De repartir pan en tienda de víveres, pasando por confitería y establecimiento de comestibles. En 158 años, la pastelería Monrabà ha ofrecido varios servicios, pero manteniendo su ubicación en la calle de Carme de Lleida y resiguiendo una filosofía centrada al "trabajar muchas horas con mucho de esfuerzo, adaptándonos al cliente y tratando de elaborar los productos". La afirmación podría ser de cualquier miembro de las cincs generaciones de la familia Monrabà, pero en este caso es de la Maria, hija de los actuales propietarios que pertenece a la quinta generación y que sólo con sus palabras transmite la ilusión por el oficio heredada de sus padres, abuelos, bisabuelos...
Maria Monrabà explica que la pastelería se ha convertido en la actualidad en un establecimiento que la gente asocia a la calidad. "Me llegan siempre comentarios de la calle que nuestros cruasanes de chocolate, el pastel de chocolate y frutos secos y las virutas son irresistibles". La Maria siendo la responsabilidad de una tradición que inició el 1857 Ramon Monrabà, continuó Josep Maria (su abuelo) y ha seguido con Gabriel y Eduard (su padre y su tiet). Aún así, tiene claro que "la satisfacción constante del cliente habitual, el que viene cada día, tiene que ser nuestro objetivo".
El encanto del pequeño comercio
A la pastelería Monrabà trabajan 10 personas. Tienen claro que para competir con las grandes cadenas y establecimientos sólo se los queda apostar por la calidad y el trabajo muy hecho. "El obrador empieza a hacer pan y pasteles a las 5 de la mañana", recuerda la Maria que asegura que sólo controlando todo el proceso se puede ofrecer el producto que espera el consumidor.
Por los propietarios de la Monrabà, el pequeño comercio siempre mantendrá un encanto que nunca podrán lograr otros tipos de tiendas. Este valor añadido hace que el abuelo (lo Josep Maria) se pasee por las mesas charlando con los clientes o que la Maria reciba la visita de una amiga que lo acompaña haciendo un café. Es el rescoldo que no quieren que desaparezca del Eje Comercial de Lleida.
Horas, calidad y proximidad
Trabajar muchas horas para vender un producto de calidad a "un consumidor que nos conoce, le han recomendado nuestros dulces y sabe que, aunque pague un precio más elevado que a otros establecimientos de la ciudad, le valdrá la pena". La Maria tiene claro que este nivel de exigencia se tiene que respetar en un local que es lo más antiguo de la ciudad que elabora y comercializa dulces.
Mientras cierran tiendas en la calle Mayor de Lleida por la crisis y la presión de algunos propietarios sobre los precios de los alquileres, los amos de la Monrabà comentan que su preocupación es hacerlo de la mejor manera posible porque cada día salgan los números. La Maria y su padre, Gabriel, lamentan que cada día se haga más grande la lista de tiendas centenarias que tienen que bajar la persiana y dejar algo más huérfano la diversidad del tejido comercial de Lleida. Su intención es mantenerse el máximo tiempo posible con la receta de siempre.
Maria Monrabà explica que la pastelería se ha convertido en la actualidad en un establecimiento que la gente asocia a la calidad. "Me llegan siempre comentarios de la calle que nuestros cruasanes de chocolate, el pastel de chocolate y frutos secos y las virutas son irresistibles". La Maria siendo la responsabilidad de una tradición que inició el 1857 Ramon Monrabà, continuó Josep Maria (su abuelo) y ha seguido con Gabriel y Eduard (su padre y su tiet). Aún así, tiene claro que "la satisfacción constante del cliente habitual, el que viene cada día, tiene que ser nuestro objetivo".
El encanto del pequeño comercio
A la pastelería Monrabà trabajan 10 personas. Tienen claro que para competir con las grandes cadenas y establecimientos sólo se los queda apostar por la calidad y el trabajo muy hecho. "El obrador empieza a hacer pan y pasteles a las 5 de la mañana", recuerda la Maria que asegura que sólo controlando todo el proceso se puede ofrecer el producto que espera el consumidor.
Por los propietarios de la Monrabà, el pequeño comercio siempre mantendrá un encanto que nunca podrán lograr otros tipos de tiendas. Este valor añadido hace que el abuelo (lo Josep Maria) se pasee por las mesas charlando con los clientes o que la Maria reciba la visita de una amiga que lo acompaña haciendo un café. Es el rescoldo que no quieren que desaparezca del Eje Comercial de Lleida.
Horas, calidad y proximidad
Trabajar muchas horas para vender un producto de calidad a "un consumidor que nos conoce, le han recomendado nuestros dulces y sabe que, aunque pague un precio más elevado que a otros establecimientos de la ciudad, le valdrá la pena". La Maria tiene claro que este nivel de exigencia se tiene que respetar en un local que es lo más antiguo de la ciudad que elabora y comercializa dulces.
Mientras cierran tiendas en la calle Mayor de Lleida por la crisis y la presión de algunos propietarios sobre los precios de los alquileres, los amos de la Monrabà comentan que su preocupación es hacerlo de la mejor manera posible porque cada día salgan los números. La Maria y su padre, Gabriel, lamentan que cada día se haga más grande la lista de tiendas centenarias que tienen que bajar la persiana y dejar algo más huérfano la diversidad del tejido comercial de Lleida. Su intención es mantenerse el máximo tiempo posible con la receta de siempre.
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