Atrapados en el empacho constante de posibles fichajes azulgranas, el club continúa aproximándose al precipicio del cambio de modelo de propiedad ante la sorprendente pasividad de la concurrencia, que no parece valorar la singularidad dorada del club de ser propiedad de sus seguidores. De la misma forma que hace pocos meses nos sorprendíamos por el silencio ensordecedor de todos los stakeholders barcelonistas ante la fulminante desaparición de los avales -aquel corsé injusto y antidemocrático que tanto nos había hecho llorar- ahora queremos mostrar nuestra perplejidad por la falta de reacción de los socios del Barça en una situación en que el modelo de propiedad pende de un hilo.
Situémonos. Hoy, la entidad azulgrana que fundó Gamper hace más de 120 años es una sociedad con unos fondos propios negativos de unos cuantos centenares de millones de euros (o sea, con un pasivo muy superior al activo), con una deuda de 1.350 millones y con la perspectiva de incrementar pronto su pasivo hasta los 3.000 millones; y no olvidemos que en el último cierre las cuentas mostraban un fondo de maniobra negativo de más de quinientos millones de euros. Todo ello aderezado con una incapacidad ya secular para generar beneficios sólidos y recurrentes, e inmerso en una industria -la del fútbol- que tiene toda la pinta de haber entrado en una fase de decrecimiento. Ante estas circunstancias, puede resultar muy tentador para los gestores de la entidad acabar de recurriendo a los grandes fondos de inversión para capitalizar el balance a cambio de cederles la propiedad; es decir, la llamada desmutualización o transformación en sociedad anónima, un cambio societario sin retorno que provocaría que los socios, por primera vez en la historia, dejasen de ser los propietarios del club en beneficio de alguien externo, ya sea un grupo de fondos de inversión o, incluso, alguna multinacional.
No dudamos en absoluto que ya están diseñando no la forma de hacer la mutación, sino la manera cómo la venderán a la masa social para que parezca lo que no es
El problema de que el socio no se haya movilizado para buscar “soluciones imaginativas” -como decía un expresidente de funesto recuerdo- para capitalizar el club es que se está cediendo tiempo y terreno a quienes apuestan por una transformación en sociedad anónima, que no dudamos en absoluto que ya están diseñando no la forma de hacer la mutación, sino la manera cómo la venderán a la masa social para que parezca lo que no es. Si es cierto que el Barça tiene cuatrocientos millones de seguidores alrededor del mundo, como no se cansan de repetir en las presentaciones comerciales, convendría empezar por aquí si se desea encontrar soluciones dentro del perímetro de los afectos azulgranas.
En primer lugar, y en la línea comentada de buscar soluciones que permitan esquivar la transformación, resultaría conveniente diseñar algún instrumento financiero mediante el cual se pudiese inyectar en el club el dinero necesario para reestablecer el equilibrio patrimonial. Dado que no es posible llevar a cabo una ampliación de capital tal como hacen las entidades con ánimo de lucro, y que la vía apuntada por algunos relativa a las donaciones -que van directamente a fondos propios- parece que chirría, quizás sería adecuado crear un vehículo específico que concediese un préstamo al club en unas condiciones llamémoslas “especiales” en cuanto a tipo de interés, duración y carencias. Por ejemplo, un interés del cero por ciento, una carencia a uno o dos lustros y una duración de cincuenta años. Obviamente, todo ese importe computaría como deuda, pero serviría para cancelar las deudas vigentes, que sin duda tendrían unas condiciones peores.
¿Pero quién financiaría un vehículo que prestaría dinero en unas condiciones tan excepcionales? Pues tal como decíamos en el párrafo anterior, los culés del mundo entero. Si partimos de la base ya indicada de los cuatrocientos millones de seguidores, no parece imposible conseguir una cifra suficientemente relevante para sanear, al menos parcialmente, las cuentas del club. Resultaría necesario fomentar la participación en este vehículo explicando que se trata de un gesto colaborativo para salvar el club, con todo lo que ello implica. Lo que indicamos aquí solo es un esbozo, de forma que sería interesante validar su viabilidad y profundizar en este camino para evitar la indeseable transformación en sociedad anónima. En esta línea de pensamiento, no podemos olvidar que durante las últimas elecciones se propuso la emisión de bonos que socios y aficionados podían suscribir para ayudar a financiar el club y que más tarde también se afirmó que se contaría con la masa social cuando se iniciase la búsqueda de nuevo crédito. No se ha vuelto a hablar de ello.
Al otro lado de la trinchera encontramos los que ya están maquinando para conseguir que el club deje de ser de sus socios y caiga en manos de alguna entidad externa. Se puede intuir cuáles serán los mecanismos que los sadistas emplearán para convencer a los socios de las bondades del modelo societario mercantil; de hecho, uno de los argumentos con el que en la actualidad están presionando es la llamada “solución Bayern”, es decir, la adopción de algún modelo parecido al que tiene implantado el FC Bayern y que ahora mismo detallaremos. Pero antes, una idea que conviene repetir para que los socios se la graben a fuego: la buena o mala gestión de una entidad depende de la pericia de sus gestores i no del modelo de propiedad. Con una gestión como la de Bartomeu, el club hubiera acabado en una situación comprometida tanto con el modelo de club como con el modelo de sociedad anónima. Más adelante lo repetiremos para que a nadie le pase por alto. Además, hoy en día los controles a que unos y otros están sometidos son muy similares y en ambos casos igual de evitables. No podemos olvidar de ninguna manera que grandes sociedades anónimas, que además tenían el añadido de cotizar en bolsa con todo lo que comporta a nivel de controles, han acabado provocando sonoras quiebras por una simple mala gestión.
