La primavera es temporada de cerezas en la Ribera de Ebro. En uno de los municipios donde ya ha empezado la cosecha está en Tivissa. En este pueblo de poco más de 1.500 habitantes es donde tiene ubicada Cerima Cherries que, con 450 hectáreas de plantaciones y una facturación de 4 millones de euros, es la empresa más importante de Catalunya especializada en el cultivo y la producción de cerezas.
Cerima Cherries nació en 2004, cuando tres socios productores de cereza de la Ribera de Ebro decidieron sumar esfuerzos para vender juntos la fruta que producían. El año 2012 se les unió un cuarto socio que hizo aumentar significativamente la cantidad de fruta. Otro punto de inflexión para la empresa llegó en 2019, cuando inauguraron unas nuevas instalaciones que doblaban las anteriores, ampliando así la capacidad de recibir y procesar cerezas. Desde la empresa definen su crecimiento durante estos 15 años como sostenido y orgánico. "Ha sido un crecimiento gradual, muy pensado, sin acelerarse", explica Loreto Díez, jefe de recursos humanos y comunicación.
Cerima Cherries exporta un 95% de su producción al mercado internacional. El primer gran cliente fue el Reino Unido, pero ahora tienen presencia en otros muchos países: entre ellos, una parte muy importante de Europa. El objetivo de futuro es doble: por un lado, abrir nuevos mercados como Sudáfrica, el sudeste asiático o China, y del otro, reforzar también el mercado nacional. "No queremos que pase a ser nuestra prioridad pero sí tener más presencia", asegura Díez.
La clave: la calidad
Desde Cerima Cherries aseguran que lo que define su producto es la calidad. Para conseguir y mantener la calidad de la fruta, su departamento agronómico se preocupa de todas las fases de producción de las cerezas, no sólo de su procesamiento final. "Tenemos gente en el terreno que visitan los productores y les asesoran no sólo sobre la cosecha, sino también sobre la poda, los productos fitosanitarios a aplicar, cuál es el momento idóneo para cada cosa. Para asegurarnos una uniformidad en la cosecha", explican. Todos los productores, desde los más grandes hasta los más pequeños, reciben formación por parte de la empresa y revisiones periódicas para revisar que cumplen los estàndars de calidad. "Si no los cumplieran, no podríamos procesar su fruta aquí porque no podrían salir con la marca Cerima. La clave ha sido preocuparse de todo el proceso en todas las etapas, no sólo la final", asegura Díez. Estas cerezas, de gran calidad, ofrecen una buena rentabilitat en el mercado internacional, donde se venden en dos gamas diferentes: cajas a granel y tarrinas.
La comarca de la Ribera ofrece unas condiciones climáticas idóneas para la producción de la cereza: frío en invierno y calor en verano. Para madurar, los árboles necesitan acumular cierta cantidad de horas de frío. Si hace mucho sol, producen frutas grandes, dulces y llenas de color. La lluvia, en cambio, puede influir negativamente en la calidad de la fruta: las gotas de agua pueden producir pequeñas "heridas" a la fruta, que se tiene que descartar.
Cosecha en tiempos de Covid-19
En tiempo de cosecha, en las instalaciones centrales de Cerima Cherries pueden llegar a trabajar unas 180 personas. Aparte, algunos productores tienen plantillas de más de 150 personas recolectando la fruta. La crisis sanitaria ha obligado a tomar medidas en todos los ámbitos. "Muchos de nuestros trabajadores vienen de Rumanía. Nos hemos encontrado que, con las fronteras cerradas, estas personas que tienen experiencia, que no nos fallan y que trabajan muy bien no podían venir", asegura el jefe de recursos humanos y comunicación. Finalmente, han publicado ofertas en diferentes bolsas de trabajo de la zona, y van llamando los trabajadores poco a poco, para exponerlos el mínimo posible. "Otros años los hacíamos venir por grupos más grandes, pero hoy los llamamos exactamente cuando los necesitamos. Cada día revisamos las proyecciones de producción y miramos si hacen falta más personas por los siguientes días", puntualiza. Trabajan bajo la supervisión de tres asistentes personales de producción, que controlan que mantengan la distancia, les toman la temperatura, les entregan la mascarilla, revisan el uso de los equipos de seguridad y controlan el aforo a los vestuarios o a los comedores.
Aparte, la empresa tomó otras medidas de protección desde el principio, como habilitar un nuevo comedor, reforzar la limpieza y desinfección, colocar marcas en el tierra o instalar televisores que recuerdan constantemente las precauciones que se tienen que tomar. Cuando empezó la crisis sanitaria fabricaron también sus propias mascarillas, que un equipo limpia y desinfecta cada día. Las personas que, por el tipo de trabajo, no pueden mantener las distancias, llevan protectores faciales adicionales.
La estimación de producción por esta temporada, previa a la crisis sanitaria, era de 2,5 millones de kilos de cerezas, una cifra superior a la del año pasado. Las lluvias, pero, no han ayudado mucho. "Sabemos que la estimación no se podrá cumplir, que será menor a esta, pero todavía no sabemos cuánto", explican.
De cara al futuro, una de las posibilidades de Cerima Cherries es abrir la puerta a otras frutas, aparte de las cerezas, que les permitan amortizar la inversión en maquinaria para envasar tarrinas. Ahora bien, la situación de crisis sanitaria también les hace ser muy prudentes sobre los objetivos o las pespectives de futuro: "De momento, queremos seguir atentos en mantener el crecimiento orgánico como hasta ahora".