Eduard Peris estaba durmiendo cuando se le ocurrió una nueva fórmula para elaborar unas pequeñas aceitunas negras y arrugadas, llamadas empeltre y conocidas también como aragonesas. Al levantarse, probó el proceso y el resultado gustó. Así nació un proyecto familiar que bautizó como Blai Peris, en honor a su padre, y que siempre ha destacado por abrir nuevos caminos y la calidad de su oliva.
26 años después, la segunda generación (Àlex y Blai) está al frente de una empresa que mantiene la esencia del pequeño productor y que ha llevado sus aceitunas a Japón, Alemania o Dinamarca. Y, sobre todo, que lucha por sobrevivir en un entorno a menudo devorado por la ley de la selva de las grandes superficies.
La aventura de emprender
Eduard Peris trabajaba en el sector de las artes gráficas y la industria papelera, cuando decidió trazar nuevas oportunidades. "Tenía inquietudes y quería ser su propio jefe", explica Àlex Peris, que añade: "Miró varias opciones". Después de descartar los pollos asados o los zumos de fruta, y teniendo claro que se centraría en el sector de la alimentación, se lanzó al mundo de las aceitunas. De familia del campo, tenían algunos terrenos con olivos en el pueblo de Bot, de donde sacaba las primeras unidades.
De hecho, la historia de Blai Peris no se entiende sin este compromiso con el campo: "Mis padres tenían una deuda moral con sus antepasados y un compromiso para no abandonar las tierras". Por eso se habían hecho cargo de ellas. Hoy en día, el 10% de las aceitunas de la empresa salen de sus propios campos, mientras que el resto son de agricultores del entorno. Siempre del territorio.
Àlex Peris: "Antes en todas las casas se hacían aceitunas, ahora ya se ha perdido"
"Antes en todas las casas se hacían aceitunas, ahora ya se ha perdido", recuerda Àlex. Fue en una medianoche cuando le llegó la "inspiración divina" de cómo podía hacer las aceitunas empeltre, las típicas de la Terra Alta. Resumidamente, era pasar las aceitunas por un tratamiento de calor con aceite y cerrarlas en un bote sin líquido. "No era nada habitual hacerlo así y hoy en día todavía nadie lo hace", destaca. Un proceso de conservación natural, libre de químicos y que pone en valor las propiedades gustativas y nutricionales de las olivas. Aceitunas con gusto de aceitunas, destacan.
Más allá de la calidad del producto, Eduard Peris hizo mucho más. Fue el primero a envasar estos tipos de olivas empeltre, que antes solo se vendían a granel. Y, de hecho, también fue de los primeros, por no decir el primero, a bautizarlas como empeltre, puesto que se conocían como aragonesas.
El salto al vacío
Entre 1986 y 1992, Eduard Peris combinó su trabajo en la industria papelera con el negocio de las olivas durante los fines de semana. Él mismo iba a visitar tiendas y supermercados del entorno para vender el producto. Pryca y Distop fueron de los primeros establecimientos en confiar. "Cuando iba de vacaciones a un lugar, aprovechaba e intentaba vender en las tiendas", rememora Àlex.
"El 1992 se atrevió a dejar su trabajo estable y se lanzó a crear la marca de aceitunas", destaca Àlex. Contactó con representantes para ampliar la red de clientes. Una de las decisiones acertadas fue justamente la presencia en supermercados, que con los años se han convertido en el gran punto de venta para toda la ciudadanía: "Crecimos con ellos".
Peris: "La olivada es el guacamole del Mediterráneo"
No fue hasta el 1995 cuando añadieron un nuevo producto en su catálogo, en este caso, las aceitunas arbequinas. Y ya en los 2000 crearon olivadas y algunas salsas. De hecho, Àlex Peris explica que fueron ellos de los primeros a denominar olivada a la pasta de oliva: "Ahora se ha normalizado". Y se erige en un gran defensor: "Que la gente deje el guacamole, la olivada es el guacamole del Mediterráneo!". Actualmente, son uno de los proveedores de olivada de Borges.
