En el año 2024 hemos celebrado los 125 años del cooperativismo catalán moderno, que tuvo su inicio en diversos congresos y asambleas que comenzaron a articular aquellas primeras iniciativas cooperativas que brotaban por todo el país. Aprovechando la efeméride, la Confederación de Cooperativas, con mucho acierto, este año ha promovido un evento para conmemorar su trayectoria centenaria, el momento presente y, sobre todo, para pensar en cómo afrontar su futuro.
Y a continuación la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) ha decidido proclamar el año 2025 Año Internacional de las Cooperativas bajo el eslogan "Las cooperativas construyen un mundo mejor". La primera vez se celebró en 2012 y, en esta ocasión, se situará nuevamente al cooperativismo en la agenda internacional y se instará a gobiernos, instituciones y agencias a promover un entorno propicio para las cooperativas, fortaleciendo sus capacidades y facilitando la colaboración internacional.
Se medirá el impacto del papel del cooperativismo a escala mundial con una aportación de más de tres millones de empresas cooperativas y el 12% del PIB mundial. Y se pondrá en valor, también, como un modelo de empresa más justo y equitativo que aporta una contribución relevante en la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. 2024 y 2025 son, por lo tanto (el primero a escala de país y el segundo a escala mundial), espacios privilegiados para proyectar el cooperativismo hacia afuera y compartir reflexiones sobre sus principales retos de forma realista y desafiante a la vez.
Principio de realidad y alianzas
El hecho de tener ejemplos exitosos de empresas cooperativas -de los que debemos estar orgullosos como país- que pueden competir con auténticos monstruos, nos puede hacer pensar que David puede vencer a Goliat. No obstante, es importante no caer en la autocomplacencia. Las cooperativas, que en el contexto de la economía social se consideran grandes empresas (todo es relativo), son pequeñas en relación con lo que es relevante para su sostenibilidad, es decir, tener en cuenta el mercado donde operan y sus competidores.
El hecho de tener ejemplos exitosos de empresas cooperativas que pueden competir con auténticos monstruos, nos puede hacer pensar que David puede vencer a Goliat
Aceptar este principio de realidad -las cosas son como son y los hechos son muy obstinados- debe hacernos dar cuenta de que las cooperativas, en general, son muy pequeñas y el grado de atomización del sector puede comprometer seriamente su continuidad a largo plazo. Para sobrevivir y que el modelo (basado en las personas que defienden) gane espacios de forma significativa, es necesario crecer y ganar masa crítica de acuerdo con integraciones y alianzas estratégicas. Quizás no es siempre una condición suficiente, pero seguro que es necesaria.
Poco a poco comienzan a haber movimientos y experiencias exitosas en este sentido. Ojalá estos brotes verdes se contagien al conjunto de las empresas cooperativas y de economía social para poder continuar siendo útiles a la sociedad a largo plazo. La visión y determinación de sus líderes será un factor clave.
Volvamos a lo básico
Frecuentemente le pedimos purismo a las cooperativas en lo que respecta a participación y democracia y no le admitimos la más mínima falta. Si la democracia en las dimensiones que la conocemos en nuestra sociedad tiene aún mucho recorrido de mejora, ¿cómo puede ser que a la democracia económica en forma de cooperativa le exijamos una perfección casi idílica, si aún se encuentra en una fase incipiente con una escasa implantación en el tejido empresarial? Le exigimos tanto a la cooperativa, tantos adjetivos para definirla, que queda reducida para una selecta minoría.
"Le exigimos tanto a la cooperativa, tantos adjetivos para definirla, que queda reducida para una selecta minoría"
Seguramente tendremos que volver a lo básico. La cooperativa es una sociedad de personas, democrática (una persona, un voto), que debe generar resultados positivos que reparte (parcialmente) entre sus socios en función de su aportación, es decir, de su trabajo; a diferencia de las sociedades mercantiles donde el poder está en el capital y los resultados remuneran también al capital. Se trata de un modelo radicalmente diferente del hegemónico que se basa en las personas en lugar del capital.
Empresa cooperativa y vocación de impacto
Empresa es el sustantivo y cooperativa el adjetivo. Las empresas cooperativas deben ser competitivas y obtener resultados positivos para ser sostenibles, alcanzar su propósito y dejar un legado. Si creemos en el modelo cooperativo es porque lo consideramos mejor y esto debe reflejarse con la implicación y compromiso de los socios para ser, al menos, igual de eficientes que nuestros competidores. La propensión al crecimiento es también importante y tiene diversas motivaciones, por el sector donde nos movemos y su dimensión, y al mismo tiempo, lo más importante, porque queremos que nuestro modelo impacte lo mejor posible en la sociedad.
La participación: una ventaja competitiva sostenida
La triple participación de los socios, en la propiedad, en los resultados y en la gestión, es un rasgo distintivo que nos permite diferenciarnos. El cooperativismo justamente dispone de un modelo muy atractivo aplicado precisamente en sus mecanismos y principios de funcionamiento (ni más ni menos). ¿Es interesante formar parte de un modelo empresarial cooperativo en la propiedad y también en la gestión? Seguro, cada vez es más importante. Aparte del salario, importa también el propósito y cómo son sus líderes. Ir a la asamblea y decidir está bien, pero la auténtica participación la tenemos en la gestión del día a día en los equipos de trabajo. Y finalmente la participación en los resultados. Una parte de los resultados debe aplicarse a los socios que los han generado.
Dejar de mirarnos el ombligo y generar complicidades
"Siempre veo a los cooperativistas en congresos de cooperativistas", repetía insistentemente Antonio Cancelo, que fundó Eroski y presidió el grupo Mondragón. Y es que a menudo nos movemos en nuestro mundo interactuando poco con el entorno. Ningún modelo ha triunfado a lo largo de la historia de la humanidad sin el ejemplo. Y precisamente el ejemplo es lo que puede convencer a las nuevas generaciones para atraparlas en el cooperativismo. Ver y comunicar en todas partes cooperativas sólidas con proyección y proyectos que sean atractivos para el desarrollo profesional y personal, donde se pueda ganar bien la vida (ganarnos bien la vida, porque si elegimos la cooperativa, ya sabemos que no nos haremos ricos, pero tampoco queremos cooperativas de pobres).
Es necesario salir de la zona de confort, explicar y contrastar el modelo y la realidad cooperativa en todas partes, y al mismo tiempo estar dispuestos a escuchar, debatir e incorporar aprendizajes diferentes, enriquecernos también de otras experiencias y modelos empresariales. No en vano, para convencer debemos estar dispuestos a ser convencidos.
Para convencer debemos estar dispuestos a ser convencidos
La cooperativa, lejos de ser un modelo empresarial obsoleto, dispone de principios de absoluta vanguardia que pueden inspirar e impregnar a las empresas del presente y del futuro; y con motivo del Año Internacional de las Cooperativas 2025 de la ONU, esto se explicará en todo el mundo.