La dulce agonía del Barça

Las soluciones mágicas del presidente Laporta a lo largo de sus tres años y medio de mandato se han limitado a vender patrimonio y a adelantar ingresos que se debían cobrar en el futuro

El presidente del Barça, Joan Laporta, durante la rueda de prensa el 3 de septiembre de 2024 | EP El presidente del Barça, Joan Laporta, durante la rueda de prensa el 3 de septiembre de 2024 | EP

Hace no muchas semanas se cumplió el aniversario de una de las fechas más trágicas en la historia del Barça, aquel fatídico 18 de julio de 2015 en el que la masa social blaugrana volvió a equivocarse. Dejando de lado metáforas sobre la guerra civil, ese día el socio acudió a las urnas cegado por un triplete (Liga, Campeonato de España y Copa de Europa) y un tridente (Messi, Neymar Jr, Suárez), y depositó su confianza en quien ya había demostrado con creces sus carencias en todos los ámbitos, y que por méritos propios acabó convirtiéndose en el peor presidente en la historia del Barça; obviamente, hablamos de Josep Maria Bartomeu Floreta. Que los resultados deportivos a menudo enmascaran situaciones de deterioro profundo es un hecho constatado porque el Barça, al fin y al cabo, es un club de fútbol. Pero el socio, en su calidad de propietario de la entidad -que significa mucho más que ser un simple usuario- debería tener una visión más amplia y profunda, y debería tomar las decisiones cruciales sin dejarse llevar por los resultados, que son coyunturales. Todo esto viene a colación porque estos primeros días de septiembre y de la temporada 2024/25 tienen un aroma similar, es decir, resultados deportivos que levantan el ánimo de todos los culés y que pueden tener el efecto de ocultar todo lo que no se está haciendo bien desde la gerencia.

Que los resultados deportivos a menudo enmascaran situaciones de deterioro profundo es un hecho constatado porque el Barça, al fin y al cabo, es un club de fútbol

Ayer martes, el presidente Laporta ofreció una rueda de prensa que contribuyó a incrementar la sensación de falta de fiscalización por parte de los stakeholders barcelonistas. Un ejército de periodistas que, posiblemente imbuidos en el tedio general, fueron incapaces de hacer preguntas que tocaran el meollo de la gestión de Laporta, sumado a un presidente con la firme voluntad de responder cualquier cosa de su manual, aunque tuviera poca relación con la pregunta formulada. En este Barça es muy difícil conocer las cifras con certeza, porque todas las operaciones están cubiertas por una extraña neblina que a menudo toma la forma de una complejidad no apta para profanos en el mundo de las finanzas, como es el caso de Barça Vision, el negocio audiovisual y de nuevas tecnologías del club, del cual hablaremos más adelante.

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De lo que más presume Laporta es de haber dado la vuelta a la situación financiera del club, una afirmación que sus fans dan por buena sin ningún tipo de análisis. La realidad, sin embargo, es que el club no muestra señales de mejora desde que la administración Laporta se hizo cargo. Las soluciones mágicas del presidente a lo largo de sus tres años y medio de mandato se han limitado a vender patrimonio y a adelantar ingresos que se debían cobrar en el futuro. Además, decidió embarcar al club en la reforma del Estadio en un momento de gran debilidad financiera y lo hizo de la mano de una constructora que no parecía la más adecuada para un proyecto de esta magnitud, la compañía turca Limak. Ahora ya sabemos que la obra no estará finalizada en el tiempo anunciado inicialmente, un hecho que el universo barcelonista parece vivir con una normalidad que roza la desidia (cabe recordar que Laporta aseguró que el 125º aniversario del club, en noviembre, se celebraría con el 60% del aforo del nuevo estadio). En la comparecencia pública de ayer, el presidente blaugrana aseguró que no quería dar fechas concretas para el regreso al Estadio, pero que quizás para Año Nuevo ya se podría. Quien eche un vistazo al estado actual de las obras concluirá rápidamente que tal vez la reapertura sea más hacia marzo de 2025 que a finales de este año.

El socio, en su calidad de propietario de la entidad -que significa mucho más que ser un simple usuario- debería tener una visión más amplia y profunda

El fracaso de Barça Vision, la firma filial que debía salir a bolsa y que ha protagonizado un fiasco colosal debido a los impagos de los nuevos socios, ahora parece revivir con un nuevo asociado que cubrirá parte del agujero existente y que, para hacer todo más complicado aún, es el concesionario de catering del Nou Camp Nou, la empresa californiana Aramark. No hace falta ser muy mal pensado para sospechar que la aparición de aquellos socios iniciales de Barça Vision no fue más que un juego contable para aflorar activo en el balance del club, dado que sin aportaciones externas la sociedad tenía un valor nulo en la contabilidad.

