voluminosa heredada de la junta anterior y que parece que no estaba muy contabilizada. Incluso, los miembros de la junta habían estado prestando dinero de su bolsillo para poder hacer frente a los compromisos de la entidad. Como acostumbra a ser habitual en la historia del club, una de las principales fuentes de deuda fue la construcción del estadio nuevo (1922), el de Les Corts. Como decíamos, ante esta situación, Gamper se planteó convocar una asamblea extraordinaria de socios para explicarles con detalle la coyuntura económica que vivía el club, pero esta opción finalmente fue descartada.
Justo es decir que, de manera simultánea a la crisis financiera, tres de las principales estrellas del primer equipo, como eran Alcántara, Samitier y Piera, tenían conflictos abiertos con el club y, sea por sanción o por decisión voluntaria, no se vistieron de corto durante cierto periodo de tiempo. En aquella reunión del 2 de enero del 1925 que mencionábamos, se puso sobre la mesa, quizás por primera vez en la historia, que detrás de todos los problemas que sufría la entidad había el hecho de que el fútbol había dejado de ser un deporte para pasar a ser un espectáculo. Es un razonamiento que también se puede aplicar hoy en día. Solo un año después de aquella reunión, en 1926, se aprobó el profesionalismo en el estado español.
El mito de Núñez
Si saltamos en el tiempo hasta la construcción de un nuevo estadio, el Camp Nou, volvemos a encontrar una situación desesperada de la entidad, que vio cómo el coste del proyecto del campo se multiplicó por cuatro respecto a lo que estaba previsto (de 67 millones de pesetas a 288 millones). En aquel caso, la gestión del presidente Miró-Sans fue muy criticada e incluso se presentó una auditoría que dejaba muy claras las negligencias y quizás algo más. La capacidad de maniobra que le quedó al club, cubierto dentro de una montaña de deuda, fue escasa y propició lo que se conoce como la travesía en el desierto, un periodo casi huérfano de títulos entre 1960 y 1974.
Cuando, en 1978, el constructor Josep Lluís Núñez cogió el mando del club, una de las primeras acciones que llevó a cabo fue cargar contra la junta anterior, la de Agustí Montal Jr (1968-1978) porque, según decía, "habían dejado el club como un solar", haciendo referencia a la mala salud de las finanzas de la entidad.
La temporada 1982/83, Núñez anunció un grandioso superávit; pero si pasamos la lupa, el beneficio procedía no de su gestión, sino de la subvención del Mundial de España 82
El nuevo presidente llegaba para poner al servicio del club su experiencia como gestor de una gran empresa de construcción, pero su trayectoria desde el punto de vista financiero tampoco fueron flores y violas. Y es que la fama de buen gestor que ha quedado para la historia, quizás tiene algunos componentes de mito, porque de vez en cuando su contabilidad era bastante creativa. El momento más paradigmático de esto es el cierre contable de la temporada 1982/83, en el que el presidente barcelonista anunció un grandioso superávit; pero si pasamos la lupa, la totalidad de este beneficio procedía no de su gestión, sino de la subvención del Mundial de España 82 al club por haber cedido el estadio. Para remachar el clavo, Núñez hizo una amortización acelerada de los jugadores "por debajo" del cierre contable, hecho del todo insólito visto con los ojos de hoy en día y que, en condiciones normales, hubiera reducido a la mitad el superávit anunciado.
La prueba de que las finanzas del Barça de Núñez no eran especialmente prósperas vino el verano del 1984, cuando el club decidió vender al fichaje estrella de hacía dos años, el argentino Diego Maradona. A pesar de que en su momento se habló de razones deportivas y de adaptación, de puertas adentro siempre se ha sabido que la razón auténtica para gastarse del astro argentino fue económica. De hecho, hace no mucho tiempo Joan Gaspart, vicepresidente del club en aquella época, reconoció en un acto público que enviaron Maradona al Nápoles porque no se podían seguir pagando los plazos del fichaje. No sería la última vez que los números pondrían en entredicho las supuestas habilidades de Núñez como gestor, porque 10 años después de su llegada a la presidencia, en 1988, el club pudo salir adelante gracias al contrato muy lucrativo por derechos de televisión que firmó con TV3, y es que la renovación de la plantilla después del Motín del Hesperia costó una fortuna que dejó temblando la cuenta de resultados.
Este club de proyección mundial que es el Barça parece que siempre ha estado lejos de ser una empresa muy bien gestionada
En tiempos más recientes, podemos recordar como Sandro Rosell, que cogió el club en 2010, hizo la misma jugada que Núñez en 1978, diciendo que la junta anterior -en este caso, la de Laporta- había dejado la entidad poco más que en la ruina. Y de aquí ya enlazamos con la gestión desastrosa de Bartomeu entre 2014 y 2021 que hemos mencionado antes y que es la que llevó el club al borde de precipicio, seguramente más cerca que nunca de la quiebra.
En conclusión, este club de proyección mundial que es el Barça parece que siempre ha estado lejos de ser una empresa muy bien gestionada. Las peculiaridades del negocio futbolístico, unido a decisiones pésimas de sus dirigentes y a la dejación continua de los socios en sus tareas de fiscalización del poder, han provocado que la entidad se haya acostumbrado a vivir en la cuerda floja.