"Catalunya ha vuelto", proclama todo ufano el nuevo presidente de la Generalitat, más allá del Ebro. Pero ellas no. Ellas, las sedes sociales de las empresas que sustituyeron a Catalunya por otra ubicación. Algunas, las más expuestas al enfado de los clientes catalanes, como los bancos, se fueron a la Comunidad Valenciana o incluso a Mallorca. Al fin y al cabo, ya contaban con edificios emblemáticos como resultado de adquisiciones de entidades locales. La gran mayoría, sin embargo, se trasladó directamente a Madrid.
Cambio de sede social vs. traslado de la empresa: una confusión interesada
Algunos empresarios destacados ya se encargaron de advertir que si Catalunya proclamaba la independencia, se llevarían la empresa a otro lugar. Planeta fue una de las más destacadas a la hora de hacer advertencias. En 2017 fue una de las que trasladaron su sede social a Madrid, aunque anunciaron que no habría traslado de empleados ni otros cambios. De hecho, el equívoco entre trasladar la empresa -empleados, servicios centrales, instalaciones productivas- y trasladar la sede social jugó a favor de magnificar la trascendencia del cambio de sede y transmitir a la población la sensación de riesgo económico por una huida de empresas.
Las decisiones se siguen tomando aquí, aunque la españolización del ámbito de negocio se haya profundizado y los principales directivos vivan en Madrid
Pero a la hora de la verdad, prácticamente todas las empresas que cambiaron de sede social han mantenido el resto de la operativa, incluidos los servicios centrales, sin cambios significativos. Desde las torres negras de la Diagonal, la actual CaixaBank sigue observando todo lo que ocurre en el país. Incluso consultoras, despachos de abogados y otros profesionales han tenido que dar marcha atrás en sus planes de desplazar a muchos recursos humanos a Madrid. Las decisiones se siguen tomando aquí, aunque la españolización del ámbito de negocio se haya profundizado y los principales directivos -como los de la misma CaixaBank- vivan en Madrid. Incluso la mayoría de reuniones de los Consejos de Administración que se celebran en Madrid -o en Valencia, o en Alicante- cuentan poco más que con el secretario que redacta el acta. Con la covid-19, sobre todo, eso de trasladarse físicamente cada vez a la capital del reino se hizo más pesado y la participación en línea se ha generalizado.
Efectos irrelevantes en la economía catalana
Y lo más importante: la economía catalana prácticamente no ha notado repercusión alguna por este cambio de sedes. Desde 2018, la evolución del PIB ha sido prácticamente idéntica en Catalunya y en el conjunto de España, con las lógicas oscilaciones de la coyuntura general. Catalunya ha seguido reforzando la orientación exportadora de sus empresas y ha ido disminuyendo la dependencia del mercado español. También en el apartado turístico, con un auge de visitantes internacionales frente al relativo estancamiento de los que provienen del resto del Estado. Las inversiones extranjeras de carácter productivo también han alcanzado máximos históricos, a pesar de la supuesta -y buscada- mala imagen del país a nivel internacional. Y no digamos en la creación de empresas innovadoras, en la que el área de Barcelona es un referente internacional.
Catalunya ha seguido reforzando la orientación exportadora de sus empresas y ha ido disminuyendo la dependencia del mercado español
Evidentemente, persisten muchos de los problemas de hace siete años en nuestro modelo productivo. Desde el escaso crecimiento de la productividad hasta una dependencia cada vez mayor de un turismo de bajo valor añadido, en un sector que es el que peor paga a sus empleados, a pesar de los enormes beneficios de los últimos ejercicios. Y, por supuesto, la falta de recursos públicos para afrontar adecuadamente el elevado crecimiento de la población y la modernización de la economía, así como el continuado incumplimiento de las inversiones -ya de por sí escasas- comprometidas por el Estado.
