"Muchos miran el empresario como el lobo que hay que abatir. Otros, como la vaca que hay que ordeñar. Pero muchos pocos lo miran como el caballo que tirar del carro".
Con esta frase atribuida a sir Winston Churchill saluda ahora Jordi Mestre, presidente del Gremio de Hoteles, desde su perfil de whatsapp. Un saludo que es toda una declaración de principios y que ha conocido otras frases célebres, como aquella de "no vendo ningún hotel ni tengo entradas para el Barça" que, una vez dimitido como vicepresidente del club, cambió por una frase más filosófica de "haz de tu vida un sueño y de tu sueño una realidad".
Mestre: "No vendo ningún hotel ni tengo entradas para el Barça"
La pega es que hoy en día la realidad es muy incierta. Una inseguridad que Mestre atribuye a la carencia de experiencia para gestionar la crisis y que, desde un punto de vista más ajustado a su sector, relaciona con la sombra amenazante de los fondos buitres encima de las empresas actualmente en dificultades debido a la pandemia.
Presidente de Selenta Group; propietario del Hotel Sofia, el Hotel Nobu y otros establecimientos de lujo en Barcelona, Valencia, Marbella y Tenerife; vicepresidente del Barça entre 2010 y 2019 y presidente del Gremi d'Hotels desde el verano del 2019, Mestre argumenta que "experto viene de experiencia" y que experiencia en el tratamiento de este virus no hay nadie que tenga, cosa que nos deja en manos de ir tirando con pruebas y errores, que "es lo que creo que está haciendo todo el mundo, con toda la buena voluntad, dentro de un ambiente general de gran desconcierto".
Lo que sí es muy cierto, en cambio, es que no hay precedentes, que habrá que implantar una economía de guerra y que en este tipo de situaciones siempre hay alguien que saca provecho. Una situación que sólo se parará el día que se sepa encontrar la vacuna definitiva contra el virus.
Vocación de hotelero
Hotelero de pura cepa, su primer contacto con el sector vino de la mano de su padre, Antoni Mestre, que lo quiso iniciar en el trabajo desde el primer peldaño, como se hacía antes. Nieto de un carpintero de Tarragona e hijo de un périto mercantil que pasó por el sector de la construcción antes de fundar el mítico Expo Hotel, Mestre empezó de muy joven como grum del hotel del padre, cuando todavía era un estudiante de bachillerato, durante unas vacaciones de verano. Después fue acumulando experiencias y subiendo peldaños profesionales en el hotel Roquetas de Mar, en Almería, y otros establecimientos de algunos amigos de su padre, antes de iniciar los estudios universitarios.
Mestre: "Con la pandemia habrá que implantar una economía de guerra y en este tipo de situaciones siempre hay alguien que saca provecho"
Una profesión difícil y arriesgada de la que está enamorado y que reivindica como uno de los motores económicos más importantes de nuestro tejido empresarial. "Es un trabajo agradecido, que cada día es diferente y te permite un contacto muy cercano con la gente, tanto si son trabajadores como clientes". "Es como vivir en un pueblo donde todo el mundo se conoce y las relaciones son muy personales", explica.
La vertiente deportiva
Su trayectoria deportiva, en cambio, se inició en el filial del Espanyol, donde jugaba de defensa ofensivo, al estilo Piqué, hasta que una lesión de pubis lo apartó de una carrera en la que también podría haber destacado, como también habría podido hacerlo como tenista. El mundo del Barça, pero, es un mundo terriblemente complejo. Presión ambiental (el famoso "entorno"), crispación continúa, dependencia inmediata de los resultados del primer equipo, gestión complicada del ego de directivos y jugadores, (y tal vez de algunos periodistas), hicieron que finalmente dimitiera el año pasado como vicepresidente del Més que un club. Lo hizo sin hacer ruido, aduciendo "motivos personales y discrepancias deportivas" y se volvió a casa.
Mestre: "La gestión de Barça es agotadora. No te deja espacio físico ni mental para nada más. La tensión es permanente"
"La gestión de Barça es agotadora. No te deja espacio físico ni mental para nada más. La tensión es permanente". Estuvo allí nuevo años. Desde que formó parte de la primera Junta de Sandro Rosell, en 2010, hasta que dimitió de la Junta de Josep Maria Bartomeu, en 2019. Dos buenos amigos que conoció mientras estudiaba en Esade y a quién acompañó como hombre fuerte desde la propia campaña electoral de una candidatura que quería superar la brillante etapa del laportismo ilustrado.
Y así pudo volver a gastar todas sus energías en el mundo hotelero. "No vendo ningún hotel ni tengo entradas para el Barça". Pero todavía no ha pasado un año de su dimisión, cuando una crisis, la madre de todas las crisis, incomparable a las que podrían sufrir el Barça y mil Barça a la vez, nos tiene a todos encerrados en casa sin saber que pasará cuando salgamos a la calle.
Renovar la Marca Barcelona
Mestre, pero, es un hombre positivo y piensa que esta crisis puede ser un buen momento para reflexionar sobre el trabajo hecho en Barcelona desde los Juegos Olímpicos del 92, reforzar la imagen internacional y reconducir la demanda hacia un consumidor cualificado que busque una buena oferta en el turismo cultural, sanitario o de negocios. Para hacerlo, recuerda, habrá que tejer redes de complicidad y trabajo compartir con todos estos sectores.
"La marca Barcelona" dice, "continúa siendo muy potente en el mundo, pero mientras las líneas aéreas no vuelvan a trabajar con normalidad y la gente no deje de tener miedo de viajar, la única posibilidad de salirnos yace en potenciar el turismo de proximidad, en mercados de España y del sur de Francia que permitan al visitante llegar en coche privado a su destino turístico".
Esto, evidentemente marginaría las Islas, y reduciría considerablemente el mercado, pero hasta de aquí siete u ocho meses, si no hay ningún rebrote de la epidemia, las cosas no volverán a ser cómo antes. La gente se lo mirará mucho antes de alejarse mucho de casa. Qué hacemos, pues, mientras tanto? Pues, según Mestre, ahora lo que hace falta es recuperar el prestigio de nuestra sanidad pública, reforzar los vínculos de colaboración entre el sector público y el privado, y hacer saber a todo el mundo que nuestra casa segura por donde se puede circular sin miedo.
"Estamos en una economía de guerra", exclama. Hay que hacer una gran campaña de solidaridad y, sobre todo, no caer en el error de bajar precios y calidades, que es una cosa que después cuesta mucho de recuperar o no se recupera nunca. "Necesitamos un pasaporte turístico y un sello de garantía sanitaria, y seguir el ejemplo de Ibiza que ha hecho una apuesta muy seria por el turismo de calidad".
En cualquier caso, todo esto habrá servido para poner sobre la mesa de los barceloneses el valor del turismo. "El turismo es uno de los grandes tractores de nuestra economía y, como es evidente, sin hoteles de calidad, no puede haber turismo de calidad", remata. "Ahora no se oye a nadie protestando en contra".
No, ahora todo el mundo se recuerda que en 2019 el turismo aportó un 12% de nuestro PIB y que las pérdidas previstas para este año suben a 100.000 millones de euros con 150.000 ertos empresariales susceptibles de convertirse en eros.
Y es que la memoria tiene la cola muy corta.