Un elemento indispensable en los hogares de la mayoría de europeos desde la década de los cincuenta han sido las vajillas de Duralex, ese menaje fabricado en Francia que era casi imposible de romper. Los platos y vasos han sido extremadamente populares durante décadas, pero ahora atraviesan un período de decadencia que parece presagiar su muerte definitiva en un futuro no muy lejano.
Generaciones enteras reconocen el vaso Gigogne o el plato Picardie como parte de su historia
La trayectoria de este producto comienza en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial y nace como marca del gran fabricante de vidrios Saint Gobain, una empresa creada en 1665 y que hoy en día es líder mundial en el sector del vidrio. En la primera mitad de la década de los treinta, la fábrica que más tarde se convertiría en Duralex era una planta donde Coty (una firma de perfumes fundada en 1904 por el empresario François Coty) producía botellas para sus perfumes. Sin embargo, en 1934, Saint Gobain adquirió la propiedad, y ahí comenzó el gran cambio. La novedad consistió en diseñar un vidrio templado casi irrompible mediante un proceso de endurecimiento que incluía cambios drásticos de temperatura durante su fabricación. A partir de entonces, los platos y vasos de Duralex colonizaron los hogares de millones de europeos y se integraron de pleno derecho en la cultura popular del continente. Generaciones enteras reconocen el vaso Gigogne o el plato Picardie como parte de su historia. Incluso hay medios que reportan rumores sobre una posible fotografía de Osama bin Laden con un vaso de Duralex en las manos. Por cierto, su extrema dureza hacía que, cuando alguien lograba la proeza de romper un vaso o un plato, este se desintegraba en una infinidad de pequeños fragmentos que se esparcían por toda la casa y seguían apareciendo en lugares inverosímiles aún después de años del accidente.
Tras décadas dominando las mesas, a principios de los años ochenta, la marca inició cierto declive hasta que en 1997 Saint Gobain optó por separarla de su negocio principal y traspasarla a la firma italiana de vidrio Bormioli Rocco. Esta propiedad solo duró siete años, pues en 2004, una operación de management-buy-in hizo que las acciones terminaran en manos del equipo directivo, que al año siguiente decretó la suspensión de pagos. En ese momento comenzó un rosario de idas y venidas en la titularidad de la empresa, incluyendo la propiedad de un empresario turco y del inversor franco-británico Antoine Loannidès. La firma de menaje llegó con muchas dificultades a la pandemia, donde recibió el golpe de gracia debido a una gran caída de las ventas. En otoño de 2020, declaró la quiebra.
La drástica subida del precio de la energía que se produjo en los años posteriores a la pandemia volvió a sumir a Duralex en la crisis
Cuando todo parecía perdido, el grupo francés International Cookware (hoy La Maison Française du Verre) rescató al histórico fabricante de platos. Sin embargo, el destino aún le pondría más retos, ya que el aumento drástico del precio de la energía en los años posteriores a la pandemia volvió a sumir a Duralex en la crisis (la fabricación de vidrio requiere grandes cantidades de energía, pues se basa en el uso de altas temperaturas). En esta situación, la actividad no se detuvo del todo, sino que se mantuvo a medio gas. Las ayudas públicas contribuyeron a mantener a Duralex con respiración asistida mientras se buscaba una salida para el negocio.
El último capítulo se vivió el pasado verano, cuando, en un giro de los acontecimientos, los trabajadores de la empresa decidieron tomar el control y transformar a Duralex en una cooperativa, que es la forma societaria que mantiene hoy en día la compañía. La razón que empujó a los trabajadores a convertirse en propietarios fueron las intenciones de los candidatos a quedarse con la fábrica, mayormente enfocadas en reducir la plantilla. Ante esta situación, optaron por asumir la responsabilidad de quedarse con el negocio y salvar los puestos de trabajo. En el último ejercicio cerrado, el de 2023, la firma logró unas ventas de 26 millones de euros, un 10% menos que en el año anterior. Ahora habrá que ver si esta nueva etapa permite alejar a Duralex de la muerte definitiva que desde hace tantos años la sobrevuela.