La buena o mala gestión de una entidad depende de la pericia de sus gestores i no del modelo de propiedad
En el año 2002, el FC Bayern, una entidad centenaria de carácter polideportivo, decidió transformarse parcialmente en sociedad anónima, lo que en alemán se denomina Aktiengesellschaft (compañía por acciones) o simplemente AG. No desmutualizaron la entidad completa, sino que solo lo hicieron con el primer equipo de fútbol. Las dos sociedades existentes desde entonces son el FC Bayern München eV (el club originario) y el FC Bayern München AG (la sociedad escindida). En la actualidad, el máximo accionista de esta AG es el club originario, que posee un 75% del capital y, por lo tanto, la mayoría de la propiedad. El restante 25% está repartido a partes iguales entre tres grandes empresas con vocación de núcleo duro: Allianz, Audi y Adidas, las tres bávaras y con una estrecha relación con el club (por ejemplo, Adidas es su proveedor desde hace más de medio siglo). La configuración actual data del 2014, cuando en el curso de una ampliación de capital Allianz entró en el accionariado con un 8,33% a cambio de 110 millones de euros, hecho que implicaba valorar el 100% de la firma en unos 1.320 millones. Cuando la sociedad ser creó, en 2001, el primer accionista externo en entrar fue Adidas, que pagó 75 millones de euros por el 10% del capital (por lo tanto, con una valoración del club en 750 millones). Que los bávaros hayan escogido un modelo donde los socios retienen el control no es una mera casualidad, sino que responde al hecho que la Bundesliga está regida por la norma del “50%+1”, que significa que los clubs que se desmutualicen deberán mantenerse bajo el control de los socios porque estos poseerán a través del club originario un mínimo del 50% del capital más una acción, mientras que los accionistas externos tendrán que conformarse con ser el socio minoritario.
La situación financiera del club germano es envidiable, pero no debemos pensar que su día a día es una balsa de aceite. Hace medio año, en la asamblea de socios del noviembre, se nos proporcionó una demostración de que allí también tiene conflictos. En ese caso, la batalla campal se originó porque un grupo de socios se rebelaron contra los acuerdos de patrocinio del club con, precisamente, el Emirato de Qatar. Dejando esto de lado, lo cierto es que la contabilidad de la entidad (Bayern AG) es impecable: si consultamos el balance de situación de 2019, comprobaremos que afrontaron la pandemia con un activo de 667 millones de euros, por un pasivo de 185 millones (de los cuales solo 108 eran deudas) y, en consecuencia, unos fondos propios de 482 millones de euros. Una vez más, cabe insistir en que esta buena salud financiera es fruto de una gestión óptima y no tiene correlación con la forma jurídica de la entidad.
En línea con la “solución Bayern”, por Barcelona ya corren propuestas para llevar a cabo una conversión en SAD donde el club retenga un 51% del capital, mientras que los inversores externos se queden con un 49%, de manera que aparentemente los socios continuaran controlando la entidad. Pero en este punto es conveniente realizar diversas precisiones para evitar que la masa social se deje engañar. En primer lugar, cabe tener muy claro que la desmutualización es un camino sin retorno, es decir, es técnicamente sencillo llevar a cabo la transformación, pero resulta muy complicado -casi imposible- recorrer el camino en sentido inverso. Por otro lado, las magnitudes en que se maneja el Barça son muy diferentes a las del Bayern en el momento en que ejecutó la transformación o las sucesivas ampliaciones de capital. Si el club muniqués fue valorado -como hemos indicado antes- en 1.320 millones de euros en el 2014, la última referencia de que disponemos de la entidad azulgrana es la valoración que hizo pública Forbes durante la primavera del año pasado y que daba una cifra de 4.760 millones de euros. Al mismo tiempo, la necesidad de capitalizarse del club es mucho mayor, dado que su pasivo actual asciende a los 1.500 millones de euros (con unos fondos propios negativos superiores a los 400 millones) y que se disparará hasta los 3.000 millones si se consigue la financiación prevista para edificar el Espai Barça. En consecuencia, una aportación de poco más de 100 millones como la desembolsó Allianz no supone gran cosa para el club a la hora de capitalizarse; por el contrario, si se cede una parte significativa del capital, como por ejemplo el 49% mencionado antes, ateniéndonos a la valoración también citada de Forbes, el nuevo accionista debería desembolsar una cifra superior a los 2.300 millones de euros. Quien crea que alguien dispuesto a inmovilizar un capital tan colosal, con una rentabilidad realmente baja, estará de acuerdo en dejar su inversión en manos de los socios, es que conoce muy poco el mundo del dinero. En otras palabras, aunque este accionista (o pool de accionistas) sea minoritario con respecto a la totalidad del capital, ya sabrá como articular los mecanismos adecuados para imponer sus criterios en la gestión del club. Por cierto, a quien le puedan parecer exageradas estas valoraciones del FC Barcelona, debe saber que hace escasos días se ha cerrado la venta del Chelsea FC -una entidad que ni gana dinero ni tiene, de lejos, el prestigio del club catalán- por una cifra que se aproxima a los 5.000 millones de euros.
En cualquier caso, resultaría altamente saludable desde el punto de vista democrático que, llegados al punto de tomar decisiones drásticas sobre el futuro del club y su modelo de propiedad, se pusiese sobre la mesa el abanico más amplio posible de soluciones y no únicamente la propuesta que venga avalada por la junta directiva. Para acabar, queremos recordar una vez más la reflexión que nos hemos prometido grabar a fuego en la mente de los barcelonistas: la buena gestión no depende del modelo societario, sino de las capacidades de los gestores que hayamos escogido.