JordiHerreruela es la persona que está detrás del FestivalCruïlla, el festival que va de música, de Cataluña, pero sobre todo de personas. Tres componentes que garantizan el éxito de este resonante evento, y que llevan a Herreruela a asegurar que tiene "uno de los mejores trabajos que existen en el mundo". No puede ser de otra manera: el resultado de su tarea comporta "miles de personas que se lo pasan bien" -76.000 en 2023, concretamente-. Y es que acercar al público las emociones de los mejores artistas del momento no es nada fácil, pero un joven Herreruela de 14 años, después de presenciar en el Estadi Olímpic su primer concierto (a cargo de los RollingStones) lo vio claro: "Quise hacer de aquello mi vida".
El Festival Cruïlla acogió 76.000 asistentes el año pasado
Un entorno familiar y educativo entregado al arte
Según explica el director del Cruïlla a VIA Empresa, esta pasión por la música nace desde muy pequeño, en Mataró. Un entorno familiar aficionado a la música, especialmente su hermano mayor, y una firme apuesta por la educación artística de la escuela donde creció, la Escuela GEM de Mataró, llevaron a Herreruela a investigar la cultura musical con el rock de los 60 y de los 70 como punto de partida. A partir de aquí, empezó a coleccionar discos y a escuchar música de otros géneros, aunque recuerda especialmente a DireStraits, PinkFloyd y Supertramp.
Como entonces las plataformas de música en streaming que disponemos hoy en día eran inimaginables, Herreruela empezó a comprar cassettes vírgenes para grabar recopilaciones de música y distribuirlas a su entorno. “A cada uno le hacía una selección musical, en función de cómo eran y de sus características”, explica, poniendo en valor la dificultad que suponía esta elección: “Además, tenías que comprar la música para tenerla, no la tenías a disposición como ahora. Ahora es tan sencillo como hacer una lista de Spotify con un par de clics”.
Informático y surfista: el pasado y presente del director del Cruïlla
Parecería lógico pensar que Herreruela apostó por formarse en el ámbito musical, pero la realidad es que estudió informática y telecomunicaciones. “Empecé a trabajar en cosas que no tenían nada que ver con todo esto, que me permitieron ganarme bien la vida y, por lo tanto, consumir mucha cultura, acudir a muchos conciertos, al teatro o exposiciones”, comenta, sin olvidarse de su gran hobby: el surf. El director del Cruïlla reconoce que es un deporte que no se puede practicar a menudo, ya que presenta dos dificultades: “No se puede surfear si no hay olas, ni si estás pensando en otras cosas: tienes que estar al 100% enfocado en lo que estás haciendo”.
Herreruela: "En esos momentos mágicos, mi cabeza también se detiene, y me doy cuenta porque me sale una sonrisa de oreja a oreja"
Herreruela empezó a sentir una cierta afición por todos esos momentos en los que podía desconectar del día a día y poner el foco en una única actividad. Y no solo sobre una tabla de surf: “Con la música y los conciertos me empezó a pasar algo similar que no me pasaba con el resto de artes. La conexión entre el público y el artista hace que las emociones que transmite este último me lleguen de una manera directa y, en esos momentos mágicos, mi cabeza también se detiene, y me doy cuenta porque me sale una sonrisa de oreja a oreja”, explica.
El Cruïlla, un viaje originado a Mataró con destino a Barcelona
Una sensación que Jordi Herreruela no tardó en esparcir por su tierra, cuando en su tiempo libre decidió formar parte de una asociación sin ánimo de lucro destinada a organizar conciertos. ¿El primer proyecto? Un concierto de Dusminguet y Amparanoia para recuperar el carnaval de Mataró: “A partir de aquí, y de ser un gran consumidor de conciertos, empiezo a conocer gente del sector con quien impulsamos la Sala Clap y la Casa de la Música de Mataró”. Herreruela también destaca otros proyectos impulsados desde la asociación, muy ligados a la formación de las escuelas de primaria y proyectos de integración dirigidos a colectivos en riesgo de exclusión social.
“Todo esto tenía mucho valor, pero, realmente, pocas veces conseguíamos ser noticia. Por este motivo, pensamos que a estos proyectos les hacía falta un acto que comunicativamente fuera potente y nos ayudara a explicar todo el trabajo que se estaba haciendo”. Y así fue. En 2005 se estrenaba el Cruïlla de Cultures de Mataró, un evento por el que pasaron artistas como ManuChao, JimmyCliff o TheWailers, y que creció tan rápido que se vio obligado a moverse a la capital catalana para convivir con los otros dos grandes festivales del momento, el Sónar y el PrimaveraSound: “La única opción que teníamos de continuar evolucionando era venir a Barcelona”.
