Era en 1965 cuando lo ya reconocido científico Gordon Earle Moore publicó a la revista Electronics el artículo Cramming more componentes onto integrated circuitos. Un texto fundamental que preveía que los circuitos electrónicos duplicarían su capacidad de integración cada 18 meses en las siguientes dos décadas. Un principio sobre el cual se estableció la conocida Ley Moore y que anticipaba un futuro en que los ordenadores ya no ocuparían habitaciones enteras, sino que serían poco más grandes que una calaixera doméstica. El mismo Moore se encargó de hacer realidad su visión cuando, sólo tres años después, se alió con Robert Noyce para crear Integrated Electronic o, en su versión más popular, Intel.
La historia de Intel no es la de dos jóvenes emprendedores que abandonan sus estudios para cerrarse en un garaje y cambiar el mundo. Al contrario de Steve Jobs y Steve Wozniak, Moore y Noyce eran personajes conocidos y respetados a Silicon Valley antes de fundar Intel. Los dos, junto con William Shockley, fundaron el transistor el 1947, durante su etapa a Bello Labs. Unos años más tarde marcharon a Shockley Semiconductor Laboratory, el proyecto que su compañero había iniciado, pero sólo un año después abandonaron a su amigo para fundar Fairchild Semiconductor. Un movimiento con el cual se llevaron seis empleados más, creando así el grupo que encara hoy se conoce en California como "The Traitorous Eight" o los ocho traidores.
Ya a Fairchild, Noyce inventó el primer circuito integrado, el origen de los chips. El éxito del invento convirtió a la empresa en líder en el mercado de los semiconductores y le valió al inventor el apodo de 'alcalde de Silicon Valley'.
El camino hacia el PC
Así pues, a Intel se juntan dos de los grandes gurus tecnológicos con el objetivo de reducir la medida de los ordenadores hasta convertirlos en un electrodoméstico más. Y Moore y Noyce sólo tardan tres años a demostrar que van en la buena dirección. El 1971 crean el primer microprocesador comercial de la historia. El Intel 4004, pero, no estaba pensado para hacer funcionar ningún ordenador, sino que se diseñó por las calculadoras de la empresa japonesa Busicom. Aquel primer modelo era capaz de hacer hasta 60.000 operaciones por segundo.
Cumpliendo con la predicción de Moore, pocos meses después, la empresa presenta la Intel 8008, que duplica su velocidad de transmisión de datos y empieza a comercializarse en computadoras de servicios como aeropuertos o benzineres. Pero el objetivo de domesticar los ordenadores todavía parecía lejano.
El proceso se aceleró gracias, ahora sí, a la aparición de los jóvenes Steve Jobs y Steve Wozniak. Dos nuevos talentos que, el 1977, habían ganado cierta fama por la presentación de la Apple II, el primer microordenador con aspiraciones de conquistar las casas norteamericanas. Aquel movimiento alertó a IBM, la emprendida líder en software por maquinaria industrial, pero que en aquellos años ya trabajaba para crear los primeros ordenadores personales.
La aparición de Apple aceleró los procesos. Para ganar tiempo, IBM buscó un socio desarrollador del sistema operativo y otro para la creación de procesadores. Por el primer trabajo la empresa se fijó en Bill Gates, que unos años antes fundó Microsoft y creó el sistema MS-DOS, mientras que la construcción del cerebro del PC recayó en Intel. Así, el 12 de agosto de 1981 se presenta el 5150, el primer ordenador personal de IBM.
De la mano de IBM y del PC, Intel se convirtió en un gigante del mercado, hasta el punto de conseguir que los nuevos modelos de los ordenadores se conocieran popularmente por el nombre de sus procesadores Pentium.
Después de décadas de éxito, la empresa vive en plena transición hacia la tecnología móvil. Una transformación que la compañía no supo prever a tiempo.