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Y con esta sospecha en el ambiente, considerar que el segundo intento de revivir Barça Vision se basa solo en que Aramark ve negocio, presupone una ingenuidad sin límites por parte de los observadores del mundo barcelonista. Los californianos se han comprometido a aportar 25 millones de euros para capitalizar Barça Vision, un negocio que, aparte de ser humo, no se acerca ni de lejos a las áreas que explota Aramark, que son la alimentación, los refrescos, la gestión de instalaciones, la gestión de uniformes de trabajo y la hostelería. No parece que el metaverso o los NFT formen parte de sus aspiraciones corporativas. Eso sí, invertir esos 25 millones en un negocio que hace aguas les ha servido para conseguir la gestión del catering del Nou Camp Nou, un intercambio que, en el lenguaje popular, suele tener un nombre. Tampoco es la primera vez que un proveedor del club realiza alguna operación peculiar que parece ir más allá de su rol natural, porque no hace tanto que se supo que la firma ISL Fútbol, que gestiona escuelas de fútbol del club, había prestado dinero a los directivos para hacer frente a los gastos de los avales. Un movimiento completamente antiestético sobre el cual la comisión de ética del club no dijo ni una palabra.

Los californianos se han comprometido a aportar 25 millones de euros para capitalizar Barça Vision, un negocio que, aparte de ser humo, no se acerca ni de lejos a las áreas que explota Aramark

Cabe insistir en que el peligro actual es que la anestesia generalizada que provocan los buenos resultados del primer equipo, sumada a la incapacidad de la prensa para poner en blanco y negro la verdadera situación del club, permita fijar un relato de un Barça saneado que está muy lejos de ser real. El abismo sigue a pocos pasos de distancia, más o menos los mismos en los que lo dejó el nefasto Bartomeu.

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Por otro lado, cabe decir que los movimientos opositores avanzan, como es habitual, con pies de plomo para evitar ser tachados de anti-barcelonistas y miden sus palabras quizás más allá de lo que sería razonable. La amenaza de voto de censura contra Laporta parece lejos de hacerse realidad por un doble motivo: por un lado, aunque no lo parezca, las mociones de censura nunca han prosperado y, por otro, quienes se proponen para asumir la gestión del club tienen pánico de tomar las riendas de la entidad con unas cuentas no cerradas por la junta anterior, que es lo que le ha pasado a Laporta en las dos ocasiones en las que se ha hecho cargo de la presidencia (la primera de ellas con unas repercusiones tan graves como inesperadas al principio). En otras palabras, nadie quiere hacerse cargo de firmar unas cuentas resultantes de la gestión de Laporta.

Los movimientos opositores avanzan, como es habitual, con pies de plomo para evitar ser tachados de anti-barcelonistas y miden sus palabras quizás más allá de lo que sería razonable

Una de las afirmaciones más sorprendentes de la rueda de prensa de ayer es la que hizo Laporta en relación con el resultado contable de la temporada pasada, un ejercicio que se cerró el 30 de junio y del cual aún no se sabe casi nada. El presidente aseguró que el resultado ordinario sería positivo, pero insistió tanto en que era la parte ordinaria del balance que es fácil deducir que el bottom line volverá a teñirse de rojo, es decir, que el Barça volverá a perder dinero una vez más. En todo caso, ahora la expectativa es ver cómo se ha logrado ofrecer este beneficio operativo teniendo en cuenta que el esperadísimo contrato con Nike aún se está negociando y, lógicamente, no formará parte de la contabilidad cerrada el pasado 30 de junio. Con menor impacto en las cuentas, pero también relevante, está la devaluación de Barça Vision. En todo caso, a lo largo de toda la comparecencia, Laporta dio pocas cifras concretas, pero en el caso de haberlas dado, no había ninguna garantía de que los presentes las hubieran entendido.

Dentro del ámbito del mercado de fichajes cerrado el pasado 30 de agosto, el presidente barcelonista dejó algunas perlas, como que durante todo el verano el objetivo principal había sido Dani Olmo (parece que el culebrón Nico Williams ha sido fruto de una alucinación colectiva) y que la salida del alemán İlkay Gündoğan había sido una decisión unilateral del jugador y basada solo en cuestiones deportivas. Esto último tal vez era una broma por parte del presidente, pero en la sala nadie se rió.

La presión que el club blanco ejerce sobre la inmensa mayoría de medios y que acaba influyendo sobre los arbitrajes que recibe, no es nunca contestada desde Barcelona

Un aspecto que llama mucho la atención de la gestión blaugrana actual es la falta de crítica a las ayudas que recibe en las competiciones nacionales el máximo rival, el Real Madrid. La presión que el club blanco ejerce sobre la inmensa mayoría de medios y que acaba influyendo sobre los arbitrajes que recibe, no es nunca contestada desde Barcelona, con un laissez faire et laissez passer muy insoportable para los culés. Seguramente, el hecho de que Florentino Pérez y Joan Laporta sean aliados en ese proyecto nebuloso llamado Superliga es lo que mantiene a la presidencia del Barça con las manos atadas en este ámbito. ¿Hasta dónde llegan los acuerdos? ¿Hasta dónde llegan las complicidades? Quizás algún día lo sabremos.

Para concluir, ayer Laporta insistió en que "el Barça siempre será de los socios", pero ahora la duda que lícitamente pueden tener los culés es si esta afirmación acabará en el cubo de la basura de la historia como aquella otra en la que se aseguraba la continuidad de Messi, la relativa a la apertura del Nou Camp Nou el 29 de noviembre o, más recientemente, aquella que hacía referencia a que se cumpliría la regla del 1:1 para poder inscribir jugadores.

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