Esta historia es totalmente ficticia, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Está sacada del libro Angeles y demonios de la familia empresaria. Industrias Robledo es propiedad a tercios de Ramon, Maria, y de los tres hijos de Sebastián, que murió cuando eran pequeños. Los tres están cerca de la mayoría de edad, igual que sus cuatro primos. Ramon es quien lleva con gran éxito la empresa. Maria asistió hace unos meses a una conferencia sobre continuidad de la empresa familiar y tomó nota de una serie de cuestiones que consideró importantes, como eran la necesidad de regular la incorporación al negocio, el reparto de beneficios, la transmisión de acciones, y la planificación del relevo.
Poco después, un día durante la sobremesa de la comida que celebran cada mes los dos, con sus cónyujes para hablar de la marcha del negocio, Maria comentó sus inquietudes sobre el futuro de la empresa familiar. Ramon contestó: "Ahora no es el momento, tenemos una pila de pedidos y tenemos que ampliar la línea de producción. Ya lo decidiremos cuando toque, cada cosa en su momento. Ya es suficiente tener que hacer el plan estratégico en un entorno tan cambiante con internet y los cambios legales como para abrir otro frente. Además, hay cosas que es mejor no tratar porque después todo son líos. Lo que es importante es que el negocio funcione, y el nuestro cada día va mejor. ¿A vosotros os falta algo?". De camino a casa Maria comentó con su marido: "Seguramente, Ramon tiene razón. Él es quien sabe de negocios, y siempre me he fiado de su criterio; no discutiremos ahora por lo que escuché en una conferencia".
En las familias empresarias nos jugamos las relaciones familiares, y puede ser también, el futuro económico de toda la familia, por eso es doblemente importante ser previsores y no cerrar los ojos
Esta breve historia nos presenta el sexto de los pecados capitales de la familia empresaria: el demonio de la improvisación. Se manifiesta habitualmente con el "dejémoslo por mañana" respecto a afrontar los retos de la familia empresaria. Bien sea por miedo a abrir la caja de Pandora, para considerar que no es urgente o que "ya se hará". Muchas veces me encuentro con familias empresarias que posponen de forma indefinida el tema, y este aplazamiento acaba llevando a la improvisación. Improvisar significa actuar sin meditar, y en muchas ocasiones con prisas; y las dos circunstancias aumentan la probabilidad de errores.
El mayor pecado de improvisación es el de la improvisación en el relevo en la dirección y gobierno de la empresa. Puede venir facilitado por un exceso de confianza en la capacidad de elección de los continuadores, miedo al conflicto, evitar ser cuestionado o miedo a afrontar el retiro (¿Qué haré? ¿De qué viviré).
En las familias empresarias nos jugamos las relaciones familiares, y puede ser también, el futuro económico de toda la familia, por eso es doblemente importante ser previsores y no cerrar los ojos, ni esconder la cabeza bajo el ala. La continuidad de la empresa familiar aumenta al planificar con antelación la superación de los retos a los cuales tendrá que enfrentarse. Además de los retos empresariales, tiene que evaluar los familiares.
Los retos de la familia empresaria son muy previsibles: incorporación, retribución, dividendos, venta de acciones, relevo,... Esto da la ventaja de poder actuar hoy sobre los problemas de mañana. No actuar con antelación e improvisar es un auténtico pecado.