A comienzos de los años 70, en plena efervescencia contracultural barcelonesa construida sobre una heterogénea mezcla de lucha universitaria antifranquista y considerables dosis de revolución sexual, dos interioristas emergentes, los hermanos Pilar y Arturo Mijangos, convirtieron un local viejo y destartalado de la calle Sant Hermenegild en un pequeño templo underground de la moda joven.
El local estaba en el número 31 (ahora, 23) y fue bautizado con el nombre de Mercadillo de Balmes, que es la calle que hace casi esquina. Un nombre que quería evocar los célebres street markets de Londres, ciudad de peregrinaje progresista por excelencia de la época, como el Portobello Road Market, el Covent Garden Market o el Notting Hill Farmers Market, que en el año 1999 inspiraría la película homónima de Roger Michell con Julia Roberts y Hugh Grant.
La iniciativa, también debida en parte a un buen amigo de juventud de Isak Andic, el también interiorista Fernando Salas, quedó digamos a cierta distancia cualitativa de sus modelos londinenses, pero hizo germinar alegremente otros “mercadillos” barceloneses, como El Mercadillo de Puertaferrisa (ahora Portaferrissa); Las Américas, en la calle Muntaner 277; London Shops, en la Avenida del Generalísimo Franco 508 (ahora Avenida Diagonal); el Mercadillo Tuset, en la calle Tuset 21; el Mercadillo Meridiana, en la Avenida Meridiana 299, y otros.
El Mercadillo por antonomasia, sin embargo, era el de Balmes. Allí se escuchaba música de rock a toda pastilla, se vendían zapatos, ropa, bisutería, camisas, tejanos y “curiosidades”, y se fumaba un poco de todo, y demasiado.
El local tenía una planta baja y dos plantas subterráneas, llenas a reventar de hippies de casa bien y pijoprogres de toda clase, pero también de mucha gente que quería ganarse la vida y vivir honestamente fuera de los circuitos establecidos. Es decir, fuera del establishment e, incluso, fuera de los círculos de la gauche divine que habitaba Boccaccio y cenaba en el Flash Flash con Leopoldo Rodés, Joan Manuel Serrat, Teresa Gimpera, Oriol Regàs o Xavier Miserachs.
La cuna de los Andic
Uno de los comerciantes que se estableció allí fue Isak Andic, hijo de una familia turca, que gracias a sus ancestros sefardíes pudo acceder legalmente a la nacionalidad española y establecerse en Barcelona, donde fueron amistosamente acogidos por otra familia famosa, los Bassat, padres del no menos famoso Lluís Bassat, también de origen sefardí, que habían llegado una generación antes.
En el año 1967, cuando vio por primera vez la ciudad de Barcelona, Isak tenía 14 años, y en su país natal las tensiones provocadas por los enfrentamientos entre turcochipriotas y grecochipriotas amenazaban con provocar un conflicto bélico con Grecia, país tradicionalmente considerado enemigo de los turcos. Una vez en Barcelona, sus compañeros de juventud lo recuerdan como un chico despierto y trabajador, igual que su padre y su hermano, que lo acompañaron en sus primeras aventuras empresariales.
Gracias a sus ancestros sefardíes, Isak Andic pudo acceder legalmente a la nacionalidad española y establecerse en Barcelona
La primera de todas fue instalarse en el año 1972 en la planta baja del Mercadillo, justo a la entrada de la calle, donde el padre llegaba a menudo con una furgoneta vieja cargada de mercancías, algunas de las cuales procedían de Estambul y del marinero de un barco turco con espíritu comercial que amarraba periódicamente en el puerto de Barcelona y ofrecía productos “exóticos” y a buen precio a los Andic. Una oferta que no convencía mucho al padre, Manuel, pero sí a Isak, que supo ver una buena oportunidad para llegar a un público joven deseoso de encontrar nuevos signos exóticos de complicidad generacional.
Según recuerdan algunos contemporáneos, Manuel aparcaba su furgoneta en el vado que había en la puerta de la calle, junto a la tiendecita de menos de un metro y medio que regentaban los hijos. De hecho, se comenta, la furgoneta hacía de almacén móvil del negocio. Allí se vendieron básicamente blusas, zuecos, camisas y tejanos, pero sobre todo camisas de cuadros de Madrás, símbolo de acercamiento occidental a la cultura hindú, y aquellos tejanos que ya empezaban a ser vistos como signos de identidad contestataria gracias a usuarios tachados de “alternativos” como Elvis Presley, Dolly Parton o Elton John.
