Celsa terminó en el 2023 con 459 millones de ganancias después de impuestos. El primer balance de la nueva dirección destaca por sus resultados en positivo "pese al reconocimiento del crédito incobrable que arrastraban los anteriores propietarios y del deterioro de los activos". Y es que según han calculado los dirigentes, las pérdidas habrían alcanzado los 918 millones de euros si la familia Rubiralta no hubiera dado un paso atrás y no se hubiera puesto en marcha el proceso de reestructuración. No es el único indicador preocupante, puesto que las observaciones también hablan de un fondo negativo de 1.187 millones.
En este sentido, la recapitalización de la deuda por 1.418 millones ha sido "clave" para evitar la quiebra de la empresa y cerrar el pasado ejercicio con unos beneficios de 326 millones consistentes en fondos consolidados. Eso sí, la compañía siderúrgica presentó una facturación de 4.756 millones de euros, un 22% menos que el año anterior y un ebitda de 441 millones, lo que supone un retroceso del 50% interanual. Los nuevos dirigentes, Rafael Villaseca y Jordi Cazorla, han explicado que decidieron encargar un proceso de valorización de las filiales para valorar posibilidades de rotación de los activos una vez recibieron el visto bueno de la justicia a su plan de reestructuración. Esta medida fue el punto de partida de un plan estratégico que ha dado resultados.
El balance de 2023, con 459 millones de beneficio neto, abre la puerta a una nueva hoja de ruta a cinco años vista que han diseñado Vilaseca y Cazorla
La idea es continuar con esta hoja de ruta a cinco años vista. En el ámbito de la sostenibilidad, el pasado 2023 Celsa produjo 5,6 millones de toneladas de acero 100% reciclable, del que más de un 97% ya era reutilizado. De cara al futuro, la intención es subir este porcentaje a un 98% en 2030. En cuanto a las emisiones contaminantes, el grupo trabaja para reducir el dióxido de carbono de alcance 1 y 2 en un 30% en los próximos seis años, y rebajar un 25% el de alcance 3. En conjunto, la compañera garantiza que desde 2005 ha reducido las emisiones contaminantes un 39%. La intención es ser una firma net positive en 2050. Todo ello está "orientado a generar valor ya impulsar la competitividad y el desarrollo operacional del grupo", según han explicado en un comunicado.
Estabilidad después de una guerra de poder
Los últimos años han sido muy convulsos en Celsa, con cambios en la dirección y huelgas indefinidas de la plantilla. Vilaseca llegó al cargo el pasado mes de septiembre como nuevo jefe de esta etapa que aún no ha cumplido un año de vida. De hecho, fue a principios de ese mes cuando la justicia aprobó el plan de reestructuración de Celsa al reconocer a los acreedores como nuevos principales accionistas, en sustitución de la familia Rubiralta. El magistrado consideró que la deuda, de unos 3.000 millones, era superior al valor de la compañía y que la propuesta de los acreedores aseguraba la viabilidad de la compañía, puesto que era "la única alternativa viable a medio plazo para la totalidad del Grupo Celsa". Eso sí, instó a los nuevos máximos accionistas a subir el valor de la empresa y a mantener los puestos de trabajo, lo cual se ha cumplido, según se expone en el informe.