La casualidad del Japón
Desde los años 90, Blai Peris ha participado en la feria Alimentaria y fue su puerta de entrada a países cómo Japón, donde hoy en día tienen su principal cliente, a pesar de que Àlex explica que sus aceitunas no viajan especialmente bien. De casualidad, atrajeron la atención de un japonés, casado con una catalana que se llamaba igual que la mujer de Eduard. Esta conexión llamó la atención del japonés, que también se enamoró de las aceitunas. Era finales de los 90 y todavía se mantiene la relación.
"Japón, a diferencia de los mercados asiáticos, es un cliente muy fiel", destaca. Además, el japonés sobresale por su amor por la tradición y el mundo artesanal. "Es un producto natural, auténtico, que alimenta y de calidad. Nos lo compran cómo un producto valioso nutritivamente y como cultura mediterránea", resume.
Un momento crucial
Àlex entró en la empresa el 2000, después de dejar los estudios y con veinte años. Después de cinco años encargándose de la logística y llevando el camión, decidió dar un paso adelante y asumir toda la parte de gestión, puesto que su padre se encargaba de la producción. "Mi padre siempre ha trabajado mucho, pero ha faltado a menudo la estrategia", reconoce. Y es así como vio que estaban vendiendo por un precio muy inferior de lo que tocaría: "No ganábamos nada, con aquellos precios era imposible".
Tuvo claro que si no aumentaban los precios, el proyecto no tenía sentido. Habló con los supermercados y la respuesta fue positiva: "Los supermercados se ganaban muy bien la vida con nuestro producto, con margen. Sirvió para coger conciencia del buen producto". "Si los supermercados no hubieran aceptado el incremento, quizás habríamos cerrado", reconoce Àlex.
El papel de los supermercados
A pesar de que el crecimiento de Blai Peris ha sido en paralelo al de los supermercados, el poder que tienen actualmente las grandes superficies pone en riesgo la supervivencia de muchos productores, también en su caso. Especialmente por la apuesta que han hecho las cadenas de distribución por las marcas blancas y los márgenes hinchados que aplican a los productos de terceros. Peris pone un ejemplo: "Si yo le vendo un bote de aceitunas a un euro a un supermercado, él lo vende a 2,10. En cambio, a su bote de aceitunas de marca blanca le aplica un margen de beneficio del 10%".
Y a menudo, a pesar de indicaciones que puedan inducir lo contrario, con aceitunas provenientes de otros países, cómo Egipto: "Venden aceitunas aragonesas, pero las compran en Egipto. Es competencia desleal. Si hacemos estas jugadas a los payeses...". "Los supermercados no tienen ninguna empatía", concluye.
Peris: "Estamos dispuestos a saltar del avión"
Después de un año muy bueno durante la pandemia, el incremento de costes, la inflación, la pérdida de poder adquisitivo de la ciudadanía y la competencia de la marca blanca ha afectado Blai Peris en los últimos dos años. Desde el 2015, tienen la voluntad de construir una nueva planta moderna que les permita conseguir certificaciones para facilitar las exportaciones. Y es que actualmente ocupan la antigua granja de gallinas del abuelo, Blai.
La nueva fábrica acontece una infraestructura imprescindible para garantizar la viabilidad de Blai Peris. Por eso, optan a una subvención proveniente de las aportaciones que hacen las nucleares de la zona y que les permitiría hacer este salto adelante: "Sería una ayuda grande para nosotros y, también, por el territorio". Un territorio necesitado de atraer población y generar oportunidades y que tiene en familias cómo los Peris emprendedores y empresarios que han hecho una apuesta clara por el producto local y de calidad y que se ha demostrado que gusta. Payesía en mayúsculas, ahora que tanto se reivindica. "Si no podemos hacer la fábrica, estamos dispuestos a saltar del avión", lamenta.