La sexta flota, los texanos del puerto y Barcelona
La historia de amor entre los tejanos y Barcelona arranca una década antes, y más concretamente a finales de los 50, cuando los marineros de la Sexta Flota de los Estados Unidos empezaron a aparecer por nuestro paisaje urbano. El periodista Xavier Theros relataba a Alberto Valle los cambios introducidos en Barcelona a partir de la llegada del primer portaaviones al puerto de la ciudad: el jazz, el tabaco rubio, la Coca-Cola, los donuts, los platos combinados, los encendedores Zippo, los calzoncillos slip y, sobre todo, los pantalones tejanos.
Fue justamente a partir del año 1958, en un mundo oscuro, dominado por el franquismo y aún privado de la popularidad de los Beatles, los Rolling Stones y, en el ámbito casero, los Sirex o los Mustang, cuando los jóvenes barceloneses descubrieron que podían comprar tejanos de segunda mano procedentes del macuto de los marines más listos de la clase y probárselos en determinados zaguanes oscuros de los alrededores del puerto. El hecho de adquirirlos clandestinamente ofrecía a aquellos postadolescentes la satisfacción complementaria, y vista con ojos actuales, un poco ingenua, de estar jugando contra “el sistema”.
Solo una década más tarde, cuando Isak estudiaba en el Instituto Americano de Barcelona, él y su hermano Nahdam frecuentaban la facultad de Económicas, y los Andic conectaron con las ilusiones de aquel mercado emergente y tomaron dos decisiones importantes: instalarse en el Mercadillo y concentrarse en el mercado de los vaqueros, que desde aquel lejano 1958 no había dejado de crecer en una ciudad cada vez más cercana a los patrones culturales anglosajones.
Como muestra, tal vez poco consistente, de identificación con la contracultura londinense, compañeros de juventud de Isak recuerdan su preferencia por Tiffany's en lugar de Maddox (más afrancesado), cuando iba a las discotecas de Playa de Aro con su amigo Fernando Salas y sus respectivas amigas. Otros recuerdan a los hermanos Andic persiguiendo posibles clientes por las escaleras y el hall de Económicas, con su voz constante y persuasiva y las facilidades de pago que ofrecían a sus ansiados compradores.
Parece que, en sus inicios, el abastecimiento de vaqueros procedía, vía marinero, de Incirlik y de algunas otras bases militares americanas establecidas en Turquía. En cualquier caso, Isak Andic comenzó muy pronto a importar y vender con gran éxito diferentes marcas de vaqueros, desde los históricos Levi Strauss a los Lee o los Wrangler, con los que su incipiente historia de éxito empezó a acertar las tendencias de moda que acabarían imponiéndose en el mundo.
Pronto, aquel local estratégico de la calle Sant Hermenegild, que todo el día olía a sándalo, quedó más pequeño de lo que realmente era, y los Andic tuvieron que buscar nuevos horizontes. Primero en Portaferrissa, después en Portal del Ángel 72 y finalmente en La Rambla 57, que se llamaba Los Genuinos Tejanos Isak y donde además de vaqueros se vendían discos de rock and roll, tal vez importantes directa o indirectamente de Londres. Una fórmula que no podía fallar de ninguna manera.
Isak Andic comenzó muy pronto a importar y vender con gran éxito diferentes marcas de vaqueros, desde los históricos Levi Strauss a los Lee o los Wrangler
Tan grande fue el éxito que pronto se pudo comprar un Seat 850, con el que comenzó a abrir mercados en toda España. Más adelante abrió oficinas en la calle Bruc (entonces, Bruch) y en la calle Girona (Gerona) hasta que llegó el momento en que se cansó de vender ropa de otras marcas, creó la suya, y montó un centro de diseño y confección propio, con sede, primero en Sabadell, y después en Palau de Plegamans (ahora, Palau-Solità i Plegamans).