Herreruela: “No luchamos por ser los más grandes, sino por ser los mejores”
Este movimiento permitió a Herreruela soñar en grande, trabajando con una visión que recoge tres premisas que lo han acompañado desde el primer día: la primera, poner el foco en el público local. Si bien los otros dos festivales con los que comenzaba a compartir ciudad el Cruïlla contaban con una gran repercusión internacional, Herreruela y su equipo decidieron dirigirse exclusivamente a los catalanes. “Esto que en un principio podía ser una limitación, se convirtió en una de nuestras principales virtudes”. La segunda apuesta del festival fue la de “no luchar por ser los más grandes, sino por ser los mejores”. Esta filosofía es la que delimita el evento: 25.000 personas por día en un espacio de más de 100.000 metros cuadrados. “Un servicio grande, pero con unos servicios muy bien cuidados”. La tercera y última gran apuesta, impulsar un festival diverso y variado: “Nos encontrábamos en un momento en que, a raíz de las primeras plataformas de streaming, la manera como disfrutábamos la música comenzaba a cambiar. Quisimos hacer un festival para toda la gente que no iba a festivales”, apunta Herreruela.
Así mismo, el Festival Cruïlla se consolidó dibujando un camino que muchos otros festivales han seguido. Un camino marcado por la diversidad musical, una mejor oferta de servicios y la importancia de la experiencia del consumidor. “Con este cambio los festivales de música han comenzado a crecer mucho”, comenta el director del Festival Cruïlla, quien, sin embargo, es consciente de un debate que ha ganado peso en los últimos años: “El impacto acústico de la actividad musical en la ciudad, a veces se contempla como una molestia, y se ha extendido a los patios de las escuelas o clubes deportivos, hasta el punto de ver toda actividad colectiva como una molestia”, reflexiona Herreruela.
El futuro de la música: más transparente, más interactiva... ¿y una molestia?
En este contexto, se contraponen dos modelos de sociedad -donde realmente radica la esencia de este debate-: “El que espera que todos estemos en casa a las 22 h pegados a la televisión en absoluto silencio, y el que tiene que ver con compartir y tener celebraciones públicas colectivas, uno de los valores primordiales de la cultura mediterránea”. “Creo que es muy importante que se entienda que quien vive en una ciudad acepta la vida de la ciudad, que está compuesta por espacios creativos y para el intercambio de ideas, descubrimiento de personas y celebraciones de todo tipo. El día que perdamos esto, perderemos la creatividad, que es el legado de Barcelona”, comenta Herreruela, quien reivindica que “la música no es ruido y tiene un valor en el conjunto de la sociedad importantísimo”.
El director del Festival Cruïlla vaticina que la actividad musical será “mucho más interactiva”, donde el público participará disfrutará de una experiencia “más personalizada” y donde también pueda “ser protagonista de lo que está pasando”. Además, es muy probable que nos encontremos ante una industria mucho más transparente “donde cada uno de nosotros sabe exactamente qué paga, a quién y qué le llega”. Y es que, puestos a imaginar un futuro que en muchos sectores ya es una realidad, el director del Cruïlla reconoce que herramientas como la inteligencia artificial permitirán hacer música "sin mucho conocimiento" y “de poco valor”. Ahora bien, “la música que sí que tiene valor, continuará teniéndolo”.
La creatividad catalana promete "un gran futuro"
“Debemos ser más empresas, debemos acoger más trabajadores y debemos dar salida a más proyectos. Creo que hay un gran futuro”, continúa Herreruela, quien añade que “tenemos unos jóvenes que sobre todo quieren trabajar en industrias creativas, y estas no son lo suficientemente grandes para dar salida a todo este talento”. Tanto es así que, convencido de que la industria musical catalana “es una de las más potentes del mundo”, Herreruela impulsó el BarcelonaMusicLab junto con GenísRoca (presidente de la Fundación.Cat), JosepMariaMartorell (director asociado del Barcelona Supercomputing Center) y EnricJové (director de la agencia McCann), una entidad que actualmente dirige MiquelCuranta y que pretende ser la red que conozca, conecte y proyecte esta industria.
Por ahora, Jordi Herreruela continúa descubriendo todo tipo de música bajo la misma premisa que siempre ha defendido: “No hay músicas buenas ni malas, hay la música que te gusta y la que no te gusta”. Y es que, probablemente, ahora continúa explorando más música que nunca: aprovecha los viajes en coche al trabajo para escuchar propuestas de música que no conocía, de las cuales algunas se escucharán en ElMolino, el emblemático teatro del Paralelo que durante los próximos cuatro años Barcelona Events Musicals se encargará de hacer girar las aspas.
Herreruela: “No hay músicas buenas ni malas, hay la música que te gusta y la que no te gusta”
“Me considero una persona muy afortunada”, concluye Herreruela, quien está ultimando los últimos detalles del Cruïlla de este año, que dará el pistoletazo de salida el próximo miércoles. “Me lo paso muy bien haciendo lo que hago, estando en un entorno tan agradable nunca tengo la sensación de hacer las cosas por obligación, realmente me entusiasma”, añade, recordando que, sin embargo, esta actividad tiene que ser rentable y debe asegurar puestos de trabajo. Ahora bien, Jordi Herreruela quiere continuar experimentando momentos mágicos como los que la música le da, y aspira a poder hacerlo durante mucho tiempo, también en la esfera personal: “Al fin y al cabo, a mí me gusta hacer surf. Y lo que espero de mi vida es acabar siendo un abuelo que disfruta de suficiente salud para coger una tabla y bajar a surfear olas”.