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Fractus, tecnología catalana dentro de todos los móviles

La primera espín off de la UPC es la responsable que los teléfonos hayan eliminado sus antenas

Rubén Bonet and Carles Puente are the founders of Fractus | Artur Ribera
Rubén Bonet and Carles Puente are the founders of Fractus | Artur Ribera
Pau Garcia Fuster
22 de Mayo de 2017
Act. 23 de Mayo de 2017

Parece anacrónico, pero no hace tantos años que todos los teléfonos móviles traían una antena exterior. Que esta se haya podido incorporar dentro del terminal y sea capaz de recibir las diversas frecuencias (3G, 4G, Bluetooth, Wifi...) es en gran medida gracias a Fractus. "La práctica totalidad de los teléfonos móviles al mundo trae nuestra tecnología", asegura a VÍA Emprendida Rubén Bonet, CEO y cofundador de la compañía con sede en Sant Cugat del Vallès.

Fundada el 1999 como primera espín off de la UPC, actualmente dispone de 25 trabajadores con una facturación acumulada los últimos cinco años alrededor de los 100 millones de dólares. En estos casi 20 años, Fractus acumula experiencia como fabricante de hardware para las grandes compañías de la industria, ha reorientado su modelo de negocio hacia la licencia de patentes y ha tenido tiempos de ganar una demanda al gigante coreano Samsung por la cual ingresó unos 30 millones de dólares en concepto de daños y perjuicios. Esta es su historia.

Una investigación prometedora
A mediados de los años 90 un grupo de investigación de la UPC comandado por el Doctor Carles Puente empezó a obtener éxitos científicos en el campo de las antenas fractales. "Sabía que su proyecto podía tener potencial para hacer antenas multibanda y miniatura", recuerda Bonet sobre su socio. Ambos habían coincidido en los estudios de Ingeniería de Telecomunicaciones y se volvieron a encontrar en el momento oportuno. "Yo quería montar una empresa, pero no sabía de qué. Carles me explicó la investigación que estaba haciendo y enseguida nos pusimos de acuerdo con una visión: crear la emprendida líder en el mundo de antenas multibanda y miniatura". Era en 1998.

Conscientes que la tecnología desarrollada era de aplicación por antenas multibanda que podían radiar en varias frecuencias a la vez, empezaron a buscar sectores donde se pudiera aplicar. " encontramos varios, como aplicaciones militares o por estaciones baso de infraestructuras", recuerda Bonet justo antes de compartir su experiencia en una conferencia a la IQS Tech Factory.

Ahora bien, una de las aplicaciones más prometedoras la vieron en los teléfonos móviles. "Entonces la industria tenía un volumen anual en el mundo de 50 o 100 millones de dólares, cuando hoy es de dos billones", indica Bonet para ejemplificar su enorme crecimiento. Sólohabía una frecuencia, la GSM900, pero ya se estaba planteando aplicar la segunda, la GSM1800. "Los móviles tenían antenas grandes que sólo servían por una frecuencia. Nuestra tecnología tenía una aplicación perfecta en un entorno donde veíamos que en el futuro los móviles requerirían muchos servicios de telecomunicación: GSM, Bluetooth y el futuro Wifi, que ni existía", dice Bonet. A Fractus tuvieron una visión e hicieron una apuesta estratégica al respeto. Además, añade su cofundador, "creíamos que la antena tendría que ser muy pequeña e integrada al teléfono, como así ha sido".

Financiar un proyecto global
En toda su trayectoria, Fractus no ha dejado de trabajar en investigación para poder patentar su tecnología. "Hacer investigación sin patentar es una forma de filantropía", opina Bonet. Los tres primeros años, pero, mientras todavía eran en curso las primeras patentes, centraron muchos esfuerzos en busca de financiación. "Este era uno viaje muy largo y para hacerlo global requería capital", explica su cofundador.
 

 
    
La innovación de Fractus requiere elementos como la cámara anecoica. Cedida

 


"Hace 20 años nadie entendía tanto como por ejemplo el que era un business angel o un capital riesgo. Pero teníamos claro que queríamos seguir el modelo Silicon Valley", dice Bonet. De este modo consiguieron el primer millón de euros de un business angel para empezar a contratar personal y poner en marcha un pequeño laboratorio para hacer prototipos. Después entraron dos millones más de capital riesgo de un fondo de Londres. "También tuvimos el apoyo de Barcelona Emprende, hoy dentro del ICF", remarca el CEO de Fractus. En total, la compañía obtuvo 20 millones de euros de capital riesgo durante sus seis primeros años de vida.

