Juan Carlos I, el declive de un símbolo (el hotel)

El laberinto de poder y el destino del hotel en venta que lleva el nombre del rey emérito español

El rey emérito Joan Carles Y, en una foto de archivo del 2014 | Casa Real El rey emérito Joan Carles Y, en una foto de archivo del 2014 | Casa Real

Con una sincronía casi poética, el hotel Joan Carles I ha flaqueado justo en el mismo momento en que la persona insignia que le da nombre, el rey emérito español, dilapida la poca buena imagen que le pudiera quedar disfrutando de una fuga a los oasis árabes más lujosos, mientras le aparecen por todas partes bolsas de dinero opaco. Si el prestigio del exmonarca se cotiza más bajo que nunca, el hotel homónimo ya tiene un precio fijado: 1 euro. Si han pensado hurgarse los bolsillos para comprobar si con la calderilla dispersa pueden permitirse adquirir el inmueble, tengan en cuenta que si se lo quedan, tendrán que hacer frente también a las deudas que arrastra, de entre 70 y 100 millones de euros.

Todo ello empezó cuando Joan Gaspart Solves (sí, el hasta hace poco peor presidente de la historia del Barça) gestionaba a través de su empresa, Husa, este hotel de la Diagonal. Parece que fue acumulando deudas con la Seguridad Social, hasta que la propiedad del establecimiento -de quien más adelante hablaremos- se enteró y le puso una demanda por estos impagos.

Pero esto no era todo, porque según la demanda, los Gaspart usaron el Palacio de Congresos anejo como garantía para un préstamo, sin informar a la propiedad. Después del desbarajuste de la gestión por parte de la familia Gaspart, quién tomó el relevo fue la cadena Fairmont Hoteles & Resorts, que se dedica a la explotación de hoteles de lujo.

Més info: El hotel Juan Carlos I, a la venta por 1 euro (pero con letra pequeña)

Con sede en Toronto (Canadá), la cadena tiene algunos hoteles en su país de origen, pero también otros esparcidos en todo el mundo (de Bermuda a China y de Mónaco a los Estados Unidos) hasta totalizar 76 establecimientos, todos ellos de un lujo difícil de igualar. El primero fue el emblemático Fairmont San Francisco, que abrió las puertas el 1907, justo un año después del gran terremoto que devastó la ciudad.

La lista de clientes reales

Por sus habitaciones han pasado familias reales, pero también han sido el lugar donde Churchill y Roosevelt mantuvieron reuniones secretas durante la Segunda Guerra Mundial. En un Fairmont se firmó la carta fundacional de las Naciones Unidas y también en un hotel de esta cadena fue donde John Lennon y Yoko Ono desarrollaron su performance "Give peace a chance" envueltos con las sábanas.

"Por sus habitaciones han pasado familias reales, reuniones secretas de Churchill y Roosevelt, la carta fundacional de las Naciones Unidas o John Lennon y Yoko Ono"

Para buscar los propietarios de la cadena no hay que ir muy lejos, dado que son los franceses de Accor, el grupo líder mundial en el sector de la hostelería, que gestiona 4.800 hoteles y 700.000 habitaciones, y que factura más de 4.000 millones de euros con unos beneficios de casi 500. Si indagamos en la propiedad de este gran conglomerado, encontramos que el primer accionista (12%) es el grupo de hostelería Jingjiang, con sede en Shangai y de capital público.

En segundo lugar hay uno de los sospechosos habituales en las grandes finanzas internacionales, como es el fondo soberano del Qatar (11%). De entre la constelación de fondo con participaciones menores no pueden faltar Vanguard, Franklin, Capital Research y el fondo soberano de Noruega.

La torre del príncipe saudí

Lo que nos queda algo más lejos es la propiedad del hotel, puesto que pertenece al príncipe saudí Turki Bin Nasser, mediante la sociedad Barcelona Project's. Ya desde mediados de años ochenta tenía en la cabeza la idea de construir un gran hotel de lujo en Barcelona, para satisfacer el turismo de alto nivel, que casi no disponía de establecimientos donde alojarse en la ciudad.

Gracias al empujón de los Juegos Olímpicos, el proyecto se hizo realidad, y entre 1991 y 1992, y con una inversión de 14.000 millones de pesetas (unos 85 millones de euros), Joan Carles I levantó su perfil imponente sobre la zona noble de la Diagonal. Durante la construcción, el enero de 1992, los promotores derrocaron sin permiso Torre Melina, una edificación que databa del siglo XVII y que se habían comprometido a mantener.

Una vez el Ayuntamiento les pidió explicaciones, alegaron que tenían permiso para derrocar las partes más deterioradas del edificio, y cómo vieron que el mal estado era generalizado, lo derrocaron completamente. He aquí una interpretación generosa de la relación entre el todo y sus partes. La Torre Melina no era un activo cualquiera, puesto que más allá de su antigüedad, había formado parte del patrimonio de la familia Pons, grandes terratenientes de la zona, hasta que el Ayuntamiento la expropió en 1990 precisamente para construir el hotel Juan Carlos I.

De hecho, cuando sólo era un proyecto, todo el mundo se refería al establecimiento hotelero como "Torre Melina".

El destino del hotel

El destino de la instalación no está nada claro, porque la crisis turística consecuencia de la pandemia no parece dibujar el mejor panorama para encontrar comprador para un activo de este tipo. Además, pese a la reforma que se ha llevado a cabo los últimos años, el hotel no se encuentra al nivel de otros competidores de la ciudad, básicamente porque las obras han consistido en una operación más estética que de carácter profundo, es decir, centrada mucho más en lo que se ve a simple vista que no en las áreas técnicas que están escondidas de los profanos.

"El destino de la instalación no está nada claro, porque la crisis turística consecuencia de la pandemia no parece dibujar el mejor panorama para encontrar comprador"

Por cierto, la mencionada reforma tuvo la particularidad que se acometió sin cerrar las puertas del hotel, con la dificultad añadida que esto comporta. Un caso opuesto fue el del hotel Sofía (antiguamente conocido como Princesa Sofía), que estuvo con la persiana bajada mientras duraron los trabajos para ponerlo al día.

Ahora sólo nos queda esperar y ver cuál es el camino por el que transita el hotel Juan Carlos I, si la venta a trompicones, el concurso de acreedores o una inyección in extremis de capital por parte de su accionista, el príncipe Turki Bin Nasser. Estaremos atentos.

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