Así fue como en el año 1985, Mango (nombre elegido por Isak tras un viaje a Manila) abrió su primera tienda en el Paseo de Gracia de Barcelona, un paseo que, habiendo sido históricamente el escaparate de todas las vanidades burguesas, comenzaba a ser el escaparate de los establecimientos comerciales más relevantes de Cataluña y del mundo.
1985 fue el año en que el Barça ganó la Liga y los mejores grupos del momento participaron (muchos de ellos en vaqueros) en el concierto Live Aid, en el estadio de Wembley, donde se recaudaron 100 millones de dólares para combatir el hambre en África. Siete años más tarde, en 1992, Mango abría su primera tienda en París, capital mundial de la moda, donde solía viajar a menudo para comprar e inspirar sus colecciones.
La primera flagship en Manhattan
Otros hitos relevantes de la compañía son cuando el 30 de enero de 2008 The New York Times titulaba Foreign Retailers Follow Their Shoppers to New York, para explicar que, en noviembre de 2007, Mango había abierto su primera tienda insignia en el Soho. Hoy en día, la compañía dispone de más de 40 tiendas en todos los Estados Unidos y en el año 2022 inauguró un nuevo local representativo de 2.100 metros cuadrados en la Gran Dame, un edificio noble de los años 20 ubicado en el número 711 de la Quinta Avenida.
Otro evento importante de la marca fue en el año 2011, cuando organizó en París su primer desfile de moda fuera del estado español, conectando también con la idea ampliamente compartida de considerar que la capital francesa es la capital mundial de la moda... y el segundo mercado más grande de la empresa.
Mango está presente en más de 120 países; tiene más de 15.500 trabajadores y dispone de más de 2.800 puntos de venta en todo el mundo, de los cuales unos 1.900 están en Europa
Hoy en día, como es sabido, Mango, la empresa fundada por Isak Andic y gestionada internamente por Enric Casi (fallecido hace ahora un año) factura, con datos de 2023, 3.100 millones de euros, con un crecimiento del 15% respecto al año 2022; está presente en más de 120 países; tiene más de 15.500 trabajadores y dispone de más de 2.800 puntos de venta en todo el mundo, de los cuales unos 1.900 están en Europa, además de la venta en línea, que supone un 33% de su cifra total de negocio.
Sus embajadoras de marca, destinadas a enamorar nuevos públicos compradores, han sido, entre otras, las actrices Penélope Cruz, Cara Delevingne, Scarlett Johansson, Kate Moss y desde febrero del año pasado, la futbolista del Barça Alexia Putellas, con cuya imagen Mango quiere visibilizar su compromiso con la igualdad de género y compartir quizá su barcelonismo universal.
Los años difíciles
Pero no todo ha sido coser y cantar en la historia de Mango. Aunque en aquel momento, la marca ya se identificaba más con el consumo de lujo que con los cuadros de Madrás o los vaqueros de la VI Flota, y una vez jubilado Isak Andic como presidente, la compañía, bajo el liderazgo de su hijo Jonathan, decidió virar el barco hacia un público quizá demasiado joven.
Las pérdidas fueron de 61 millones de euros en el año 2016; 33 millones en 2017 y 36 millones en 2018, hasta que Isak decidió volver a ponerse al frente del barco y, junto con Toni Ruiz como nuevo director general, consiguió cambiar el objetivo y la tendencia, obteniendo unos beneficios de 21 millones de euros en el año 2019. Desgraciadamente, el año siguiente, 2020, fue el año de la pandemia y la cifra volvió a descender hasta los 110 millones de pérdidas, seguidas de una notable recuperación en 2021, 2022 y 2023, con unos beneficios de 67, 81 y 172 millones de euros respectivamente.
Isak Andic falleció el sábado 14 de diciembre a causa de una caída en las montañas de Collbató, cerca de Montserrat, y deja a sus tres hijos, Jonathan, Judith y Sarah, la ingente tarea de conservar una fortuna valorada en 4.500 millones de euros y hacer crecer aún más un negocio sin fronteras iniciado hace más de cinco décadas en un local oscuro y no especialmente pulido del barrio de Sarrià-Sant Gervasi.
Buena suerte a todos y descanse en paz el creador de una marca barcelonesa de prestigio internacional. Que tampoco hay tantas...