Está de moda. Es una tapa fácil de comer, de bajo coste y de rápido consumo. Y además, está ligada en el imaginario colectivo a la receta casera de la abuela. Lo tiene todo. La croqueta es uno de los éxitos del fasto good de la restauración española y desde hace unos años experimenta un boom en el sector, como se ve en la proliferación de bares y locales especializados en su venta. Este martes, Día Internacional de la Croqueta, el establecimiento Croqueta y Presumida hace promociones especiales en sus tiendas y sortejos a través de redes sociales para celebrar el éxito de un producto que los ha permitido inaugurar este octubre la primera Croqueteka en Badalona.
"Es una fusión entre las croqueteries que ya tenemos abiertas y un clásico local de restauración y este de Badalona es el primero que hemos inaugurado en España", explica Romina Afonso, directora de comunicación de la firma vasca detrás de esta cadena de franquicias con 30 locales abiertos en todo el Estado desde noviembre de 2014. En Cataluña, son presentes en Sant Cugat del Vallès, Barcelona y ahora también en Badalona.
El origen de la firma se remonta 40 años atrás cuando el grupo Precocinados Gesalaga, con sede a Zarautz (Guipúzcoa), hacía de las croquetas que elaboraba a su carnicería un negocio próspero. "Vimos que al mercado gastronómico cada vez se estaban creando más puntos de venta especializados, como ostras, quesos, dulces... La croqueta es el segundo pinxo más consumido de España, así que nos hizo pensar... Si hay lugar por una ostreria al mercado, como no habrá por una croqueteria?", apunta Afonso. También con esta visión abrieron su negocio los fundadores de Croq&Roll , un restaurante especializado en croquetas ubicado en el barrio de Gràcia que inaugura esta semana nuevo establecimiento ante el Mercado de Sant Antoni de Barcelona. Allá se pueden comer ensaladas, platos combinados pero sobre todo croquetas: de jamón, de queso... de más de una veintena de sabores, pero croquetas, al fin y al cabo. "Es curioso porque es una moda extraña, es un producto que hace muchos años que existe... Siempre estamos hablando que recuperamos el de hace 20 años y supongo que la croqueta no ha pasado nunca de moda y ahora, por alguna razón, se ha vuelto a poner de moda", explica Nilo Hostau, fundador de Croq&Roll junto con su socio y amigo Santi Pérez.
"Si hay lugar por una ostreria al mercado, como no habrá por una croqueteria?" pensaron los creadores de Croqueta y Presumida
"En casa, mi abuela hacía croquetas y pensé que intentaría imitarla e intenté reproducirlo cuando tenía tiempo libre. Cuanto más o menos me salían bien y las daba a probar a mis amigos y los hacía gracia, pensé que teníamos que hacer croquetas", recuerda. Pero todo y el éxito, Hostau no quiere erigirse cómo abanderado de ningún movimiento: "Antes de que nosotros ya había propuestas en Barcelona, como Catacroquet o PepaCroqueta, que hace tiempos que están, pero no hacían mucho ruido. Supongo que ahora ha pasado como con las hamburguesas, que de golpe ahora hay hamburgueserías en cada calle", apunta Hostau.
El producto es la estrella
Al Croq&Roll cada día se pueden llegar a vender entre 300 y 400 croquetas y hay 21 variedades. El precio oscila entre el 1,30 euros de la más sencilla al 1,60 euros de la croqueta elaborada con productos más caros, como el marisco por ejemplo. Y es que en el bajo precio también está parte del éxito de este negocio, como vieron desde los inicios a la firma de restauración Gesalaga. "En nuestras tiendas por menos de 10 euros puedes llevarte dos docenas de un montón de variedades, el cliente puede diseñar la caja que compra a su gusto. Da juego, es barato y es una solución sencilla para traer a una comida en que, por ejemplo, estás invitado", apunta Afonso.
También quién come cada día fuera de casa encuentra una opción en la croqueta, como explica la responsable de comunicación de la marca. Inicialmente, las tiendas de Croqueta y Presumida sólo comercializaban croquetas frescas, para freír a casa, pero implantarse en grandes ciudades obligó a cambiar el modelo de negocio. "En las ciudades de provincia no hay tanta cultura de comer por la calle ni el concepto del take away está tan extendido como Barcelona o Madrid, pero cuando empezamos a abrir en capitales más grandes, vimos que había una demanda muy grande de gente que trabaja lejos de casa y que, de vez en cuando, come de tupper y a veces quiere unas croquetas fritas al momento", explica Afonso. Desde entonces, la empresa instaló fregidores sin humos en las tiendas y ahora en Barcelona y Madrid la venta de croquetas fritas supera por mucho a la de frescas.
Con una facturación que supera los 11 millones de euros, el negocio diseñado por Gesalaga aspira a crecer todavía más, motivo por el cual acaban de sacar al mercado la primera croqueta de jamón, fresca, sin gluten. Han invertido un millón de euros en un nuevo obrador a San Sebastián para producir más croquetas aptas para celiacos sin renunciar al sabor que los está dando tan buenos resultados. De hecho, incluso hacen catas a ciegas porque los clientes averiguan cuál trae gluten y qué no. Al final la receta es la misma: buena carne, una bechamel muy hecha y amor, como el que ponía la abuela. No hay más.