Anisado Refinado Vicente Bosch fue el primer nombre que tuvo Anís del Mono. La botella de licor más mítica y la fábrica más famosa del litoral catalán. Este año, la empresa celebra 150 años de historia. Pasó de ser una más de tantas destilerías de anís de Badalona a convertirse en la única que ha sobrevivido a la crisis y al agotamiento de las bebidas tradicionales. Y lo han hecho sin introducir ningún cambio sustancial desde principios del siglo XX: no se ha modificado ni la receta, ni el diseño de la marca, ni se ha diversificado el negocio. Las ventas durante la campaña de Navidad -que representan entre un 45% y un 50% de la facturación anual- mantienen vivo a Anís del Mono.
Toda la producción se hace desde la fábrica de Badalona, donde trabajan sólo ocho personas fijas. Antonio Guillén es el director desde el año 2000. "La fábrica, las oficinas, el laboratorio, las materias primas y los procesos productivos son igual que como eran en 1890, pero hemos sabido introducir la tecnología justa para ser competitivos", explica Guillén. La innovación ha venido de la parte de la informatización y ha servido para homogeneizar la fabricación. La cantidad de los ingredientes está digitalizada, así como el embotellamiento.
Mientras que el sector hace años que se encuentra en caída libre -la cerveza y el vino han desbancado a los licores tradicionales como bebidas alcohólicas preferidas-, el decrecimiento de Anís del Mono es más moderado que otros. De media, las ventas de las empresas de la industria caen entre un 3% y un 4% anual; la compañía badalonina lo hace alrededor de un 1%. ¿Dónde está el secreto de esta diferencia? Según Guillén, "Anís del Mono ha conseguido crear un vínculo emocional con las familias". Especialmente, durante la campaña de Navidad, que representa la mitad de los 3,6 millones de botellas que venden cada año.
La fábrica del mono
El director de la fábrica de Anís del Mono conoce la historia de cabo a rabo. A pesar de que su relación con la marca empezó hace 20 años, su carrera se ha desarrollado en el sector de los licores. "Yo trabajaba en el departamento de ingeniería de Osborne, pero decidieron externalizar el servicio y me ofrecieron venir como director de la fábrica de Anís del Mono", relata Guillén. A pesar de que desde el año 1975, la marca pertenece al grupo Osborne, el director actual de Badalona todavía mantiene el contacto con la familia Bosch, los fundadores.
De media, las ventas de las empresas de la industria caen entre un 3% y un 4% anual; Anís del Mono lo hace alrededor de un 1%
En sus inicios, la compañía no tenía nada que ver con los licores; la familia Bosch fundó un negocio de flota de barcos, que importaban y exportaban productos con América del Sur. Poco a poco, quisieron diversificar la actividad de la empresa y empezaron a producir licores: "Hacían brandy, ginebra...de todo, menos anís". Pero la cosa cambió cuando los propietarios comenzaron a producir anís para consumo interno.
"La flota tenía muchos estibadores que trabajaban y buscaban una bebida que les diera energía; como el anís tiene mucho azúcar, era la más adecuada", explica Guillén. Y, como la demanda de anís fue creciendo, los Bosch decidieron empezar a comercializarlo. La buena respuesta de los clientes hizo que, poco a poco, la flota quedara en segundo término hasta que llegó a desaparecer y se fundó Anisado Refinado Vicente Bosch.
A partir de aquel momento, el director de la fábrica indica que hubo dos grandes decisiones que marcaron la evolución de la empresa: el cambio de nombre y el embotellamiento del anís. Hacia 1900, según Guillén, era frecuente que las clases adineradas montaran una especie de pequeño zoo en el jardín de su casa. Con este objetivo, Bosch hizo que le trajeran monos de América del Sur e instaló uno en la fábrica de Badalona. "Como había 28 empresas que se dedicaban a producir anís en la ciudad en aquella época, la de los Bosch empezó a popularizarse como 'anís el del mono'".
Pero hay otro motivo detrás del nombre: "El analfabetismo era muy frecuente a principios del siglo XX y, tener en el logo a un animal representativo ayudaba mucho a que la marca fuera reconocida rápidamente", dice Guillén. Igual de importante para el futuro de la marca fue empezar a vender el licor embotellado, puesto que hasta aquel momento se hacía a granel. De hecho, las botellas de Anís del Mono son uno de sus elementos más distintivos.
"La fábrica, las oficinas, el laboratorio, las materias primas y los procesos productivos son igual como eran en 1890, pero hemos sabido introducir la tecnología justa para ser competitivos"
"No es bebida de jóvenes"
Los Bosch consiguieron la patente de la botella diamantada en 1902. El diseño todavía se mantiene intacto. "El anís es un producto peculiar: en el primer contacto no suele gustar, pero una vez traspasada esta barrera, el cliente es muy fiel", considera Guillén. Aún así, reconoce que "no es bebida de jóvenes", pero que tampoco se hace nada para cambiar esta tendencia y convertirlo en el próximo vermut o gintónic, bebidas tradicionales que han tenido una segunda ola de popularidad entre los jóvenes. Aún así, avisa de que "las modas van y vienen".
Cuando tomó la decisión, asegura que su entorno era escéptico con el éxito que podía tener en la fábrica de Badalona: "Me decían que era un producto de abuelos con poco futuro". Pero Guillén asegura que ha demostrado que no es así: "¡Llevo 20 años!". Entre los secretos de la supervivencia de Anís del Mono también se tiene que tener en cuenta que es un producto muy utilizado en repostería, y, sobre todo, Guillén destaca la calidad, que cree que el consumidor valora. Y el director de la fábrica de Badalona añade una última cosa: "¡Tienes dos en uno: licor y un instrumento musical perfecto para cantar villancicos!".