La expansión internacional
Con la captación de capital y la concesión de las primeras patentes empezó la expansión internacional de Fractus, que Bonet sitúa del 2003 al 2006. Marcas como Nokia, Eriksson o Alcatel eran las que dominaban la industria en aquel momento y con las que empezaron a trabajar. "Querían aprender de nuestra tecnología, con algunas conseguimos que fueran clientes nuestros y poco a poco las ventas crecieron", recuerda. En esta fase, Fractus llegó a tener unos 80 trabajadores, fábricas en la China y Corea y oficina en los Estados Unidos.

"No somos tan ambiciosos como para decir que hemos influido en el crecimiento de los smartphones, pero sí que acertamos el sector", reflexiona con humildad Rubén Bonet. Sea como fuere, Fractus ha influido decisivamente en la expansión de una industria que los smartphones han revolucionado. "Nos encajaba muy bien el ciclo de innovación, que es elevado. De hecho, fuimos a Corea porque Samsung y LG trabajaban con ciclos de producto de seis meses", explica.

 

 

 


 

Rubén Bonet y Carles Puente se conocieron estudiando Telecomunicaciones. Artur Ribera.
 



Un cambio de modelo
Precisamente el estallido de los teléfonos inteligentes condujo Fractus a un momento de saturación que puso en riesgo la compañía. "Al 2008 la empresa lo pasó mal. Muchos competidores nos empezaron a copiar, algún cliente no respetaba los precios y cambiar el modelo de negocio nos salvó", reconoce su CEO.

La primera apuesta de Fractus era hacer hardware basado en su tecnología. Esto quiere decir fábricas, diseño, logística, calidad o certificados ISO. "Nos fue bien hasta cierto punto. Llegamos a una cuota de mercado del 5 o 6% pero notábamos que la demanda de nuestra tecnología iba mucho más allá y no podíamos dar servicio porque nos faltaban fábricas". Al fin y al cabo, "cuando la industria hace un billón de antenas al año, no las puedes hacer todas", dice el CEO de Fractus.

La situación los trajo a una disjuntiva: o empezaban a comprar competidores, "que quería decir acceder además rondas de financiación"; o daban un paso atrás y se concentraban en la esencia de la compañía: la tecnología y las patentes. "Es un activo que puedes licenciar, permitiéndonos ser flexibles en el modelo de negocio y cobrar por los royalties".

 

    
Fractus ya dispone de más de 120 patentes. Cedida


Cómo que cada patente dura unos 20 años, "el secreto es innovar constantemente", dice Bonet. Hoy Fractus tiene unas 120 patentes y nunca ha dejado de invertir en tecnología. "Los ingresos que recibes de royalties los tienes que reinvertir en investigación para ampliar la base de patentes", evidencia.

Victoria legal
Un modelo de negocio que no es nuevo, pero que requiere el esfuerzo de convertirse en experto legal, técnico y comercial. Además, Fractus tuvo que batallar para defender la propiedad de su investigación. "Algunas compañías ya usaban nuestra tecnología sin una licencia. Ya no tenían nada a aprender de nosotros", reconoce. La realidad es que después de años de colaborar, los ingenieros de los gigantes de la industria móvil podían desarrollar la tecnología de Fractus sin ellos.

"Reclamamos el uso ilícito de nuestra tecnología y compañías como Motorola rápidamente accedieron a llegar a un acuerdo", dice Bonet. Por el contrario, Samsung y nueve compañías más dijeron que no y Fractus las demandó por infracción de patentes en los Estados Unidos al 2009. "LG, Blackberry, HTC, Sharp... Llegamos a acuerdos con todas menos con Samsung, que quiso ir a juicio", rememora el CEO de la empresa.

Un jurado condenó la emprendida coreana a pagar daños y perjuicios por valor de 23 millones de dólares; cifra que el juez amplió hasta 40 para considerar que infringían la patente con conocimiento de causa. "Samsung apeló y justo antes de que saliera la sentencia nos pidió hacer un acuerdo que se cerró por unos 30 millones de dólares", dice Bonet sin acabar de precisar la cifra exacta. Esto ya era el 2014, diez años después de los primeros contactos de Fractus con Samsung.

Con la tranquilidad de haber cerrado los litigios judiciales, Fractus está entrando ahora al mundo de la Internet de las cosas, los wearables y las infraestructuras. "Todo el que son dispositivos interconectados nos interesa", reconoce Bonet. A pesar de ser complicado repetir un boom como el de los smartphones, el CEO de la empresa tiene claro que tienen que apostar por "sectores emergentes para ser al frente de la tecnología".