Que una empresa supere los 300 años de vida es un hecho del todo insólito, no solo aquí, sino en cualquier lugar del mundo. En Cataluña podemos presumir de tener implantada una empresa fundada en 1698 y que aún funciona: es la legendaria papelera GuarroCasas. Pero el titular de hoy no hace referencia a su larga historia, sino al hecho de que cada vez tiene una producción más reducida.
Estas últimas semanas la empresa ha vuelto a ser noticia porque en las coladas de las reestructuraciones ha vuelto a perder una sábana, en este caso la fabricación de papel, que era su actividad inicial. Después de esta deslocalización, la producción que se mantendrá en Gelida será la fabricación de pasaportes y la elaboración de envoltorios de lujo.
Como decíamos, la trayectoria del negocio empezó ahora hace 326 años, con la gestión de un molino papelero por parte de Ramon Guarro Costa (1670-1736), al que siguieron sus hijos y nietos, hasta llegar a la sexta generación, en la que Lluís Guarro Casas (1876-1950) constituyó la sociedad de manera formal. Esto ocurría en los años veinte del siglo pasado y antes el centro de gravedad del negocio se había decantado hacia Gelida (Alt Penedès), donde continúa, procedente de la Torre de Claramunt (Anoia). El traslado se hizo a finales del siglo XVIII y allí, en Gelida, acabaría coincidiendo con otra empresa papelera de gran renombre, como era LaGelidense (1792), que durante un tiempo estuvo en manos de los marqueses de Gelida y que en la década de los años diez del siglo XX fue adquirida por la familia de navieros Tayà (los marqueses también tenían intereses en compañías navieras). Tanto una como otra, estas explotaciones papeleras fueron la columna vertebral de la economía local a lo largo de muchas décadas.
La trayectoria del negocio empezó ahora hace 326 años, con la gestión de un molino papelero por parte de Ramon Guarro Costa
La figura de Lluís Guarro es fundamental en la historia de la empresa porque, entre otras cosas, es quien consolidó la denominación Guarro Casas que ha perdurado hasta hoy día. También fue clave en la reestructuración del negocio porque suprimió la figura tradicional de los balaires (trabajadores que fabricaban balas de papel por cuenta de la empresa, pero sin el estatus de empleados) para profesionalizar la gestión nombrando a un gerente como responsable de la explotación. También promovió la construcción de unas nuevas oficinas de la empresa en una Via Laietana que se acababa de abrir. Estas oficinas estuvieron en uso hasta 1987. Fuera del ámbito del negocio, tuvo un papel muy destacado en lo que hoy llamamos “sociedad civil”; fue uno de los financiadores del Palau de la Música, fomentó la cultura como método para reducir las distancias entre clases sociales, colaboró en la creación de unos estudios nocturnos para jóvenes trabajadores y se implicó mucho en política, primero en la Lliga Regionalista y después en Acció Catalana.
Aunque parezca sorprendente, la familia Guarro mantuvo la propiedad total y absoluta de la empresa papelera durante casi tres siglos, hasta que a finales de 1988 tuvieron la tentación de sacarla a cotizar en bolsa. Habían pasado exactamente 290 años ininterrumpidos y los Guarro tuvieron por primera vez socios externos. El mecanismo para empezar a cotizar fue una ampliación de capital de 500 millones de pesetas en una operación liderada por la Caixa de Pensions. Pero eso solo sería el primer paso, porque justo un año después, el grupo francés Canson & Montgolfier lanzó una opa por el 100% del capital. Esta firma del mundo del papel tenía sus orígenes en 1557 y había sido fundada por la familia Montgolfier, los inventores de los globos aerostáticos. La opa fue todo un éxito, y los compradores llegaron a apoderarse del 95% del capital de la compañía. En ese momento comenzó una nueva partida donde ya nada sería igual.
Los propietarios de Canson & Montgolfier eran la multinacional Arjomari-Prioux, líder en Francia y que era el resultado de una primera fusión en los años cincuenta de cuatro papeleras (Arches, Johannot, Marais y Rives) y de una segunda en 1968 con el grupo Prioux. Solo un año después hubo más movimientos corporativos, porque los franceses se fusionaron con el gigante inglés Wiggins Teape Appleton (a su vez, fusión entre los británicos de Wiggins Teape y los americanos de Appleton Papers) para crear el grupo AWA, donde quedó integrada Guarro Casas. Durante la década de los noventa, la firma catalana se dedicó a tres ramas del negocio del papel, como eran los materiales de encuadernación, la papelería e imprenta, y el papel vegetal. No tardarían en llegar las podas en las líneas de negocio, sobre todo después de que en el año 2000 el grupo Worms & Cie, franceses, adquiriese AWA por casi 2.000 millones de dólares. La primera planta en ser cerrada (2004) fue la que la empresa tenía en Campdevànol (Ripollès), donde se producía papel vegetal. Por cierto, mientras tanto Worms & Cie pasó a llamarse Sequana Capital.
En el año 2007 vendría otro recorte, porque la línea de papel de dibujo (ubicada en Gelida) fue deslocalizada. Los daños colaterales de tener el centro de decisión a muchos kilómetros de distancia no terminaban aquí, porque en 2019, y tras una demanda de British American Tobacco (BAT) por una cuestión del pago de dividendos, Sequana quebró. Fruto de esta situación, el grupo AWA volvió a ir por libre, pero no por mucho tiempo porque en 2022 también quebró, lo que provocó que Guarro Casas pasara a manos del grupo familiar italiano Fedrigoni. Con tanto trajín de un lado a otro, parece un milagro que la marca de Gelida haya conseguido seguir existiendo. Cuatro años antes de la transacción, el fondo de inversión americano BainCapital había invertido 600 millones de euros para entrar en el accionariado de los italianos. Uno de los fundadores de este fondo, en 1984, fue MittRomney, muy conocido entre el gran público porque en 2012 disputó, sin éxito, la presidencia de los Estados Unidos a BarackObama.
La familia Guarro mantuvo la propiedad total y absoluta de la empresa papelera durante casi tres siglos
Y llegados a este punto, enlazamos con el comienzo del texto: los italianos han considerado que parte de la actividad productiva de la planta de Gelida se podía llevar a cabo en las instalaciones que tienen en su país, de modo que una vez más alguien ha pasado la cuchilla por esta histórica empresa catalana, que sigue con vida, pero cada vez más empequeñecida.