La chupadora de Madrid
Otra cosa es la comparación con Madrid. Pero aquí ya sabemos todos cómo juega el factor de la capitalidad, la centralización y la radialidad exacerbada del Estado español, las inversiones del Estado -siempre superiores a las inicialmente presupuestadas-, la proximidad al BOE, al palco del Bernabéu y a todos los poderes económicos y fácticos. Y unas administraciones locales que piensan más en favorecer grandes fortunas y patrimonios que en el bienestar de su población en general. Y la succión de la España "vaciada" -y, si es posible, de todo el resto del Estado y de Latinoamérica- de talento, recursos humanos y económicos... y de empresas.
Ya sabemos todos cómo juega el factor de la capitalidad, la centralización y la radialidad exacerbada del Estado español
Entonces, ¿por qué seguimos hablando siete años después de las empresas que cambiaron su sede social? ¿No deberíamos hablar de la dinámica centrípeta de Madrid? ¿Es este el principal problema? No del todo, aunque desde la época de Porcioles a menudo se ha querido reducir las reivindicaciones nacionales catalanas a una pugna entre Madrid y Barcelona, que también lo es. Cuando nos hablan del negocio de alta velocidad entre París y Lyon y lo comparan con el de Barcelona y Madrid, intentan, de forma subliminal, asimilarnos con ciudades que pertenecen al mismo espacio nacional. Cuando comparan la situación de los aeropuertos milaneses con Roma, olvidan intencionadamente que la unificación italiana de hace poco más de 150 años fue una conquista del sur por parte del norte.
Del Sabadell a Caixa d'Enginyers
Esta nueva aproximación al tema de las sedes sociales debe completarse hablando de algunos casos singulares. El primero, el Banco Sabadell, ahora inmerso en una OPA hostil por parte del BBVA tras no materializarse la más amigable de hace tres años. Cabe recordar que el máximo dirigente del banco se destacó como impulsor y avalador ante los amigos del Ibex-35 del "Podemos de derechas", que tan decisivo fue a la hora de exacerbar los temores de una parte importante de la población catalana ante el proceso de independencia. Si ante la primera OPA hubo un silencio expectante -quizá porque muchos pensaban que el Sabadell no tenía futuro como banco independiente-, ahora han aprendido la lección y han conseguido posicionar a las fuerzas vivas económicas y sociales de Catalunya -además del mismo Ministerio de Economía- en contra de la OPA hostil. El BBVA ha tenido la delicadeza de anunciar el enorme recorte de personal y el extraordinario aumento de beneficios que comportaría la fusión. Evidentemente, no están pensando en la opinión pública catalana -que les importa poco-, sino en los accionistas del Sabadell, a quienes quieren tentar con nuevos y grandes dividendos como resultado de la absorción. En el sector se comenta que la absorción es inevitable si no ocurre ningún contratiempo, como una crisis en Turquía o en México, donde el BBVA está muy expuesto.
En cualquier caso, la profesión de fe españolista del Sabadell cuando cambió de sede no le ha eximido de aparecer como la presa codiciada para reforzar el oligopolio bancario español.
Hablando de bancos, es justo recordar la única entidad financiera catalana que no cambió su sede social: la Caixa d'Enginyers. Aquella decisión, arriesgada en su momento, se transformó en una avalancha de nuevos socios clientes. Tantos, que su problema ha sido digerir ese crecimiento debido a su naturaleza cooperativista y al trato personalizado que es marca de la casa. En cualquier caso, es positivo que la fidelidad al país y a su clientela haya tenido un balance bastante favorable para la entidad. Deberán prepararse para una nueva avalancha de clientes si finalmente el BBVA se queda con el Sabadell.
Los que se quedaron o han vuelto
También debemos recordar que Grífols fue la única empresa catalana del Ibex-35 que no cambió su sede social. Precisamente, el hecho de que gran parte de su negocio esté fuera de España y que las autoridades principales con las que se relaciona sean las agencias sanitarias norteamericana y europea, la hacía menos vulnerable a eventuales maniobras desestabilizadoras del gobierno y de las fuerzas vivas españolas. Los problemas internacionales que arrastra desde hace algunos ejercicios tienen básicamente que ver con la solidez de su acelerada expansión mundial y con el complejo y agresivo mundo de las finanzas internacionales.
