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Camarasa Fruits II, el tractor antes de que el Maserati

La cuarta generación hace reflexionar sobre los valores que se transmiten en la familia empresaria

Marco Taribo, CEO de Camarasa Fruits y tercera generación de la empresa familiar, sentía predilección por el campo y los tractores desde muy pequeño | iStock
Marco Taribo, CEO de Camarasa Fruits y tercera generación de la empresa familiar, sentía predilección por el campo y los tractores desde muy pequeño | iStock
Barcelona
21 de Enero de 2022
Act. 21 de Enero de 2022

Después de la primera parte Camarasa Fruits, sacrificio y "juntos pero no removidos", hablamos ahora de una nueva generación.

Marc (1983); con seis años "ya pelaba guisantes y habas en la calle". Siempre le ha gustado mucho el campo (de pequeño quería ser pastor) y a la que puede se va a labrar ("disfruta con el tractor más que muchos con un Maserati"). Estudiando es de aquellos que se distraen con el hecho de ver volar a una mosca, estudió FP agropecuaria con un sistema dual en el cual alternaban 15 días de estudio y 15 de prácticas. Planteó quedarse a vivir en el pueblo con la abuela y su padre le puso como condición que encontrara trabajo. Se plantó en las bodegas del Castell del Remei y pidió por el dueño (Tomás Cosine), pero le dijeron que tenía que hablar con recursos humanos si quería trabajo. Insistió y al segundo día lo recibió. Dijo que quería aprender más que ganar dinero. Después de un año y medio el padre le propuso doblarle el sueldo si se incorporaba a la empresa familiar; y con veinte años "¿quién dice que no?"; "además, sabía que me gustaba". El padre, gran jugador de butifarra, niega la mayor y dice que le dijo que "como empleado tienes un recorrido corto, y en casa si trabajas de lo lindo ganarás fácilmente el doble".

"Es bueno tener experiencia externa previa, porque en la empresa familiar siempre eres el hijo del amo". Aprendió que los jefes se tienen que arremangar cuando hay trabajo. Complementar su formación en ESADE lo ha ayudado a profesionalizar el funcionamiento de la empresa, y empezar a tener números claros por unidad de negocio y líneas de producto. Han invertido en costes de estructura para poder crecer.

El 2007 salió la oportunidad de agrandar la tienda, y su padre le dijo que la decisión dependía de él. Es cuando le empezó a dar las riendas del negocio. Califica la relación paternofilial de amigos más que de padre e hijo; y es que la historia familiar se suele repetir. Siempre se ha sentido apoyado en todo y que se le ha dejado hacer. Entre los consejos que recuerda están los de que "para mandar se tiene que saber, la gente son personas". "Se tiene que procurar encontrar solución en las cuestiones, sin olvidar que es un negocio. No todos los colaboradores son iguales; hay quien siente la empresa como suya".

En 2010, mientras estaban negociando con el centro comercial Las Arenes, los de L'Illa Diagonal les propone incorporar su oferta, y se decantan para firmar el contrato con dos años de antelación a la apertura. Supuso una potenciación del reconocimiento de marca y un importante aumento de la cifra de negocio; además del aprendizaje en restauración y la entrada de Elisabet, la mujer del Marc, como accionista. Fue un aprendizaje en la necesidad de estructuración y de tener un buen equipo en el cual confiar para poder crecer.

Dice que se lo pasa bien con el trato con el cliente. "Se lo pasa a cuatro manos con el trabajo", se considera un privilegiado. Le gustaría que sus hijos disfruten de lo que hagan tanto como él. Con sesenta años sólo se ve en el negocio si sus hijos quieren seguir, lo que le haría ilusión. El crecimiento del negocio facilita el "no ser esclavo" del mismo; da diferente perspectiva al ser empresario. Al trabajar para ti mismo tienes más libertad para organizarte.

Elisabet y Marc iban juntos a la escuela desde los siete años. Desde el inicio de su festejo, de muy jovencitos, fue tratada como una hija más; y es que hay que entender a la familia como sistema para entender la empresa familiar. Tienen dos hijos (Carlota 11, y Pol, 8). Trabajar juntos les permite hacer un equipo, puesto que se complementan.

Marc tiene claro que si la siguiente generación no está preparada es mejor externalizar la dirección del negocio

No lo han hablado, pero tienen claro que a la que puedan los hijos empezarán a compaginar estudios y trabajo, en casa o fuera; "no se les puede explotar, pero tampoco regalar"; y después que hagan el que quieran. "Si quieren salir de fiesta que se ganen las algarrobas". Es muy importante qué valores se transmiten a las siguientes generaciones de la familia empresaria, y esto se hace principalmente en el hogar, y desde pequeños. Parece que en la cuarta generación ya se apuntan diferentes grados de interés por el negocio familiar. Se tiene que prestar atención a poner etiquetas que condicionen el futuro de los posibles continuadores y irlas reafirmando; y recordar que los padres no somos siempre las personas más objetivas para evaluar a nuestros hijos.

Marc, por lo que ha visto en otras empresas familiares, tiene claro que si la siguiente generación no está preparada ha visto que es mejor externalizar la dirección del negocio; "se tiene que evitar que todos quiera mandar". Al abuelo le haría ilusión que los nietos continúen con el negocio familiar si es el que quieren y les tiene que hacer felices; "es un trabajo muy gratificante". No ha pensado si juntos o separados, ni le quita el sueño; les recomienda tener patrimonio separado del negocio, y tener principios morales.

Mireia tiene, junto con su pareja, una bodega en California (EE.UU.). Pero, ¿quién dice que no puede ser el puntal para abrir el día de mañana tiendas Camarasa en Los Angeles y San Francisco?

Elisabet es más conservadora, sufridora, estructurada y persistente, le cuesta desconectar. "Somos el yin y el yang", él es más soñador y pasional. Ella es más urbanita. Estudió FP de pastelería. Trabajó un año de camarera y cuatro años de comercial en Garda Import, vendiendo productos de alimentación a establecimientos y restauración; en muchos casos "a puerta fría". Le ha servido mucho lo que aprendió. Al casarse empezó a trabajar en Camarasa, para poder tener una vida algo más tranquila. La ensambladura no fue fácil, "no sabía nada y tuve que aprender a nadar, siendo la mujer de ...". A pesar de que le encanta el trabajo que hace no tiene claro que los hijos sigan con el negocio, puesto que es muy esclavo y sacrificado. Que estudien y aprendan fuera "lo que vale un peine". Marc "aguantaría lo que haga falta" para facilitar la continuidad familiar del negocio. Cree que las parejas de la cuarta generación mejor que no trabajen en el negocio familiar; y menos que sean accionistas.

Mireia (1981), la hija grande de la tercera generación, era la que siempre sacaba buenas notas. Nunca le ha gustado el tema de las tiendas. Estudió químicas y enología. Tiene, junto con su pareja, una bodega en California (EE.UU.), de la que comercializan caldos a la oferta de las tiendas. Pero, ¿quién dice que no puede ser el puntal para abrir el día de mañana tiendas Camarasa en Los Angeles y San Francisco?, su madre tampoco quería ser tendera.