Tradicionalmente, los diferentes fabricantes de cerveza de la península se limitaban a controlar su territorio natural como si se tratara de un feudo medieval. Pero de unos años aquí, las fronteras que delimitaban estas zonas se evaporaron y los productores empezaron a competir entre ellos como nunca antes lo habían hecho. En un sector muy tradicional -los principales fabricantes tienen más de un siglo de existencia- la entrada de las multinacionales ha contribuido de manera determinante a dibujar el mapa del mercado que se ha acabado imponiendo, cuando menos de momento.
Cuando hablamos de cerveza, la primera marca que nos viene a la cabeza es Damm, la enseña catalana omnipresente en el país. La compañía de la estrella de cinco puntas tiene sus orígenes en 1876 -tal como aparece indicado en la etiqueta de las botellas y de las latas- y como acostumbra a pasar en esta tierra con otras muchas cosas, ya es más que una cerveza. Su presencia constante em festivales de música y en competiciones deportivas, junto con sus ruidosas campañas publicitarias en la televisión, la han convertido en parte de la cultura popular local. En el año 2021, una vez dejada atrás la pandemia, se acercaron a los 1.500 millones de euros de facturación, dejando un beneficio neto de más 120 millones para sus accionistas, un club muy privilegiado desde que en el 2015 la compañía dejó de cotizar en bolsa. Hablando de los accionistas, hay que decir que quien tiene la mayor parte del capital de la empresa es la familia Carcelero, que posee entre el 40 y 50% de los títulos. Detrás de ellos hay como socio de referencia la multinacional alemana de la alimentación Dr. Oetker, que tiene un 25% del capital. Por debajo de ellos, y con participaciones alrededor del 5%, hay dos de las familias fundacionales, los Armadàs y los Agenjo, estos últimos descendentes de Joseph Damm, quien da nombre a la marca.
La mayor parte del capital de Damm pertenece a la familia Carcelero
Todos juntos tenemos muy presente la Estrella Damm (para algunas generaciones conocida como Estrella Dorada), pero el abanico de marcas de la casa es realmente amplio: bajo la enseña Damm hay casi una veintena de referencias diferentes, pero hay que tener en cuenta también las otras marcas de cerveza del grupo, como son Estrella de Levante, Victoria, Turia, Estrella del Sur, etc. que también tienen sus propias variedades. Y no todo es cerveza en la casa Damm, porque también son propietarios de las marcas de agua mineral Veri, Fuente Liviana, Pirinea y Font Major, y del legendario batido de cacao Cacaolat, un producto que rescataron de la quiebra de Nueva Rumasa a medias con Cobega. También forman parte de su catálogo la leche Granjas de Mallorca, los batidos Lacao, la sangria Sureo, la tónica Fever Tree y los cafés Garriga. La producción de cerveza del grupo se ensarta por encima del 10 millones de hectolitros.
No todo es cerveza en la casa Damm, porque también son propietarios de las marcas de agua mineral Veri, Fuente Liviana, Pirinea y Font Major, y del legendario batido de cacao Cacaolat
En el ámbito de los establecimientos comerciales, Damm es propietaria de la cadena de bocadillos Rodilla, de les cafeteries Jamaica, d’Hamburguesa Nostra y del Café de Indias. Desde el punto de vista empresarial, son accionistas relevantes, con un 12%, de la empresa Ebro Foods, una de las grandes empresas de alimentación del Estado y, en cierto modo, heredera directa de la Compañía de Industrias Agrícolas de los Suñol.
Al nivel de Damm, se sitúa Mahou San Miguel, que también se acerca a los 1.500 millones de euros de facturación y supera los 100 millones de beneficios. La sede de esta compañía familiar es Madrid, porque el grupo se ha constituido alrededor de Mahou, la cerveza tradicional de la capital del Estado, a pesar de que también incluye la histórica San Miguel, que tiene orígenes filipinos y catalanes. Si las raíces de la familia Damm hay que buscarlas en Alsacia, los de la alcurnia Mahou provienen de la vecina Lorena, de donde se trasladaron para instalarse en Madrid. El nieto del primero Mahou residente en Castilla se introdujo en el mundo cervecero, poniendo la semilla de la que hoy es una grande empresa. En el año 2000, aprovechando que Danone vendía su participación a San Miguel, los propietarios de Mahou agrandaron su grupo adquiriendo la empresa leridana, en una operación cifrada en 55.000 millones de pesetas (330 millones de euros) por el 70% del capital. Inicialmente, la transacción chocó con las autoridades de la competencia, que pusieron toda una serie de condiciones para aprobarla. Más tarde también se harían con el control de Alhambra, la cerveza de Granada, a cambio de 200 millones de euros (2006). La propiedad íntegra de la compañía la tienen dos ramas de la familia Mahou, los Mahou Herráiz y los Gervás Díez. Esta empresa produce anualmente unos 12 millones de hectolitros de cerveza.