Grífols fue la única empresa catalana del Ibex-35 que no cambió su sede social
Otra de las empresas que optó por no cambiar de sede fue Seat. Y recordémoslo, a pesar de las presiones reales que trascendieron a través de su principal factótum sindical, que nunca se ha manifestado como excesivamente catalanista. La recuperación del sector y el acierto de crear una nueva marca -Cupra- no le ha ido mal a Seat. Y ahora tal vez no sea casualidad que, tras advertir de los riesgos para la empresa que conllevarían los anunciados aranceles comunitarios a los vehículos eléctricos chinos, una vez el presidente del gobierno español ha regresado de China, ante la sorpresa de todos, se haya manifestado a favor de repensar el tema. En cualquier caso, la decisión de mantener la sede social en Catalunya no parece haber penalizado en absoluto a nuestra primera automovilística
Y finalmente, dos casos que trasladaron la sede. Uno que ha vuelto -Agbar- y otro que no lo ha hecho, aunque consta que se lo ha planteado en varias ocasiones: Ciments Molins. En este último caso, las diferentes sensibilidades del grupo familiar se han puesto de manifiesto en el tema de la sede social. Recordemos que una rama de la familia estuvo muy próxima al mundo convergente -incluso con un destacado consejero de la Generalitat-, pero ahora ha quedado en minoría y no ha conseguido devolver la sede a Catalunya.
El caso de Agbar es diferente. Solo trasladaron la sede de la sociedad matriz del grupo y en 2018 ya volvieron porque decían que había suficiente estabilidad en Catalunya. Su negocio está directamente vinculado a los ayuntamientos y a la Generalitat, como responsable final del abastecimiento de agua a Barcelona y el litoral catalán. Tradicionalmente, empezando por su CEO, ha sido destino de expolíticos del ámbito socialista y de la entonces Iniciativa per Catalunya. El mismo gobierno de Illa se ha provisto de destacados técnicos de la compañía para hacerlos responsables del tema del agua desde el Govern. Y finalmente, después de media vida como máximo responsable en Agbar, Àngel Simón se ha convertido en el hombre de confianza de Fainé para la reorientación industrialista de Criteria, la matriz de CaixaBank. Por lo tanto, no parece que la reacción moderada primero y el retorno después le hayan ido mal a la compañía y a sus hombres fuertes.
Una cuestión de imagen... y de poder
El traslado de las sedes sociales es, sobre todo, un tema simbólico, pero no por ello menos relevante. Que Foment del Treball sea especialmente beligerante en este tema no es solo porque la gran patronal catalana tenga miedo de quedarse sin sus grandes afiliados, que no ha perdido ni uno. Es una cuestión de imagen, de poder en último término, a la hora de aparecer como interlocutor de las empresas catalanas ante la patronal y el gobierno españoles.
La pregunta del millón, entonces, es: ¿cuándo volverán las sedes sociales que abandonaron Catalunya hace siete años? La respuesta es clara: como las golondrinas de Bécquer, no volverán... Las inercias, el miedo a un efecto Streisand entre clientes y amigos españoles, las ventajas objetivas de pasearse por Madrid como empresa española "de verdad", la tímida reacción de la población catalana -a pesar de los interesantes intentos de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), combatidos, en primer lugar, por el propio Foment-, y la falta de instrumentos para influir en una eventual decisión de reubicar la sede... Todo conspira para que, aunque pueda haber alguna excepción, todo continúe como hasta ahora. ¿Para siempre? No, no para siempre.
¿Cuándo volverán las sedes sociales que abandonaron Catalunya hace siete años? La respuesta es clara: como las golondrinas de Bécquer, no volverán...
Cuando Catalunya logre la independencia, serán estas mismas empresas las que querrán tener una sede social, la principal o la de una empresa específica del grupo, para operar en Catalunya. Y lo mismo harán las empresas españolas, que no querrán perder el mercado catalán porque no tengan una sede específica en el país. Tal como hacen ahora cuando se instalan en Portugal o en cualquier otro país -con estado propio- del mundo