En el año 2000, aprovechando que Danone vendía su participación a San Miguel, los propietarios de Mahou agrandaron su grupo adquiriendo la empresa leridana
Otro de los grupos que lideran el sector en el Estado español es Heineken España, que proviene de las compras de Cruzcampo y El Águila que la multinacional neerlandesa ha ido tirando a lo largo de los años. La cervecera Cruzcampo la creó la familia Osborne, los de los vinos y licores, en la ciudad de Sevilla en el 1904, y en concreto en una finca vecina del "Templete de la Cruz del Campo", un lugar que serviría de inspiración para crear la marca, que también añadió a su logotipo un personaje muy característico llamado "Gambrinus".
En 1990 el grupo irlandés Guiness adquirió Cruzcampo por una cifra descomunal: 98.000 millones de pesetas (590 millones de euros), que supusieron la transacción récord para una empresa española en toda la historia. Pocos años más tarde, Guiness se fusionó con Grand Metropolitan para formar el conglomerado Diageo, que pasó a ser el nuevo propietario de Cruzcampo. Y en 1999 llegaría el que, de momento, ha sido el último viaje de la cervesera sevillana, cuando la neerlandesa Heineken adquirió la propiedad a cambio de 145.000 millones de pesetas (870 millones de euros). Precisamente esta compra tuvo unos efectos colaterales que beneficiaron a otro de los grandes fabricantes de cerveza: el caso es que cuando Heineken se hizo con el control de Cruzcampo, las autoridades de la competencia obligaron a los neerlandeses a desprenderse de algunos activos, de forma que la marca malagueña Victoria acabó en manos de Damm.
La otra marca de origen estatal que controla Heineken es El Águila, fundada en Madrid a comienzos del siglo XX por el empresario y pintor valenciano Augusto Comas Blanco. Durante décadas disputó em Mahou el dominio del centro de la península. A partir del 1984, Heineken inició un proceso gradual de compra, hasta conseguir la totalidad del capital, para acabar fusionándola con Amstel, otra enseña del grupo.
A pesar de que la multinacional neerlandesa no especifica su facturación en España, según los datos de los registros públicos, las ventas en el Estado de este fabricante acostumbran a rozar los 1.000 millones de euros, procedentes de los casi 10 millones de hectolitros de cerveza que producen. Hay que decir que dentro del capital de la sociedad española todavía hay algunos accionistas procedentes de Cruzcampo, que han conseguido hacerse fuertes a pesar de las sucesivas compraventas.
Hijos de Rivera (Estrella Galicia) tiene la sede en una calle coruñesa que lleva el nombre del fundador, José María Rivera Corral
La última compañía cervesera del grupo de líderes es Estrella Galicia, que después de muchas décadas confinada en su territorio natural, ha entrado con mucha fuerza en Catalunya. La empresa que detrás de la marca es Hijos de Rivera, una compañía familiar que los Rivera han controlado desde el mismo momento de su fundación, en 1906. Su logotipo es muy visible en gran cantidad de bares catalanes: una estrella de seis puntas, también conocida como Estrella de David. Precisamente hoy en día tienen la sede en una calle coruñesa que lleva el nombre del fundador, José María Rivera Corral (resulta bastante curioso que este tramo de calle antes perteneciera a una vía llamada Gambrinus, como el personaje a quien hemos hecho referencia unas líneas atrás). La facturación de la empresa supera ya los 500 millones de euros, con unos beneficios de más de 100 millones, cosa que los ha convertido en una de las familias más ricas de Galicia. En este caso, la producción llega a unos 4,5 millones de hectolitros anuales. En el ámbito familiar, los Rivera arrastran cierta maldición con toques de clan Kennedy, porque en solo diez años de diferencia, y en plena juventud, desaparecieron de manera trágica dos de los herederos de la alcurnia, Diana de Juan Rivera (34 años) y su hermano José María (33 años).
Estos cuatro grupos cerveceros copan alrededor del 90% del mercado estatal, pero dentro de Catalunya también hay marcas con cierta implantación que conviene reseñar, como es el caso de Moritz, que pertenece a un grupo aragonés. La historia de este fabricante es muy curiosa, porque fue una cerveza muy importante en Catalunya desde su aparición en 1856 (el propietario provenía de Alsacia, como el de Damm) y que acabó quebrando en 1978. Mucho tiempo después, en 2004, los descendentes -propietarios de la cerveza aragonesa Ámbar- aportaron 30 millones de euros para volver poner en órbita la marca. Desde entonces, la situación de crisis permanente que vive la empresa ha provocado la aparición de ciertas rendijas entre la rama aragonesa de los Moritz (encabezada por Eduardo Roerich Saporta) y la rama catalana (con Jorge, el hermano del anterior, como ningún visible).
Los Rivera arrastran cierta maldición con toques de clan Kennedy, porque en solo diez años de diferencia, y en plena juventud, desaparecieron de manera trágica dos de los herederos de la alcurnia
Si miramos el sector con cierta perspectiva, parece claro que en las últimas décadas hemos vivido un proceso de concentración de los diferentes fabricantes locales. La entrada de capital extranjero también ha contribuido a dinamizar el sector. Ahora hay que ver si ya hemos llegado al final de la historia o si, al contrario, todavía viviremos más movimientos corporativos.